El quiz del proyecto era cómo tratar en escena el tema de estos nuevos trabajadores que iluminan tantas aristas de la nueva realidad social. Abordarlo desde el teatro documental, por ejemplo, como ahora suele ser común, o hacerlo desde otros parámetros. Tolcachir ha decidido un camino muy personal, y propone un teatro realista pero donde la problemática social no se expone directamente. Su elección es adentrarse en la cotidianeidad de tres riders para mostrar cómo en los márgenes de la sociedad, ahí donde al Estado del bienestar ni se le espera, todavía es posible el nacimiento de una comunidad, aunque sea liminal y efímera.
Ninguno de los personajes hablará en escena de sus condiciones laborales, no habrá datos de su situación socioeconómica, no habrá línea de texto que explicite o quiera describir la inseguridad y precariedad de este nuevo oficio. La obra se centra en las relaciones diarias entre ellos, en esos momentos de espera entre paquete y paquete. Veremos cómo pasan las horas, cómo charlan de sus orígenes, cómo se apoyan, dónde han quedado sus sueños y cómo hacen para continuar en una situación de pura supervivencia.
Esa no explicitación de lo político es un procedimiento que el argentino ya había llevado a cabo en su anterior trabajo, Rabia, adaptación teatral de la novela de Sergio Bizzio, donde se centraba en lo humano y dejaba a un lado la confrontación de clase que sí estaba presente en el libro. Aun así, sorprende este acercamiento. “Es una decisión personal, el procedimiento dramático no es discursivo, tiene que ver con otras formas que me interesan muchísimo más que lo que se nombra. Lo que no queda dicho es siempre más interesante”, explica Tolcachir en conversación con elDiario.es.
La apuesta es arriesgada, la dramaticidad de una situación llena de injusticia no se narra en escena, sino que se evoca, se deja entrever. “Es una decisión militante, no creo que haya que despreciar al espectador y pensar que solo si se nombran las cosas lo va a entender”, explica Tolcachir para luego concluir con una fuerte afirmación: “Como espectador, cuando me indican cómo tengo que pensar, empiezo a sentirme maltratado porque soy suficientemente inteligente y sensible, no necesito que el autor lo haga por mí”.
Así, durante toda la pieza habrá una ausencia, una tragedia nunca explicitada, que de manera simbólica se representa por una bici abandonada, la de un compañero que no se sabe dónde está. Se habla sin hacerlo de una de las grandes tragedias de este trabajo, la inseguridad y precariedad que pone en riesgo incluso la vida. También se verá a Dani (el argentino Gerardo Otero) circular con visibilidad reducida y lesionado por los accidentes que esto le genera. Pero no habrá una queja, los compañeros lo ayudarán en lo que puedan, él seguirá con esa dignidad empecinada del argentino laburando y sobreviviendo, e incluso con sus pequeños sueños y proyectos con su nueva compañera (Malena Gutiérrez).
'Los de ahí', de Claudio TolcachirEn frente tendrá a dos compañeros jóvenes, Munir y Nuno (Nourdin Batán y Fer Fraga). Están en una ciudad inhóspita donde a nadie importan y donde no comprenden el lenguaje, algo que se plasma con la aparición en escena de la novia de Nuno, Mirja (Nuria Herrero), personaje que habla en la lengua de ese no lugar situado en lo que pudiera ser una ciudad del norte de Europa. Increíble la capacidad de esta actriz que ha aprendido finés para afrontar las largas tiradas del personaje.
El mecanismo de trasladar la acción fuera de España es clara: facilitar ponerse al espectador en los zapatos del otro. Tolcachir corrobora que su interés estaba en “colocar al espectador en una situación en la que pudiera experimentar estar al otro lado, no quería plantear una obra que tratara sobre cómo recibimos a los extranjeros en este país”, explica el autor.
Los de ahí nos presenta la fuerza de una frágil comunidad en una sociedad postindustrial y despersonalizada, en un régimen laboral donde el trabajador no tiene a quién dirigirse, en una sociedad individualista y deshumanizadora. “Intenté hacerlo sin autocompasión, sin victimizar, tratando de mostrar la dignidad y la miseria, la capacidad de supervivencia”, explica Tolcachir sobre esta pieza que defiende a capa y espada que aun en las situaciones más adversas todavía queda espacio para la solidaridad y el compañerismo.
'Los de ahí', de Claudio TolcachirLos personajes son todos, aun con sus aristas, esencialmente buenos. Algo que tiene su parangón en el personaje de David, quizá más difícil de comprender para la cultura española, ya que viene de esa fuerza de resiliencia de los pueblos originarios del norte de Argentina que tantas veces se malinterpreta como docilidad. Al preguntar al director por la decisión de que todos los personajes tuvieran ese buen fondo, con toda sinceridad dice que no lo sabe; “no lo tengo claro”, afirma. Queda en suspenso en la charla con Tolcachir lo mismo que queda en duda en el montaje, si esta obra es más una comunidad imaginada por el director que reflejo de la realidad social.
Hay ocasiones en que un creador que sigue su propio camino se encuentra con el público y el interés de la profesión, que no siempre son el mismo, y otras que se aleja de uno u otro, o de ambos. Con este montaje Tolchachir parece que no ha encontrado la misma adhesión que en otras ocasiones como con su afamada La omisión de la familia Coleman (2005), o sus montajes posteriores como Tercer cuerpo (2008), Próximo (2017) o Emilia (2018).
'Los de ahí', de Claudio TolcachirLos de ahí es la primera obra que escribe y crea en España, país al que decidió migrar hace cuatro años y en el que dirige un espacio de creación en Madrid, Timbre 4, espacio que tiene el mismo nombre del teatro que sigue dirigiendo y abrió en 2001 en Buenos Aires. Un espacio de formación actoral de donde ha surgido buena parte del elenco de esta obra.
En mayo Tolcachir cumplirá 50. Esta temporada es la de su asentamiento profesional en España. Además de esta producción como actor tiene en cartel la mencionada Rabia en el Teatro Bellas Artes de Madrid y una próspera relación con la productora privada Pentación con la que ya están proyectados varios estrenos.
Sus dos últimas obras parecen apuntar a otro teatro, que si bien guarda concomitancias con el que le hizo triunfar hace dos décadas, es más reflexivo, menos explosivo en la interpretación. Tolcachir anda buscando. Los de ahí es otro paso hacia un teatro más maduro en el que el autor quiere llevar a escena la esencia de lo humano, instaurar personas y no personajes que vivan y respiren sin que tengan que representar a nada ni a nadie.
Los pasos en la creación son lentos y no siempre llegan a buen puerto, aunque se tengan más posibilidades de financiación y visibilidad como es ahora el caso de este creador. Aun así, sus dos últimos trabajos dejan vislumbrar un teatro por venir, un teatro todavía no encontrado, donde prima el corazón sobre la política, la experiencia del espectador sobre el discurso. Un teatro, en definitiva, que luche artísticamente frente a la deshumanización y la barbarie.