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Jordan Harper, autor de 'Silencios que matan': "Hollywood es un lugar propicio para la explotación de los más frágiles"

_Confidential_(novela)" data-mrf-recirculation="links-noticia" class="link" target="_blank">LA Confidencial, la obra que situó en el mapa literario policíaco mundial a James Ellroy. Pero más que una actualización del texto de Ellroy, que ponía en negro sobre blanco las podredumbres del Hollywood dorado de los 30 y 40, el libro que ha escrito Jordan Harper –nombrado como mejor novela negra del año por The New York Times, The Times y The Guardian– se antoja tras su lectura una extrapolación de las miserias hollywoodienses a toda la ciudad de Los Ángeles, y también al conjunto de la sociedad. Como si con su pluma nos las lanzara a la cara cual pasteles de nata, solo que en este caso rellenos de detritos de pronunciada pestilencia moral.

“Me siento honrado de que me comparen con James Ellroy, a quien considero uno de los grandes novelistas estadounidenses”, explica Harper por correo electrónico desde Los Ángeles, donde reside y alterna su trabajo de guionista de series con la escritura de novela policíaca. “Cuando escribí Silencios que matan [Everybody knows en su versión original], mi ambición era hacer un libro que dialogara con las grandes epopeyas del noir de Los Ángeles, como su LA Confidential, pero también como Chinatown [la película de John Huston] y las obras de Hammett y Chandler”, reconoce.

Harper también comenta el imán que la ciudad californiana ha tenido tradicionalmente para el crimen literario, ya que es el escenario principal, por delante de Nueva York o Chicago, de la era dorada de la novela negra, en la que además de los citados Hammett y Chandler, tuvieron protagonismo Ross Mcdonald o Margared Millar. “Los Ángeles es la capital mundial del noir porque LA es la ciudad más estadounidense de todas”, sentencia el autor.

“La novela negra fue creada por la alienación, los conflictos morales y las ilusiones que surgen de verse obligado a servir a los dioses no muertos del capitalismo y el imperialismo”, prosigue Harper para explicar su anterior afirmación. “Estos dioses gobiernan el mundo entero, por lo que el cine negro se encuentra en todas partes, pero sus templos principales están en Estados Unidos, donde Los Angeles encarna el sueño americano”, remacha.

Juguetes rotos de la “generación Taylor Swift”

La trepidante Silencios que matan, que cuenta con una excelente traducción de Rita da Costa, engancha desde el minuto cero al hablar en ella chicas y chicos de la “generación Taylor Swift” en la cúspide del éxito y la influencia global, que tienen millones de seguidores en las redes sociales, en las que habitan engañando a sus fans respecto a su realidad cotidiana. Muchas veces un infierno de drogas, prostitución y problemas de salud mental que les llevan al suicidio.

Harper viene a decir que detrás de todo ese glamour que brilla en las y los grandes influencers de Instagram y TikTok, hay muchas veces vidas rotas por la explotación laboral y sexual, con abusos iniciados cuando son menores de edad en “fiestas para adultos”, organizadas por poderosos productores televisivos; una clara referencia a casos como el de Harvey Weinstein. “Hollywood es un lugar propicio para la explotación y atrae al tipo de persona que desea aprovecharse de los desesperados”, aduce el autor de Silencios que matan al respecto.

Harper deja claro en la respuesta a las preguntas de elDiario.es que no se debe hacer una generalización y acusar a todo el estamento hollywoodiense de pederastia, “como le gusta a la ultraderecha”, pero sí cree que la sociedad actual ampara estas actitudes. “Cuando se construye un mundo que exalta a los brutales, a los desconsiderados y a los crueles, ¿qué más se puede esperar?”, espeta.

Una novela de redención

Pero Silencios que matan es también una novela de redención, de personajes descarriados que son conscientes de su falta de moral, humanidad y escrúpulos y que en un momento dado quieren enmendarse. Es el caso de la eficiente Mae Pruett, cuyo trabajo consiste en tapar los escándalos y crímenes de las estrellas del espectáculo, así como de los mandamases de la industria, si es necesario comprando periodistas y editores de periódicos.

Las pandillas policiales no deberían ser vistas como una anomalía, son simplemente el síntoma más agudo de un sistema muy enfermo

Jordan Harper, novelista

¿Es ese personaje un alter ego de Harper? El escritor así lo reconoce: “Ni siquiera lo sabía cuando escribía, pero sí, Mae representa mi propia y profunda ambivalencia sobre trabajar dentro del sistema de Hollywood”. Aclara, de todos modos, que tras sus años de guionista de series de tanto peso como LA Confidential, El Mentalista, Gotham y The shield, ahora se considera redimido por la literatura: “Lo que deseo es simplemente escribir novelas, donde puedo ser más atrevido y más honesto de lo que Hollywood me ha permitido ser”.

El otro personaje protagonista, Chris Tamburro, es un expolicía expulsado del cuerpo por su brutalidad y su corrupción, que trabaja de matón para una organización paralela a la de Mae –en realidad ambas están en un mismo entramado al que Harper llama 'La bestia'– y que lucha por alejarse de sus instintos bestiales. Harper reconoce que Chris representa un sistema policial viciado y lleno de pandillas parapoliciales que operan al margen de la ley. “Quería utilizar a Chris para mostrar cómo toda la cultura de la policía es venenosa”, apostilla.

“En Los Ángeles hay dos fuerzas policiales principales: el Departamento de Policía de Los Ángeles y el Departamento del Sheriff del Condado; ambas son famosas por su corrupción y brutalidad”, desvela. Se declara, además, “crítico de la policía en general, y especialmente de la que tenemos en Los Ángeles”. Respecto a las terribles bandas dentro del Departamento del Sheriff que describe en la novela, asegura que “están documentadas y son muy reales”. Y advierte: “No deberían ser vistas como una anomalía, son simplemente el síntoma más agudo de un sistema muy enfermo”.

Hollywood es un lugar propicio para la explotación y atrae al tipo de persona que desea aprovecharse de los desesperados

Jordan Harper, novelista

Cuando se le comenta que las escenas de la salvaje pandilla policial de los Hermanos de Sangre recuerdan al filme Training day, ese en que Denzel Washington bordea la genialidad al crear al demoniaco policía Alonzo Harris, Harper reconoce que esta es una película excelente“, pero replica que, ”cuando se trata de la policía de Los Ángeles, mi mayor inspiración proviene de The Shield“, al que describe como su ”programa favorito de todos los tiempos“, y del que fue guionista principal.

Kyser, el nombre de 'La bestia'

A Mae y a Chris les une no solo el trabajar en empresas de 'La bestia', sino también una antigua relación de amor que tuvieron que dejar porque era incompatible con la inmoralidad de sus trabajos y que ahora retoman a su pesar. Su reencuentro y el sentir de nuevo el fuego de la pasión, será el motor que les llevará a su intento de redimirse, finalmente con resultados desiguales.

Mae representa mi propia y profunda ambivalencia sobre trabajar dentro del sistema de Hollywood

Jordan Harper, novelista

Pero 'La bestia' tiene nombre en Silencios que matan: se llama Kyser, un claro guiño a la oscura presencia que planea todo el rato en la célebre película Sospechosos habituales y que no se manifiesta hasta el final: Keyser Söze. Kyser es un ejecutivo todopoderoso como acaso lo sean hoy Elon Musk o Donald Trump, un hombre por encima del bien y el mal. “Pensé en esa película por lo que representa y debo decir que Kyser es una figura misteriosa en este libro, pero volverá, lo exploraré más en mis próximas novelas”, anuncia Harper.

Para cerrar, se impone preguntar a este excelente novelista policíaco si la connivencia de milmillonarios, políticos e instituciones parapoliciales con entramados como el de 'La bestia' dibuja una concepción del mundo en el que la democracia ya no es más que una entelequia para hacer creer a la ciudadanía que conceptos como “igualdad”, “justicia” o “equidad” siguen siendo válidos. “Me siento tentado a responder simplemente con la palabra 'sí'”, contesta.

Y remacha finalmente Harper: “Mira los titulares; mira el mundo; hay gente buena en él, pero, ¿el mundo la está ayudando?”. Ahí lo deja el autor de Silencios que matan, una novela cuya lectura es como coger un cable pelado con ambas manos y apretar fuerte hasta que huela a carne chamuscada.

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