Desde la obra Trece veces trece (1964) hasta el filme Remando al viento (1988), más de 20 libros y alrededor de 30 películas han salido del cajón de Gonzalo Suárez durante su amplísima carrera, un cajón que durante décadas ha mantenido oculto otro de sus numerosos dones: la pasión por el dibujo. El escritor, que ha hecho de todo y, parafraseando a Juan José Millás, “siempre ha llegado el primero a todas partes y siempre se ha marchado el primero”, todavía guardaba entre sus proyectos secretos un cómic nacido en 1958, cuando tenía 24 años y aún vivía en París. No ha sido hasta ahora cuando ha tomado la decisión de sacarlo a la luz.
Mucho antes siquiera de que la novela gráfica se convirtiera en el fenómeno literario que es hoy, pasando de ser un género infravalorado a ocupar una de las secciones más importantes en las librerías, Gonzalo Suárez ya venía fraguando El caso de las cabezas cortadas (Nórdica, 2025). El cómic, cuyas viñetas se dibujaron “noche tras noche” hace más de 60 años y habían permanecido inéditas desde entonces, es una muestra de cómo su imaginación siempre ha buscado transitar por territorios poco explorados, adelantándose sin proponérselo a formatos y narrativas que triunfarían más adelante. Su nueva publicación es una obra rescatada del pasado que encaja sorprendentemente bien con el presente.
Tanto es así que la ironía y la fanfarronería que hacen brillar El caso de las cabezas cortadas se encuentran aupadas por su maravillosa e inteligente conexión con la actualidad, a través de unos diálogos escritos por el autor recientemente. Así lo ha explicado Gonzalo Suárez en la presentación del libro en Madrid este miércoles 12 de marzo, donde se ha celebrado su trayectoria y se han intentado resumir los muchos logros de una leyenda cultural viva. La presentación ha tenido lugar en el Círculo de Bellas Artes, cuyo presidente Juan Miguel Hernández ha acompañado a Suárez junto al editor de la obra Diego Moreno, y el director de cine Fernando Trueba, quien visitó a finales de 2023 la redacción de elDiario.es en un encuentro con socias y socios del periódico.
“Los dibujos estaban en una carpeta de la que no tenía ni idea. Pensé que iba a ser muy fácil ponerle texto a las viñetas, pero me llevó más trabajo del que creía”, ha dicho Suárez. El artista ha reivindicado el poder de la escritura como vehículo para abarcar la “atemporalidad”, la vida que se sucede y que está en constante transformación, y ha confesado que le recorre la sensación de que “todo está cambiando” en un libro en el que “predomina el estupor y el asombro”.
La obra, ambientada en un edificio de la Rue de la Gare de Reuilly de París en el que Gonzalo Suárez vivió, presenta una trama detectivesca cargada de humor donde los personajes intentan desentrañar la identidad de un asesino. El tono mordaz que la envuelve se intercala con referencias a figuras emblemáticas de la cultura, como los bailes característicos del ruso Vaslav Nijinsky, los textos del escritor estadounidense Ernest Hemingway, el hábito adquirido y el reflejo condicionado del fisiólogo ruso Iván Pávlov, las performances de teatro del estadounidense Fred Astaire, o el Guernica y La mujer que llora de Picasso.

El retroceso al pasado que se hace en El caso de las cabezas cortadas permite observar con perspectiva un momento en el que “impartir justicia cortando cabezas todavía era una práctica legal en Francia”. Gonzalo Suárez, que se encontró con las viñetas desordenadas y no conocía “la sucesión de los dibujos”, tuvo que “inventar la historia a posteriori” revisitando una época que ahora se torna muy antigua. Sin embargo, los textos no evitan la crítica presente a “esos gobiernos que matan y exterminan con impunidad en un mundo donde sus genocidios se exhiben en los televisores de nuestras casas mientras comemos”.
Es inevitable hallar similitudes con los protagonistas de la obra y su icónico personaje Ditirambo, que aparece tanto en la novela Rocabruno bate a Ditirambo (1964) como en la posterior película Ditirambo (1969). Este héroe, serio y guiado por un sentido absoluto de la verdad, ejecutaba cada misión que le asignaban con una precisión implacable, un suceso que ocurre también en la nueva historia de Suárez. Aunque no se le hace mención, en la obra sí que se recuerda a C. Auguste Dupin de Edgar Allan Poe, considerado el primer detective de la literatura moderna. “Si la realidad es una ficción, por la misma razón, la ficción es una realidad”, parafrasea el Gonzalo Suárez de 2025.

Gonzalo Suárez, quien ha declarado en la presentación que “quería afilar el lápiz” cuando vio las viñetas porque sigue pensando que “podían estar mejor”, dice que su dibujo está muy influido por los impresionistas. “En aquella época dibujaba, pero siempre he ido buscando algo que se le parezca a no estar quieto y parado. Lo único que encontré fue el cine”, ha rememorado el director. “El hecho de haber acabado esto, hace que ahora tenga que elegir hacer otra cosa”, añade provocando la risa del público.
“Mi tendencia es dejarme llevar por la carencia de las palabras”, ha declarado Gonzalo Suárez, que alega que “muchas veces, peligrosamente, con respecto a los guiones y el cine”, considera que “todas las películas son literarias”. Para él, hay películas que son “como la vida misma” y otras que “se salen de ella y van más allá”. No obstante, apunta que, a sus 90 años, todavía no sabe “lo que es la vida misma”. “Me estoy conociendo en este instante”, revela Suárez.

El artista, que ha apuntado que “empiezan a igualar los que matan con el pensamiento a los que matan directamente”, propone la ficción para ver de manera más profunda y distinta aquello que nos rodea: “Visto lo que veo de la realidad, prefiero la ficción, que es expresión inevitable de la misma”. El escritor y cineasta ha explicado que los personajes le condujeron y le llevaron a lo largo de la historia, que Juan Miguel Hernández describe como “un diálogo entre el artista de 24 años y el de ahora”.
Gonzalo Suárez escribe en El caso de las cabezas cortadas que “nadie engaña a sus pasos, incluso cuando uno no va a ninguna parte”; sin embargo, pocas personas se han dejado llevar por sus pasos tanto como lo ha hecho él a lo largo de sus 90 años. “Odio las biografías, sobre todo la mía”, reconocía el artista en la presentación. Pero lo cierto es que la biografía de Suárez se caracterizará por su afán por haber escrito, haber filmado y haber dibujado, completando así una carrera brillante sobre la que el propio Suárez reconoce que solo le “ha faltado cantar”. El tiempo venidero le servirá para seguir haciendo arte, una maravilla que fue, es y será siempre su mayor virtud.