Han pasado 24 años del considerado como uno de los discos más atrevidos y revolucionarios del flamenco, pero a Lagartija Nick todavía le quedan frentes musicales en los que batallar. Así lo demuestra con Los cielos cabizbajos, un ambicioso proyecto basado en los apuntes que dejó antes de morir en 2016 el poeta y periodista Jesús Arias, también líder del grupo TNT.
Ahora su hermano, Antonio Arias, ha decidido retomar una obra que nos lleva por ciudades como Gernika, Somalia, Sarajevo. Todas ellas bombardeadas como consecuencia de algo en común: las guerras y el odio.
Los Cielos Cabizbajos es un proyecto elaborado con las partituras, demos y apuntes de Jesús Arias. ¿Cómo fue continuar la estela trazada por él?
De hecho, en los apuntes de Jesús hay una última anotación en la partitura del tema Nagasaki a las cuatro de la mañana. Después de eso se quedó dormido en el sofá y no se despertó. Es como si mi hermano nos hubiera dejado unos deberes por terminar. Yo lo veo de dos maneras: como un sentimiento de deuda después de su muerte, de agradecimiento como maestro y como hermano, y también como un impulso de necesidad por hacerlo. El trabajo quizá no llegue a la ambición que él tenía, pero sin duda nos ha llevado a superarnos muchísimo musicalmente.
Hay canciones dedicadas a Hiroshima y Nagasaki o Guernika. ¿Qué tienen en común estos temas y ciudades?
Las canciones tienen en común la manera visualizar a las víctimas y sentarse al lado de ellas. Una de las más determinantes es la de Guernika, la cual resume el álbum. Ahí está la identificación con las víctimas y la etérea búsqueda del ejecutor, una muerte que cae del cielo en forma de llamarada.
A través del arte y de los textos de mi hermano intentamos ver qué es lo que nos ha dividido de tal manera que hayamos sido capaces de bombardear tantos espacios. Con los últimos bombardeos de Bagdad también están demoliendo la cultura que curiosamente es de donde procede la nuestra, la de Andalucía. No solo se va a derrotar al enemigo, también su cultura.
Esto es un exterminio cultural: que sobreviva una y acabe otra. Hay una idea imperialista cultural que los lleva a pensar: 'déjame que me encargué yo'. Al igual que Franco decía que iba a triunfar, aunque tuviera que exterminar a media España.
El álbum también habla de inmigración y hasta menciona la valla de Gibraltar. ¿Por qué creéis que en Europa, que fue un continente de migrantes, ha crecido un sentimiento contra la inmigración?
Qué vamos a decir nosotros, que vivimos a 60 kilómetros de Motril. Por lo menos hay aprovechar la música para recordar que hay un muro en Gibraltar que no queremos. Sin ir más lejos mi padre fue un emigrante en Frankfurt, se pasó la mitad de los años 60 en Alemania.
Pero a veces es complicado luchar con palabras. Las subvenciones a los migrantes o la asociación de delincuencia e inmigración que el mismo Abascal ha realizado en numerosas ocasiones. ¿Cómo se combaten estos discursos?
Eso solo lo pueden decir ellos, que han vivido siempre con muros alrededor. Los que hemos vivido en la calle y en los barrios de viviendas de protección oficial sabemos muy bien que el racismo se cura muy rápido en cuanto convives con otras personas. Los que hemos vivido tolerándonos y buscando nuestro sitio en nuestro barrio o nuestra propia ciudad no tenemos ese problema.
Hay que vaciar mucho la mente de las personas para llenarla con esa basura. Pero ya te digo: Abascal y todos estos hablan así de la inmigración porque siempre han estado protegidos por pistolas y un Gobierno que adoraba a los asesinos. Los que hemos vivido toda la vida en el barrio... ¿Dónde está el racismo?
Nosotros lo sentimos en los tiempos de Omega, nos criticaban cuando salíamos con todos los flamencos y gitanos. Nos decían: '¿Qué hacéis con los gitanos?' Y yo les contestaba: 'Pero bueno, ¿y quién es gitano de todos estos? ¿Sabrías tú decir quién es y no es gitano? Seguramente si lo haces te vas a equivocar'.
Es miedo al conocimiento también. Parece que abrir un libro es lo más difícil del mundo. Ese es el concepto que le están vendiendo a la gente: no pienses, tío, no actúes… tú déjate llevar.
Y desde el punto de vista musical, ¿cómo se están reflejando estos conflictos? ¿Queda algo de aquella reivindicación y contracultura nacida con el punk-rock de los 70?
Lo que ha perdurado es lo lúdico. Y no pasa nada, a todos nos gusta tener una experiencia artística agradable. Pero por el camino nos hemos quedado con el ruido y cada vez lo liberamos más de un mensaje comprometido. Ya sea por la propia industria o por nuestra propia autocensura, con los años hemos llegado a no decir absolutamente nada.
Las letras parecen que nos dicen: 'Atóntate que vas a sufrir menos'. Solo interesa el ruido, las letras mejor quítalas porque en cuanto dices 'Somalia' la gente sale corriendo. Antes los movimientos contraculturales no se quedaban solo las canciones, sino que hasta traspasaban al papel en fanzines. La gente tenía una idea de continuar el mensaje que mantenía vivo el del disco.
En vuestro caso, ¿imaginabais lo que podía provocar un disco como Omega?
Nosotros estábamos muy entusiasmados, pero andábamos metidos en un estudio de Granada donde pasaban los meses centrados nuestro proyecto creativo. No veíamos todo lo que se estaba fraguando alrededor por parte de nuestra compañía y de nuestro mánager. Yo no me di cuenta de nada, y Enrique creo que tampoco. Yo lo que sentí era que todo el mundo estaba deseando decirme: '¿Ves lo que te pasa por juntarse con gitanos? ¿Ves cómo nuestro racismo es cierto?'.
Los inicios de Omega no fueron fáciles. Los problemas para que publicaran la maqueta, las críticas negativas de la prensa, el recelo por parte del flamenco… ¿Cómo recuerdas aquello?
Para nosotros fue muy duro porque era nuestra apuesta. Enrique nos enseñó a componer de otra forma. No solo se dedicó a ser buen compañero y amigo, sino que tuvo la paciencia de ser maestro. Y mientras todo el mundo lo ignoraba, nosotros seguíamos trabajando a pesar de que las élites musicales de nuestro entorno se manifestaron en contra con mucha agresividad.
Al final fue la gente la que puso calma: la que acudió a los conciertos, la que lo apoyó y la que hizo cambiar el punto de vista de los periodistas y de todos los que nos rodeaban. Ahí tenemos que dar las gracias Enrique y yo porque estábamos en un punto que ya no podíamos dar marcha atrás. Estaban las canciones de Leonard Cohen, que fue el primero que estuvo apoyando el disco y haciendo entrevistas, y ni así conseguíamos tener un espacio.
Pero luego pienso que Enrique, si estuviera vivo, me diría: 'Vale Antoñico, pero no te pongas tan trágico que en realidad nos lo pasamos de puta madre'.
¿Ves paralelismos entre las críticas recibidas por Rosalia con El mal querer y las de Omega?
El disco de Rosalía sorprende poco, pero veo que aporta mucho. Tiene una continua revisión amorosa y generosa con las grandes figuras del flamenco. Quizá está demasiado guionizado y hay demasiados copys detrás. Pero sí que ha creado la misma reacción que Omega porque es un disco que aporta, entonces cuando el cuadro tiene una mancha todos miran a la mancha.
Al igual que vosotros, Rosalía también recibió críticas del mundo del flamenco e incluso la acusaron de "apropiación cultural". ¿Por qué se produce esto?
Ahí creo que hay una intercomunicación que no se ha llegado a desarrollar del todo, que es cómo trabajos como el de Rosalía han entrado en el tejido artístico del flamenco. Ellos siguen en un estilo tan fantástico que no necesita ninguno más y no les impregna como debiera lúdicamente esas experiencias musicales, ya sean más cercana al ruido o al impresionismo musical, como en el caso de Rosalía. Ellos lo ven siempre desde la barrera.
Con Rosalía la gente establece contacto con los tótems que habíamos hablado antes: los dignifica y los mantiene vivos. Si el mundo del flamenco, que tanto queremos, oyese esas canciones adaptadas para ellos mismos… Seguramente estaríamos ante otro panorama.