Los pasados Globos de Oro también han puesto sobre el mapa algunos títulos que a priori no estaban entre los favoritos, como es el caso de Sam Mendes con 1917 al hacerse con el premio a Mejor película. Sin embargo, a juzgar por los resultados, cada vez es más complicado recurrir a aquella manida frase de que estos premios son "la antesala de los Oscar".
Entonces, ¿qué película debería ganar? Ya seas de soldados, payasos o gánsteres, ofrecemos razones de por qué debería ganar cada una de las 9 nominadas a la principal categoría.
MujercitasPor Francesc Miró
Después de años en los que la inclusión y la diversidad parecían ser una bandera alzada por la Academia, este año parece que ha vuelto la tónica de los Oscar so white. Al punto muerto de las narrativas dominadas y protagonizadas por el varón blanco heterosexual. Los personajes racializados solo cuentan con Parásitos como valedora -y no va a ganar-, y las mujeres ni están ni se las espera. Tan solo Mujercitas está narrada por mujeres, protagonizada por mujeres y escrita por mujeres. Pero sería un auténtico error que su inclusión en 'Mejor Película' parezca, a estas alturas, una cuota de género. Porque Mujercitas es, simple y llanamente, la mejor de las películas nominadas.
Un excelente relato de subtexto clásico que, sin embargo, se preocupa por tornarse actual, contemporáneo y relevante. Una brillante película de personajes, a cada cual mejor interpretado, narrada con sensibilidad moderna en forma y fondo. Una película que justamente combate la narrativa que disuade a las mujeres de ocupar espacios clásicamente dominados por hombres, como parece que le ocurre a Greta Gerwig en los Oscar. Y con todo y con ello: una película movilizadora porque a diferencia de Joker o Parásitos, su discurso no se estanca en el pesimismo, milita en el optimismo, en creer que las cosas pueden ser de otra forma. Ojalá fuese ese el mensaje que abanderase desde hoy y para siempre la Academia.
El irlandésPor José Antonio Luna
Martin Scorsese cambió para siempre el cine de gánsteres. Es el maestro de ceremonias de un género que no sería entendido sin películas como Casino, Uno de los nuestros o Malas calles, referentes absolutos de todo un amplio abanico de cintas que llegarían a posteriori. Y ahora, el mismo director que puso los pilares de qué significa el cine criminal, ese dominado por hombres blancos heteros y disparos a bocajarro, es el que nos dice que nos estábamos fijando en la historia equivocada.
El irlandés desmitifica la figura del gánster tal y como la conocemos, pero también es una revisión personal de uno de los realizadores más importantes de nuestro tiempo. Los personajes de Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci han sido en su mayoría seres despreciables y tóxicos para la sociedad sin que nadie los señalara por ello.
Sin embargo, ahora, Scorsese pone el dedo en la llaga para decir que no hay nada de elegante en ser sicario y llevar una recortada bajo el brazo. Todo lo contrario: lo que está a su alrededor termina contaminándose, ya sea la familia, los amigos o la política. Los mafiosos nunca podrán dormir tranquilos, y esa misma mano que no temblaba a la hora de apretar el gatillo es la misma que tiembla años después para colocar las píldoras en el pastillero.
JokerPor Mónica Zas
Pocas películas han sido tan injustamente desprestigiadas a lo largo de estos meses como Joker. La campaña mediática que precedió a su estreno le fue tan favorable en la taquilla como hostil en la carrera de premios. De pronto, apoyar su candidatura se convirtió en una confesión de alto riesgo porque equivalía casi a empatizar con un "incel” y con el exterminio violento de la clase adinerada. Pero no, Joker es solo cine y es cine en mayúsculas. Teniendo en cuenta que los Oscar son los premios más predecibles del planeta, lo único que se les exige es que valoren productos memorables, y Joker se te clava en el cerebro con la potencia de una taladradora.
No se trata de violencia gratuita o del enésimo drama del hombre heterosexual blanco buscando casito. Joker es la radiografía de un villano conocido por todos y comprendido por nadie. Hoy en día, dejar de lado el fanatismo y encontrar los grises es un arte del que muchas veces carece el cine y la cultura en general, como demuestra, sin ir más lejos, la favorita: 1917. Alemanes malos, británicos buenos. Aquí, ni los Wayne son tan buenos ni Arthur Fleck fue siempre malo, y es fantástico derribar del pedestal a una estirpe reverenciada por los guardianes de las esencias de cómic.
Pero lo más maravilloso sería que ganase Joker la misma noche que El irlandés se va de vacío para que Scorsese reciba el escarmiento que sus palabras merecen. No es cine de "superhéroes”, pero en este caso podría servir.
Historia de un matrimonioPor Marta Gastón
La última película del neoyorquino Noah Baumbach se presenta con un argumento no demasiado original: un matrimonio resquebrajado, a punto de afrontar un largo y tedioso proceso de divorcio, en el que ambos lucharán por la custodia de su hijo. Pero, lo que a priori podría lastrar la cinta, la universalidad de su historia, acaba convirtiéndose en una de sus grandes virtudes. Y es que, ¿quién no ha sufrido nunca por amor? Es fácil identificarse con las vivencias de Charlie y Nicole, con el rencor que desprenden sus conversaciones, con los reproches que se lanzan, con los sentimientos de soledad y ausencia que anegan a la ya extinta pareja…
Historia de un matrimonio se alza como una de las mejores películas del año y también como una más que digna sucesora de Roma. Sustentada en las excelentes interpretaciones de Adam Driver y Scarlett Johansson (mucho se ha comentado sobre la dramática escena en la que ambos se pelean hasta el llanto y llegan a desearse la muerte), el film es duro y desgarrador a partes iguales.
Baumbach, tomando como referencia su propia separación de la actriz Jennifer Jason Leigh en 2013, se empeña en mostrarnos las dos caras del naufragio de un matrimonio, haciendo hincapié en que no siempre hay buenos y malos. Y es ahí donde reside otro de sus grandes méritos: no se juzga a sus protagonistas ni se toma partido por alguno de ellos. Historias de un matrimonio presenta de forma ecuánime y precisa qué ocurre cuando una pareja toma caminos vitales diferentes; dejándonos una lección dolorosa, pero sincera: el amor no siempre es suficiente ni puede con todo.
1917Por Pablo J. Álvarez
Los años acabados en cero deben de traer suerte a Sam Mendes; conquistando a público y crítica ya en el año 2000 con la maravillosa American Beauty, nos trae en 2020 otra película de esas que merecen más bien el sustantivo de "peliculón”. 1917 suma 10 nominaciones a los Oscar y no es para menos. Viene respaldada ya por varios galardones: un Globo de Oro, Premio de la Crítica Cinematográfica, Premio del Sindicato de Productores, entre otros.
Los dos planos secuencia de la película (¡sí, ya sabemos que hay truco!) convierten el film en una experiencia inmersiva que, personalmente, hacía tiempo que no vivía en un cine. Todos los elementos de la cinta brillan con luz propia: la fotografía (en su mayoría rodada con luz natural), vestuario, efectos especiales, arte, sonido, interpretaciones. ¿No es ese plano nocturno con la ciudad destruida en llamas la imagen más bonita jamás grabada?
Estos días escucharemos a algunos detractores de la película señalando como su punto flojo el guión. Y donde unos ven una debilidad, yo veo una fortaleza, porque convertir algo tan simple como llevar una carta de un punto a otro, en dos trepidantes horas de acción bélica, tiene mucho mérito.
Le Mans '66Por Alberto Corona
Le Mans ‘66 gira en torno a un histórico evento deportivo donde tan importante se revela una amistad masculina fundamentada en los silencios ceñudos como la superación personal, y la construcción de un legado del que tus hijos puedan sentirse orgullosos.
Le Mans ‘66 es, en el fondo, una película extraña, cuya presencia en los Oscar de este año contrasta ferozmente con el resto de las nominadas, muchas de ellas concienciadas con el aquí, el ahora y las guerras culturales derivadas. Lo cual no quiere decir, claro, que la película de James Mangold esté exenta de melancolía. Los gestos de entereza de Matt Damon, así como los histrionismos de Christian Bale, jamás enmascaran el aire crepuscular de la propuesta. Un desencanto rebosante de dignidad para conciliar la identidad creativa dentro de un aparato capitalista deshumanizador, representado por ese piloto cuyas aspiraciones entran en conflicto con la tajada que sus jefes pretenden sacar de ellas.
Le Mans ‘66 no es sólo la típica película que los Oscar que premiarían hace diez años; también es un tratado de dolorosa pertinencia sobre la asfixia en la que las megacorporaciones sumen a sus activos, importando cada vez menos el individuo y su ejercicio artístico (sí, seguimos hablando de coches), y más los números que pueda generar. Y Le Mans ‘66 sabe mucho de esto. Al fin y al cabo, es la primera película producida por 20th Century Fox (o 20th Century Pictures, como se llama ahora), desde que Disney la compró.
ParásitosPor Laura García
La furia, el humor salvaje y la libertad impregnan cada plano de Parásitos de una crudeza desconcertante y disfrutable. Como era de prever, el valor de la brillante comedia de Bong Joon-ho no ha pasado desapercibido, y llega a los Oscar con el aval de haber ganado la Palma de Oro en Cannes y el Globo de Oro a la Mejor película de habla no inglesa. En ella, la denuncia social y la crítica al capitalismo apalean al espectador a base de crear situaciones de una tensión casi insoportable, disfrazada de escenas a veces caricaturescas que muestran lo peor del ser humano disfrutando, demasiado, en el intento.
Parásitos es una película que se queda en la retina y en el corazón, en forma de recuerdo avivado por el absoluto sofoco que provoca. No hacen falta criminales sádicos, grandes dirigentes, bombas ni apenas lágrimas para conseguir interpelar al público como lo hace su director. Los protagonistas son familias de diferentes clases sociales que actúan por pura pertenencia a las mismas, y con cuya convivencia el director nos regala una historia poderosa, adictiva y parasitaria. Por eso, y por la genuina mansión en la que tiene lugar, debería, sin duda, llevarse la estatuilla.
Érase una vez... en HollywoodPor Lorenzo Ayuso
En su bello análisis de Érase una vez en... Hollywood, Marco Antonio Núñez proponía una definición del corpus tarantiniano como una "cruzada por una justicia diferida" que retuerce, cuando no bifurca directamente, el tiempo de la Historia. Igual que F. W. Murnau le ofreció a El último un "improbable epílogo" para remendar las insalvables tragedias sufridas, Quentin convoca sueños imposibles con los que sanear la memoria colectiva: así como borra el omnipresente rostro de Hitler en una tormenta de perdigones, hace renacer al Django desencadenado tras un Big Bang de dinamita como una figura supraterrenal, eterna.
La novena de Tarantino continúa ese trabajo bastardo: la publicitadísima jeró de Charles Manson apenas recibe una atención distraída de unos segundos, mientras que los asesinos a los que conjuró un 9 de agosto de 1969 ven sus rasgos descorporizados a manos de uno de esos especialistas acostumbrados a no merecer una identidad, mucho menos un reconocimiento.
Pero a su vez, insiste en evocar la humanidad de las grandes leyendas: del invencible Bruce Lee, capaz de sucumbir a la arrogancia; al siempre atrayente Steve McQueen, como resignado (incluso desastrado) pretendiente de una Sharon Tate a quien las crónicas habían reducido a simple operador narrativo y a la que aquí se reivindica incluso enfrentando su imagen real a la de su entusiasta doppelgänger (Margot Robbie).
En uno de sus mayores actos de modestia como director, Tarantino decide que la única justicia posible para la víctima no es sino dejarla vivir ajena a sus arrebatos, dejarla vivir aunque sea solo durante 161 minutos que luego nos resultarán insuficientes. Érase una vez en... Hollywood es sin duda su película más amarga, porque reconoce que ni el cine, aun con el poder reparador de sus imágenes, podrá cambiar la Historia. Solo queda soñar. California dreamin'.
Jojo RabbitPor Mónica Zas
Hace 20 años, la película italiana que se atrevió a abordar el Holocausto desde cierta perspectiva cómica hizo historia en unos premios tendentes al masoquismo. Lo que gusta un drama al jurado de los Oscar es fácilmente comprobable de un vistazo. Por eso La vida es bella consiguió un doble triunfo rebajando la intensidad de las nominaciones y permitiéndose hacer chistes a costa de un episodio espeluznante de la historia reciente. Jojo Rabbit consigue la misma proeza dos décadas después y en un contexto de auge de la extrema derecha que la vuelve más oportuna que nunca.
Por otra parte, la ridiculización de las juventudes nazis y el fanatismo barato que llevaban a gala funciona por su verosimilitud a la vez que divierte. Todo eso gracias a un pequeño diamante (no en bruto, porque el actor Roman Griffin ya está bastante pulido) que lleva sobre sus diminutos hombros el peso cómico y dramático de la candidata más delirante.
Jojo Rabbit sería una feliz sorpresa como ganadora del gran premio y pondría una nota de luz y color al negro palmarés de los últimos años. Sin mencionar a Scarlett Johanson. Si hubiese que elegir un Oscar para ella, sin duda sería por su papel de madre de este pequeño Hitler: divertida, brillante y valiente mujer que no duda en mirar a un tigre a los ojos ni en esconder a una joven judía de las garras de la Gestapo.