¿Qué efecto han tenido las políticas económicas en la renta de las familias? Si se atiende a la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, cuya última edición se publicó a finales de febrero, la respuesta es que las medidas han sido un éxito. La Contabilidad Nacional proporciona, en cambio, un panorama sustancialmente peor
Tras la revisión del PIB no se acaban las incógnitas
Primero con motivo del mantenimiento de rentas durante la pandemia y posteriormente con distintas medidas que van desde la creación del Ingreso Mínimo Vital (IMV), la actualización automática de las pensiones y las subidas del salario mínimo, han sido numerosas las actuaciones de política económica desde 2019.
Como saben los lectores de nuestros artículos, creemos que la Contabilidad Nacional (CN) ha subestimado seriamente el crecimiento de la economía española entre 2019 y 2022. Y la reciente revisión de septiembre de 2024 sólo ha paliado levemente el problema. Una consecuencia de este bajo y anómalo crecimiento del PIB entre 2019 y 2022 es la imposibilidad de apreciar, en el marco de la CN, los avances que se observan en la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) tanto en la renta de las familias como en la reducción de la desigualdad y de la pobreza.
Como ilustra el gráfico adjunto, hasta 2019 la renta disponible por persona de la ECV y la de la CN se movían en paralelo, pero a partir de la pandemia la sintonía se pierde: en la CN la renta disponible por persona crece un 5,9% (antes de la última revisión, un 4,1%) mientras que según la ECV crece un 14,6%.
¿Por qué utilizar la ECV? El objetivo principal de la ECV es el conocimiento de la desigualdad y la pobreza en España y las Comunidades Autónomas, pero para ese análisis precisa de información sobre la renta de los hogares, además de otras variables personales de interés como la edad, el sexo, la relación con la actividad, el nivel de formación, la nacionalidad o el tipo de hogar.
Aparte de la riqueza informativa, hay varias razones para confiar en los resultados de la ECV. Destacaremos tres. La primera se encuentra en el origen de la información que captura la ECV. Desde 2013 la encuesta combina la información declarada por las personas y hogares entrevistados con la información aportada por la Agencia Tributaria, las Haciendas Forales y por el Registro de Prestaciones Sociales Públicas que gestiona la Seguridad Social. Esto quiere decir que no debemos considerar a la ECV solo como una encuesta a los hogares más, sino como un instrumento de integración, monitorizado por el INE, de la información de Hacienda y de la Seguridad Social combinada con la aportada directamente por las familias. La segunda razón es la transparencia sobre el origen de la información, sin parangón en la CN anual (que, recordemos, no publica sus fuentes ni sus métodos de estimación). Cada dato de renta en la muestra de la ECV se acompaña de una variable que indica su origen (cuestionario, registro o imputación). Y la tercera es que se puede disponer, para cada componente de la renta, no solo el importe agregado, sino también su distribución por persona o por hogar, elemento imprescindible para el análisis, pero también como instrumento de calibración de su fiabilidad al poderse comparar con otros registros disponibles (por ejemplo, con las distribuciones salariales que proporciona la Agencia Tributaria).
Los principales resultados que ofrece la ECV sobre la evolución de los hogares españoles desde 2019 a 2022, resumidos en el cuadro adjunto, son los siguientes:
La renta disponible media por persona crece un 14,6% y un 13,5% la renta por hogar. Para valorar adecuadamente estas tasas debe recordarse que el IPC crece un 11,4% en este periodo, así que estamos ante una mejora real en la renta de las familias, una ganancia en el poder adquisitivo de la renta. La renta por persona a precios constantes crece un 2,9% y la renta por hogar un 1,9%. La diferencia entre el crecimiento por persona y por hogar se debe a que la población crece un 1% en este periodo mientras que el número de hogares crece un 2% y este dinamismo en la creación de hogares puede verse como un reflejo de la mejoría de las condiciones económicas de las personas.
La desigualdad en la distribución de la renta, medida por la ratio S80/S20 (renta media del quintil superior sobre la del quintil inferior) o por el Índice de Gini, se reduce en este periodo. El porcentaje de población en riesgo de pobreza, con ingresos inferiores al 60% de la renta mediana, se reduce desde el 21% al 20,2%. Además, el porcentaje de población (de 0 a 65 años) viviendo en hogares de baja intensidad en el empleo se reduce del 10% al 8,4%. Para entender este resultado hay que tener presente que la propia ECV permite aproximar la ocupación con el número de personas que en cada año perciben retribuciones por cuenta propia o/y ajena. Esta población crece un 4,2% entre 2019 y 2022, en sintonía con el crecimiento del 3,9% en la ocupación que arroja la EPA. Esta es otra gran diferencia entre la ECV y la CN ya que, incluso tras la reciente revisión, el número de personas ocupadas crece en la CN sólo un 1,5% en el periodo (0,6% antes). En conjunto, el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social (tasa AROPE) se reduce del 27% al 26,5%: unas 100 mil personas. Sólo el porcentaje de población con carencia material severa, estudiado con detalle en FUNCAS, crece en este periodo. Pero debe recordarse el carácter subjetivo de este componente de la tasa AROPE, y también el desfase entre el crecimiento de los precios (mayor en 2022) y de la renta personal (superior en 2023).
Como se ha dicho, la ECV no tiene como objetivo principal publicar estimaciones de renta, aunque esta variable es fundamental para sus fines. Por ello, en los resultados publicados solo se dan algunos datos sobre la renta (renta disponible por hogar, por persona y por unidad de consumo). Sin embargo, es posible conocer el importe y la composición de la renta de los hogares gracias a los microdatos de hogares y personas que el INE pone en su página web a disposición de los interesados. Esto es lo que permite comparar los datos de la ECV con los publicados por la CN (Cuentas anuales no financieras de los sectores institucionales, sector Hogares) que acaban de revisarse. Los resultados se muestran en el siguiente cuadro.
Los resultados indican que, en todos los componentes de la renta, salvo en las prestaciones sociales, los crecimientos entre 2019 y 2022 de la ECV superan ampliamente los estimados por la CN. Y no solo eso: en la CN el componente más dinámico entre 2019 y 2022 son las prestaciones sociales, mientras que en la ECV son las rentas ligadas a la actividad económica (salarios y renta de la empresa y el arrendamiento). De hecho, la diferencia en estas rentas es abrumadora: según la ECV crecen un 21% entre 2019 y 2022 y según la CN un 10,2%. Dos datos de un mismo organismo que describen Españas completamente distintas, una en la que las políticas se traducen en una mejora de la actividad y de las condiciones económicas de los hogares, y otra en la que solo funciona la transferencia de rentas. ¿Con cuál nos tenemos que quedar?
Una última reflexión se puede hacer a partir del último gráfico, que recoge el crecimiento nominal de la renta bruta entre 2019 y 2022, incluyendo la contribución de las principales partidas (salarios, prestaciones sociales, etc.). Además, se incluyen las diferencias entre los hogares en función de su nivel de renta, agrupándolos por deciles. Ya habrá espacio en otro artículo para desmenuzar esta información, pero por el momento basta incidir en una idea fundamental. Para el decil más pobre, la creación del IMV ha sido el motor fundamental para aumentar su bienestar. Sin embargo, para el 90% restante la contribución decisiva ha venido de la mano del aumento de los ingresos salariales, de las pensiones y de las rentas de los autónomos. Crecimiento y redistribución han ido de la mano durante estos tres años.