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La factura mundial por catástrofes climáticas se dispara hasta cerca de 300.000 millones en 2024

La factura mundial por catástrofes climáticas se dispara hasta cerca de 300.000 millones en 2024

Los costes por eventos meteorológicos extremos superaron los 310.000 millones de dólares en 2024, tras alcanzar 2 billones entre 2014 y 2023, y consolidan la tendencia alcista en vísperas de la llegada de Trump

La DANA, entre las diez catástrofes climáticas globales con mayor impacto económico de 2024

Los costes por eventos meteorológicos extremos en todo el mundo superaron los 310.000 millones de dólares en 2024 (más de 296.000 millones de euros, al cambio actual), según estimaciones de Swiss Re Institute, consolidando una tendencia alcista en paralelo al incremento de la temperatura global del planeta.

En 2024, marcado en España por la trágica DANA de la Comunidad Valenciana, que dejó 216 muertos solo en esa región, las catástrofes no eludieron ningún continente. Kenia perdió 225 vidas humanas y soportó desplazamientos de 212.600 personas por inundaciones. El país, con elevados índices de polución, venía de encadenar cuatro estaciones con una de las peores sequías de su historia reciente, plagada de calor extremo sin lluvias.

El estado brasileño de Río Grande do Sul sufrió las mayores precipitaciones de su historia, con casi un tercio de las lluvias que registra cada año de media. Se saldaron con más de un centenar de fallecidos, 130 desaparecidos y casi 400 heridos en 425 poblaciones. En Emiratos Árabes Unidos y Omán, similares inclemencias provocaron inundaciones en el aeropuerto de Dubái desconocidas en 75 años.

En el Sudeste Asiático, olas de calor primaveral con temperaturas desbordadas por el fenómeno de El Niño se cebaron especialmente con Tailandia (más de treinta muertos y récord de demanda eléctrica para conectar aires acondicionados). India tuvo que retrasar varias semanas más el proceso electoral, ya de por sí largo para atender al mayor censo de votantes del planeta en ciudades como Nandyala o Kadapa. El episodio también golpeó a Filipinas, Bangladesh, Austria y Nueva Zelanda, con mercurios rozando los 50 grados centígrados.

La lista de tragedias climáticas de 2024 incluye una sucesión extraordinaria de fuegos destructivos en el Oeste de Canadá con varios días fuera de control, y evacuaciones masivas tras años sin nieve ni precipitaciones. También ciclones como Remal en el estado bengalí de India y Bangladesh, de virulencia máxima, o el huracán Milton sobre Florida y el Caribe, o tornados en territorio estadounidense que perjudicaron a medio millón de personas.

Los análisis del mercado que evalúan los daños que inflige el clima a los economías son ya incorporados por los bancos centrales como parámetro para decidir sus políticas monetarias. Pero la ola no parece ser suficiente para los acólitos del neoliberalismo devotos del negacionismo climático, que minimizan los avances científicos y sus advertencias sobre la proximidad temporal de una atmósfera irrespirable, en vísperas del retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

Las conclusiones de uno de los últimos estudios en calcular la verdadera dimensión de la crisis medioambiental, el de Swiss Re Institute, son demoledoras. Esos 310.000 millones en pérdidas asociadas a eventos atmosféricos extremos en 2024 son equiparables al PIB de Chile o Finlandia.

El think tank de la reaseguradora suiza cifra en 135.000 millones de dólares (unos 130.000 millones de euros) la factura mundial que las firmas del sector han tenido que sufragar en indemnizaciones en 2024. Según sus expertos, es el quinto ejercicio consecutivo de incrementos en los gastos por coberturas a clientes, que en el último lustro han superado siempre los 100.000 millones anuales.

Otro reciente informe de la consultora Oxera para la Cámara de Comercio Internacional de EEUU (ICC, por sus siglas en inglés) situaba los costes globales por el conjunto de tragedias climáticas en los 2 billones de dólares entre 2014 y 2023. Tanto como el valor del PIB de Italia, décima economía del planeta.

Estas magnitudes afectan a una de las industrias más boyantes del planeta, con una facturación de más de 7,2 billones de dólares en 2023 y un incremento esperado del negocio del 7,3% para 2024, según The Business Research Company, firma de datos y análisis de mercado.

Pero son estimaciones que ilustran a la perfección la gravedad del principal riesgo al que se enfrenta la humanidad, en plena cruzada negacionista en países como EEUU. El creciente impacto económico del cambio climático “exige una respuesta de similar velocidad” a los efectos que provoca, proclama John Denton, secretario general de la poderosa institución cameral americana ICC.

Pero los datos que señalan a EEUU, primer mercado global, como el que más indemnizaciones tuvo que cubrir en 2024, más de 50.000 millones, para atender catástrofes, no parecen capaces de cambiar las intenciones del futuro inquilino de la Casa Blanca.

Ya antes del regreso de Trump, marcadamente contrario a las políticas de reducción de las emisiones netas de CO2, la mayor economía mundial ha visto cómo gobernadores republicanos alimentaban en los últimos años esas teorías en el mandato de Joe Biden, ordenando la retirada masiva de valores ESG (sostenibles desde el punto de vista medioambiental) de los fondos de pensiones estatales que manejan sus altos cargos, en respuesta a lo que califican como la “doctrina woke” defensora de la justicia social que tanto defenestran.

Lucha deficiente

El parte de daños de EEUU acaparó dos tercios de la factura aseguradora mundial, lejos de los 13.000 millones de Europa, que destinó esa cifra sobre todo a inundaciones. Una magnitud similar a las pérdidas sufrió la región del Golfo Pérsico. Como recuerda Balz Grollimund, responsable del Área de Catástrofes de Swiss Re y director del estudio, solo hasta septiembre de 2024, la temperatura promedio del planeta se incrementó en 1,54 grados centígrados, por encima del objetivo de los Acuerdos de París para el ecuador del siglo.

El experto de Swiss Re deja un aviso para navegantes que podría ir perfectamente dirigido al daño directo que la Dana propició en la Comunidad Valenciana. Al analizar las “intensas lluvias” que cayeron en Europa, y que generaron las segundas mayores indemnizaciones de su historia, el directivo de la reaseguradora suiza asegura que “la mayoría de los incidentes por causa climática fueron el resultado de las excesivas concentraciones en áreas próximas a grandes ciudades, del crecimiento orgánico de la demografía y de la actividad económica e industrial y el asentamiento de localidades habitadas en zonas de caudales fluviales”. Todo ello fruto de un “urbanismo desaforado”.

A su juicio, “las inversiones destinadas a mitigar y adaptar las medidas de prevención y urgencia deben ser una prioridad”. Recuerda las riadas en República Checa, Polonia y Austria, con repercusiones adicionales en Eslovaquia, Rumanía, Italia y Croacia; las tormentas boreales en la región escandinava; y los devastadores efectos que el excesivo calentamiento del Mediterráneo tuvo en España en las regiones valenciana, castellana-manchega, andaluza y balear.

En alguna de esas latitudes hubo tantas precipitaciones en 8 horas como en el conjunto del año, recuerda Grollimund, para quien “el cambio climático es, indiscutiblemente, el principal y el más determinante culpable de la sucesión de récords anuales de repuntes de daños” y de que “se hayan disparado las coberturas de hogar” contra las inclemencias meteorológicas, que subieron sobre todo en EEUU: un 33% entre 2020 y 2023.

“Tragedia en el horizonte”

“Hay una tragedia en el horizonte que pone en serio peligro las perspectivas de empresarios, políticos y tecnócratas”. “Las autoridades de los organismos de supervisión financiera debemos iniciar una interlocución con los expertos e instituciones medioambientales para hallar soluciones inmediatas”.

Son palabras del economista Mark Carney, doble gobernador del Banco de Canadá entre el colapso crediticio de 2008 y 2013 y del Banco de Inglaterra desde ese año hasta 2020, que describía así en uno de sus últimos discursos como autoridad monetaria británica la urgencia de acometer un viraje transcendental. Con otra lectura clave: “Cada causa necesita líderes”, y los bancos centrales “tenemos que esforzarnos en entender la catástrofe del clima y eludir toda discusión superficial que no contribuya a dar sostenibilidad a las acciones” contra esta emergencia.

Desde entonces, el Banco Central Europeo (BCE), primero, y la Reserva Federal, después, dicen haber incluido en sus diagnósticos modelos de vigilancia sobre los riesgos climáticos y asumido que sus efectos deterioran el crecimiento y la estabilidad de las economías y los mercados financieros. Una línea que luego han seguido el resto de entidades supervisoras anglosajonas.

Entre otras direcciones, en la exigencia de futuros test de estrés de cambio climático para bancos y aseguradoras, como desglosa un paper de la Reserva Federal de Nueva York. En él se identifican activos del sector financiero que resultarían vulnerables a un shock climático, su capacidad actual de resistencia y sus niveles de solvencia y expectativas de capital adecuados para evitar una crisis como la de 2008.

El BCE y la Fed sopesan que los análisis de emergencia climática conformen áreas específicas de investigación dentro de sus servicios de estudios. Pero estos cambios de planteamientos predictivos pueden sufrir un duro revés en menos de tres semanas con el aterrizaje de Trump, con profundas raíces contrarias a la sostenibilidad y a las inversiones con criterios ESG.

El regreso trumpista llega en un momento en el que la transición sostenible empieza a ser más barata y mucho más efectiva, según los analistas consultados por The Economist, porque “se sobreestima la demanda de energía y se subestiman los avances tecnológicos” que favorecen la superación de la huella de carbono en sectores e industrias especialmente contaminantes.

Thomas Kuh, responsable de Estrategia ESG en los Índices de Morningstar, destaca las promesas trumpistas de promover los combustibles fósiles y sepultar los recursos de la Administración Biden en favor de las renovables. Pese a que, afirma, los mercados de capitales fueron un factor esencial del abaratamiento de los costes de las fuentes limpias por su revalorización bursátil, con descensos del 90% en la energía solar y del 70% en la eólica en el último decenio y un “salto innovador” entre los fabricantes de baterías.

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