Luis Tosar, ganador de tres premios Goyas en 25 años de carrera y más de cien títulos a sus espaldas, protagoniza ahora "Intemperie", adaptación al cine de Benito Zambrano sobre la novela de Jesús Carrasco del mismo título, que ahonda en la herida de muchos abusos "que creíamos ya superados".
"El fenómeno del señorito, del cacique, esa estructura que nos parece tan antigua, en realidad sigue funcionando de manera bastante aterradora", opina Tosar en una entrevista con Efe realizada con motivo del estreno de la película en salas comerciales, después de haber pasado por los festivales de Valladolid y Sevilla.
"Hay muchas sentencias de la película que tienen validez hoy en día", comenta el protagonista de "Celda 211"-, desde políticos a caballo haciendo campaña electoral, a otros que "montan una red clientelar que viene siendo un poco de lo mismo: manejar a los trabajadores a tu antojo", con "regalías" a unos y otros, dice, "para manejar el cotarro" a conveniencia.
Habla Tosar de la reciente sentencia de los ERE de Andalucía: "Eso no es servicio público, es abuso de poder y creer que los puestos públicos son tuyos".
Si bien la película tiene innegables lecturas políticas, "Intemperie" es también la historia de una conmovedora amistad entre un pastor que vive al margen de la sociedad y un niño que huye a través del desierto de los abusos del cacique del pueblo, dueño de tierras y personas, quien lanza contra él esbirros a caballo para que le den caza, acusándole de haber robado.
Un "western a la española" que Tosar ha disfrutado doblemente de hacer: porque es un gran "fan" del género y por trabajar con un actor "excepcional, muy profesional, muy trabajador y con un talento exacerbado": el actor Jaime López, de 12 años, descubierto en "Techo y comida" (2015) cuando apenas era un niño.
"Las cosas que yo le he visto hacer no se las he visto a ningún adulto, es brutal cómo entra en la emoción", le piropea Tosar.
Aunque le gustaría hacer un western "de verdad", Tosar ve en "Intemperie" muchos guiños al género. "El bueno, los malos, el niño... Y es también muy shakespiriano, como todos los western, en el sentido de que todo aboca a una tragedia final brutal, con muchas muertes, mucha sangre, mucha catarsis".
Luego, dice, añade "una cierta épica de la soledad, muy propia de las 'vaqueradas', aparte de la propia estética de la película, que es una apuesta muy clara".
Fue un rodaje "durísimo", en escenarios naturales a 40 grados de pleno verano en el desierto granadino, al que Tosar sacó ventaja: "Viene bien porque lo sufres -el calor asfixiante, el polvo, las pulgas- y, como viene, lo vas integrando, no tienes que sugestionarte ni imaginar. Lo hace más real".
La decisión de que Tosar fuera el protagonista hizo que retrasaran el rodaje -tiene en cartel en estos momentos "Quien a hierro mata" y "Ventajas de viajar en tren", además de poner la voz en la animación "El increíble hombre menguante"-, pero sobre todo, explica Tosar mientras calma a su hijo mayor y sostiene en brazos a su bebé de cuatro meses- por la conciliación familiar.
"Por eso he estado haciendo trabajos que me ocuparan poco tiempo, cuatro días con Daniel Calparsoro ("Hasta el cielo"), un poco más con Jaume Balagueró ("Way Down") -ambas por estrenar-, porque quiero disfrutar de mis críos y de mi familia; ahora, la serie de Netflix me lleva más tiempo, porque soy protagonista", apunta en referencia a "Los favoritos de Midas", donde trabaja con Willy Toledo.
El filme es duro, seco, violento, pero no tanto como el libro -Libro del Año para los libreros de Madrid en 2013-, que ha reeditado Seix Barral.
Ambos reflejan la violencia física y psicológica que marcó una época, la de la España de mediados del siglo pasado donde los abusos de poder empezaban por la propia jefatura del estado en los peores momentos del dictador Francisco Franco, y contaminaban la vida cotidiana, aquí arropados por un paisaje árido, hostil y sofocante.