"Unas fronteras fuertes y un nuevo comienzo en materia de migración". Es el lema de las líneas maestras de la presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentadas en julio pasado bajo el epígrafe "La protección de nuestro estilo de vida europeo", una de las seis claves que programáticas que presentó a principios de julio en el Parlamento Europeo.
Fue el 16 de julio, y entonces la Eurocámara asumía a regañadientes el acuerdo sellado por los líderes de la UE y ratificaba a la ministra de Defensa de Angela Merkel: 383 votos a favor –9 por encima de la mayoría necesaria, fundamentalmente de populares, socialdemócratas y liberales–, 327 en contra, 22 abstenciones y un voto nulo.
Pero entonces no hubo polémica con aquel punto de las seis guidelines de Von der Leyen. La polémica ha saltado ahora, cuando de epígrafe de programa de gobierno se ha elevado a vicepresidencia encargada de coordinar la migración.
Entre otras cosas, Von der Leyen decía lo siguiente en julio:
"Necesitamos unas fronteras exteriores fuertes. Una pieza fundamental en esta ambición es el refuerzo de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas. Acordar el próximo marco financiero plurianual a tiempo permitirá dotarnos de un cuerpo permanente de 10 000 guardias de fronteras de Frontex antes de la fecha prevista actualmente, que es 2027. Me gustaría que estos guardias pudiesen actuar en las fronteras exteriores de la UE en 2024".
"Fronteras exteriores fuertes", y guardias europeos actuando fuera "de las fronteras exteriores de la UE". Es lo que prometía Von der Leyen en julio y lo que ha presentado en septiembre. Eso, unido al discurso seguritario de Europa:
"Toda persona que se encuentre en la Unión tiene derecho a sentirse segura en la calle y en su propio hogar. A la hora de proteger a nuestros ciudadanos, no se puede prescindir de ningún medio. Debemos mejorar nuestra cooperación transfronteriza para abordar las lagunas en la lucha contra la delincuencia grave y el terrorismo en Europa".
"Toda persona tiene derecho a sentirse segura en su propio hogar". "Fronteras exteriores fuertes". "Proteger el estilo de vida europeo".
Son tres argumentos que encajan con el porti chiusi [puertos cerrados a quienes huyen del hambre y la guerra], el lema de Matteo Salvini cuando el ultraderechista era el hombre fuerte del Gobierno de Italia.
Un discurso y una narrativa compartida por Viktor Orbán, primer ministro húngaro suspendido por el Partido Popular Europeo por sus problemas con el Estado de Derecho, pero que no tiene reparos en mantenerlo en el Grupo Parlamentario de la Eurocámara.
Y con Orbán, los otros tres países de Visegrado, que no firmaron el Pacto Mundial de la Migración de la ONU: Polonia, Eslovaquia y la República Checa. Pero también Austria, donde hasta que estalló el escándalo de la financiación rusa, gobernaba una coalición de derecha y extrema derecha que no firmó tampoco el Pacto de la Migración.
La democracia cristiana es socia fundadora del actual orden político, económico e institucional europeo. La alianza con la socialdemocracia explica la arquitectura europea tras la Segunda Guerra Mundial, esa búsqueda de un anhelo superador de las dos grandes guerras, de convivencia y de equilibrio entre el modelo soviético y el estadounidense.
El PPE da muestras de agotamiento, y su vigor le llega precisamente de la vehemencia extrema con la migración en el punto de mira: como Orbán, como el austriaco Sebastian Kurz –ex canciller austriaco que aspira revalidar el cargo el 29 de septiembre– y como fue el discurso de Pablo Casado en el congreso del PPE en Helsinki, retorciendo los datos para hablar de la "peor crisis migratoria de la última década". Discursos que tienen mucho que ver con la extrema derecha. No en vano, Orbñan califica a Matteo Salvini de "héroe" ante los migrantes. "Héroe".
Esa es una pulsión fuerte en el PPE: la de los discursos concomitantes con la extrema derecha, la de quienes, como intentó en vano la CSU para frenar a la AfD, imita argumentarios ultras. Antes, en el PPE, era cosa de la Forza Italia de Silvio Berlusconi. Ahora, además, aparecen nuevos líderes como Kurz y Casado –cortejados por el movimiento de extrema derecha europeo que intentó en vano lanzar Steve Bannon–; y otros como Orbán, quien a colocado a uno de los suyos, Laslo Trocsanyia, ex ministro de Justicia en un país investigado por estar en peligro la separación de poderes, como comisario de Vecindad y Ampliación.
A esa pulsión se oponen otros, como el presidente del Consejo Europeo saliente, el polaco de orden Donald Tusk, que en noviembre pasado en Helsinki hizo discurso corto y conciso mirando de reojo al ala derechista de su familia:
"Si estás en contra del Estado de derecho y el poder judicial independiente, no eres un demócrata cristiano; si no te gusta la prensa libre y las ONG, si toleras la xenofobia, la homofobia, el nacionalismo y el antisemitismo, no eres un demócrata cristiano; si colocas al Estado y la nación en contra o por encima de la libertad y la dignidad del individuo, no eres un demócrata cristiano; si deseas conflictos y divisiones a nivel mundial y dentro de la Unión Europea, no eres un demócrata cristiano; si apoyas a Putin y atacas a Ucrania, si estás a favor del agresor y en contra de la víctima, no eres un demócrata cristiano; si quieres reemplazar el modelo occidental de democracia liberal por un modelo oriental de "democracia autoritaria", no eres un demócrata cristiano. Me gustaría creer que todos los que estamos aquí deseamos permanecer fieles a los ideales de la verdadera democracia cristiana".
Y en ese proteger el estilo de vida europeo, el equipo de Von der Leyen intenta responder con la cara y no la cruz de su discurso, con "los valores y principios" de la UE, con lo mismo que se quedaron muchos liberales y socialdemócratas en julio, en el sentido de que, en esa tensión interna de los populares y por agraciar al centro izquierda, en realidad se estaba aludiendo a Hungría, Polonia y el resto de países que acostumbran a saltarse mínimos democráticos y están sujetos a procedimientos comunitarios por ello.
La portavoz de la Comisión Europea y participante del equipo de transición de Von der Leyen, Mina Andreeva, ha justificado el nombre de Proteger el estilo de vida europeo citando el artículo 2 del Tratado de la UE, que dice así:
"La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres".
"La Comisión es la guardiana de los tratados, y la vicepresidencia está pensada para salvaguardar esos valores que recoge el artículo 2 del Tratado. Además", ha proseguido Andreeva, "esa denominación, Proteger el estilo de vida europeo, ya estaba en uno de los seis puntos principales del programa político –guidelines– que leyó Von der Leyen en Estrasburgo cuando fue votada presidenta electa de la Comisión".
Our European Way of Life pic.twitter.com/okSmjC9tjb
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) September 12, 2019Pero todo el mundo en Bruselas está a la espera de que Von der Leyen renombre la polémica presidencia, en manos del comisario griego, Margaritis Schinas. Para eso ha sido convocada por el Parlamento Europeo. Sin embargo, la presidenta electa no dará explicaciones ante el pleno de la Eurocámara por la oposición de populares y liberales, algo que sí han defendido socialdemócratas, verdes y la izquierda unitaria (GUE). Y lo hará con el plan B ofrecido por el presidente de la Eurocámara, David Sassoli (PD/S&D), ante los presidentes de los grupos parlamentarios el próximo 19 de septiembre. En principio, a puerta cerrada, aunque no se excluye la posibilidad de que en el último momento se decida transmitir la reunión por streaming.