La ultraderecha, más cerca del gobierno en Finlandia: sus caballos de batalla para desmontar el legado de Sanna Marin

Casi dos meses después de las elecciones generales, la derecha aún no ha conseguido formar un nuevo gobierno en Finlandia. Petteri Orpo, líder de la formación conservadora Coalición Nacional y ganador de los comicios por un estrecho margen, había prometido que en el mes de junio habría un nuevo primer ministro. Pero las semanas van pasando, en lo que pronto se convertirán en las negociaciones más largas en la historia reciente del país, y los partidos del bloque de derechas no han encontrado aún una solución para llegar a un acuerdo.

Sin embargo, Orpo, quien muy probablemente se convertirá en el nuevo primer ministro del país, ha dado señales recientemente que indican que el desenlace de la negociación podría anunciarse en los próximos días. “No subestimo la complejidad de los temas que aún nos quedan por resolver, pero nos acercamos a la línea de meta”, dijo el lunes ante las cámaras de la cadena pública Yle. 

El partido conservador se ha sentado todo este tiempo en la mesa de diálogo para formar un nuevo ejecutivo con el Partido de los Finlandeses, de corte populista y antiinmigración, que quedó en segundo lugar en los comicios. De esta forma, desde un primer momento ha quedado prácticamente descartada la opción de formar un gobierno de frente amplio con los socialdemócratas de la ex primera ministra Sanna Marin, que ya anunció que dejaría de liderar su partido en septiembre.

Para llegar a la mayoría de 101 escaños en el Parlamento, los conservadores y el Partido de los Finlandeses necesitan el apoyo de dos formaciones más pequeñas: el Partido Democratacristiano y el Partido Popular Sueco, ya que en Finlandia rara vez se forman gobiernos en minoría y, en cambio, las grandes coaliciones con más de tres partidos son el panorama político más habitual. 

Tras las imponentes puertas de madera del Säätytalo, el edificio histórico en el centro de Helsinki donde tienen lugar las negociaciones, los cuatro partidos llevan ya más de seis semanas intentando encontrar una cohesión entre ellos. En este tiempo ha habido discusiones acaloradas, acusaciones, e incluso burlas en las redes sociales por parte de miembros de la formación de ultraderecha hacia el Partido Popular Sueco, algo que ha provocado más de una crisis y la amenaza de que las conversaciones se podían romper en cualquier momento.

A pesar de la tensión, principalmente entre los conservadores, los socialdemócratas y el Partido Popular Sueco frente el Partido de los Finlandeses, los analistas y medios de comunicación del país destacan el hermetismo con el que se están llevando a cabo las negociaciones, ya que apenas ha habido filtraciones ni han trascendido detalles de los acuerdos a los que se ha llegado hasta hoy. 

Lo que sí ha trascendido es que en el centro de las negociaciones más duras se encuentran las políticas climáticas y la inmigración, los dos caballos de batalla de la ultraderecha, que no esconde la voluntad de desmontar el legado de políticas progresistas de la anterior legislatura liderada por Marin. 

Parece que ha sido el mayor impedimento para que aún no se haya anunciado un acuerdo de gobierno es intentar suavizar la postura de Riika Purra, la líder del partido de ultraderecha, sobre cómo afrontar la crisis climática y la inmigración.

Hace dos semanas, incluso, las negociaciones quedaron bloqueadas por exigencia de la formación de Purra, que así lo impuso hasta que no se llegara a un consenso en estos dos temas. En particular, las disputas en torno la inmigración se centraban en la voluntad de los conservadores de rebajar el límite del mínimo salarial para los trabajadores de fuera de la Unión Europea (que ahora es de 1.331 euros al mes) para facilitar su contratación y así suplir la falta de mano de obra que sufren muchos sectores en la industria. Esta medida ha sido del todo rechazada por la formación de ultraderecha, que se opone a facilitar la llegada de personas procedentes de fuera de la UE en el país, también con contratos de trabajo. 

En lo que respecta a las políticas contra el cambio climático, la formación de ultraderecha ha repetido durante toda la campaña que uno de sus principales objetivos es abolir el acuerdo alcanzado en la pasada legislatura, por el cual Finlandia aspira a ser un emisor neutro de CO2 y convertirse en la primera sociedad libre de combustibles fósiles en el año 2035. Tras un fin de semana de negociaciones muy largas, las formaciones llegaron a un acuerdo en estos temas que aún no ha trascendido públicamente. Tampoco está aún del todo claro si el Partido Popular Sueco lo respalda por completo. 

El presupuesto en cooperación al desarrollo, en concreto la propuesta del Partido de los Finlandeses de recortarlo significativamente, es otro de los temas espinosos que quedan aún por resolver. Durante la semana pasada, Purra admitió que las posiciones entre los partidos respecto a este tema aún se encuentran muy lejos, en particular con el Partido Popular Sueco, que en las últimas semanas se ha definido como la formación que mantiene una postura más escéptica acerca del acuerdo con la ultraderecha.

También queda la duda sobre si la principal medida económica del partido conservador –recortar 6.000 millones de euros del presupuesto público en los próximos cuatro años para frenar el endeudamiento– es completamente respaldada por las otras tres formaciones. 

Los analistas políticos en Finlandia coinciden en que es aún temprano para analizar qué influencia tendrá la entrada de la ultraderecha en el nuevo gobierno sin saber los detalles del acuerdo.

Aino Tiihonen, experta en ciencias políticas en la Universidad de Tampere, también lo cree. Sí ve una tendencia en los últimos ciclos electorales que se repite no solo en Finlandia, sino también en el resto de países nórdicos.

“Lo hemos visto en Suecia con la entrada del partido Suecia Demócratas, y en Noruega, donde la ultraderecha también está ganando mucha popularidad. En general, estamos entrando en un período en que los socialdemócratas y las políticas progresistas pierden el protagonismo”, concluye la experta.