Ministro de Transportes durante los dos últimos gobiernos, Clément Beaune cayó en desgracia en los días posteriores al voto, en diciembre, de la última ley sobre la inmigración. Se filtró en la prensa que había creado un grupo de WhatsApp con otros miembros del ala izquierda del Ejecutivo, en el que se planteaban dimitir en protesta por la aprobación de una legislación que introducía medidas reivindicadas por la extrema derecha desde hace años. Finalmente, sólo uno se atrevió a dar ese paso, el hasta entonces ministro de Sanidad, Aurélien Rousseau (que ahora se presenta a las legislativas de este fin de semana con el apoyo del Nuevo Frente Popular).
El resto de los miembros del grupo de WhatsApp, incluido Clément Beaune, perdió su puesto cuando unos días después se anunció el nuevo Gobierno de Gabriel Attal. Esta semana, Beaune se lanzó a una difícil campaña express para intentar conservar el escaño por el que fue elegido en 2022, en la 7º circunscripción de París. Su principal amenaza es el candidato del Nuevo Frente Popular, el socialista Emmanuel Grégoire, hasta ahora teniente de alcalde de Anne Hidalgo.
Si Beaune se presenta a las elecciones con los colores del partido de Emmanuel Macron (Renacimiento), el rostro del presidente está ausente del cartel y del material de campaña. Si alguien evoca el nombre del jefe del Estado, son los votantes. Y, normalmente, no para bien. “¿Por qué nos ha hecho esto?”, le interrogaba el miércoles una mujer en el mercado al aire libre de Popincourt, en el este de la capital francesa. “Voté por vosotros la última vez pero ésta ya no puedo; estoy sin dormir por culpa del Frente Nacional [antiguo nombre del partido de Le Pen, hoy Agrupación Nacional o RN por sus siglas en francés]”.
La decisión del presidente Macron de disolver la Asamblea Nacional la noche de las europeas y convocar elecciones legislativas por sorpresa ha generado “incomprensión”, “miedo” y “enfado” en la mayoría de los franceses, según una reciente encuesta de Ipsos. El movimiento de Macron se percibe además como “peligroso”, con una notable excepción: los votantes de Marine Le Pen declararon encarar las elecciones con “esperanza”, “alivio” y “alegría”.
“Al pulsar el botón de la disolución de la Asamblea, se ha ofrecido a esos votantes la perspectiva de una alternativa inmediata, cuando pensaban que iban a tener que esperar otros tres años, hasta la próxima presidencial”, explicó el jueves el director general de Ipsos, Brice Teinturier, en una entrevista en France Inter. Los últimos sondeos, que de momento se centran en la estimación del porcentaje de voto, sitúan en cabeza a Agrupación Nacional (entre 32% y 35%), que mantendría el impulso logrado en las europeas.
Le sigue la alianza de fuerzas de izquierda, el Nuevo Frente Popular (alrededor del 29%) y la coalición presidencial en el tercer puesto con bastante terreno perdido (19,5%). “Desde el punto de vista de Juntos por la República [coalición alrededor de Emmanuel Macron] la perspectiva es terrible porque se mantienen lejos de los otros bloques y ese resultado va a ser decisivo de cara a los duelos de la segunda vuelta”, señaló Teinturier.
Juego de alianzasPorque este domingo no se resolverá la composición de la próxima Asamblea Nacional, sino simplemente se decidirá qué candidatos han recibido suficientes votos en su circunscripción para calificarse para la segunda vuelta, que se disputará el 7 de julio. Sólo entonces se conocerá definitivamente la composición de los 577 escaños de la Asamblea Nacional, la cámara baja del Parlamento francés, que marcará quién puede dirigir el próximo Gobierno.
Para ello, los movimientos que comenzarán a discutirse desde la mañana del lunes serán cruciales. En particular los candidatos que acaben la primera vuelta en tercera posición, en circunscripciones en las que la extrema derecha tenga opciones de victoria. En esos casos, la regla general en ocasiones anteriores dictaba que candidatos moderados de derecha e izquierda retiraban su candidatura y pedían el voto para el candidato que se enfrentaba con la extrema derecha.
En el contexto actual, con los porcentajes de intención de voto que auguran las encuestas, la única posibilidad de que el partido de Marine Le Pen no consiga una amplia mayoría de escaños es que los votantes de todas las otras tendencias políticas se activen para impedir la victoria del candidato RN en la segunda vuelta. Sin embargo, ese cordón sanitario contra la extrema derecha se ha ido debilitando. La última etapa de su erosión tiene que ver con un proceso de demonización de Francia Insumisa, que ha corrido paralelo a la estrategia de normalización de Marine Le Pen.
Tendencias que se han visto aceleradas por la mayoría presidencial. Emmanuel Macron y su primer ministro, Gabriel Attal, han optado por una estrategia electoral basada en plantear las legislativas como una lucha entre el centro y los extremos que, según ha dicho el presidente esta semana, pueden llevar al país a “la guerra civil”. Eso implica presentar a Francia Insumisa como un partido “extremista” al mismo nivel que el de Marine Le Pen.
Y significa también que en aquellas circunscripciones en las que la segunda vuelta se decida entre un candidato de la extrema derecha y de Francia Insumisa, la consigna general de Macron a sus candidatos es no pedir el voto “ni a favor ni en contra” de ninguno de los dos. Una de las pocas excepciones en este sentido ha sido el propio Clément Beaune, que sí ha afirmado que votaría sin dudar a LFI para evitar la llegada al poder de la extrema derecha.
En caso de duelo con otro partido de izquierda (socialistas, ecologistas o comunistas), los dirigentes de la coalición macronista sí reclamarán que se active el voto contra la extrema derecha y es previsible que retiren su candidato, si éste llega tercero.
Incertidumbre en los resultadosDe manera similar los partidos progresistas ya han anunciado que en aquellas circunscripciones en las que lleguen terceros y crean que otra fuerza política puede batir a la extrema derecha, se retirarán y pedirán el voto para bloquear la llegada del partido de Marine Le Pen al poder. En el caso de socialistas, ecologistas y comunistas lo harán retirando a su candidato y llamando a votar por candidatos de la derecha moderada o de la mayoría presidencial.
En Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon y Manuel Bompard han explicado que lo harán solicitando que “ningún voto insumiso vaya a RN”, aunque sin pedir directamente que se vote por el candidato macronista.
El previsible aumento de la participación electoral respecto a 2022 añade incertidumbre a los resultados de la primera vuelta. La participación a las 12 del mediodía se ha situado en el 25,90%, 7,5 puntos más que la que se registró a esta misma hora en 2022. A mayor participación, mayores serán también las circunscripciones en las que tres —o incluso cuatro— candidatos alcancen la segunda vuelta (a la que acceden los candidatos con más del 12,5% de los votos emitidos). En 2022, debido a la baja participación, sólo fueron posibles 8 contiendas triangulares en las 577 elecciones, pero este año habrá muchas más.
Otro punto de incertidumbre es la presencia de candidatos de la derecha moderada en la segunda vuelta, y la postura de sus votantes ante los duelos que se planteen el domingo 7. La decisión de su presidente, Éric Ciotti, de aliarse con la extrema derecha, en contra del resto de miembros de la formación, ha creado un cisma que ha llegado a los tribunales.
Y aunque el rechazo a cualquier apoyo con Francia Insumisa parece unánime entre los miembros del partido, el comportamiento de los votantes en la segunda vuelta cuando haya presentes candidatos de extrema derecha es una incógnita, especialmente en ausencia de un líder claro.