Autores de todo el mundo se han unido para poner en práctica y exigir un boicot cultural, asegurando que el sector editorial puede jugar un papel en este conflicto
Cientos de escritores, editores y otros trabajadores del sector editoral han firmado una carta pública en la que aseguran que no trabajarán con “instituciones culturales israelíes que sean cómplices o hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos”.
Autores como Michelle Alexander, Fatima Bhutto, Judith Butler, Annie Ernaux, Abdulrazak Gurnah, Marilyn Hacker, Naomi Klein, Owen Jones, Valeria Luiselli, Carmen Maria Machado, Hisham Matar, China Miéville, Pankaj Mishra, Viet Thanh Nguyen, Tea Obreht, Max Porter, Casey Plett, Derecka Purnell, Sally Rooney, Jacqueline Rose, Arundhati Roy, Cecilia Vicuña y muchos otros han firmado el documento, ante “la crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI”.
Ante esa crisis, los autores y autoras creen que tienen un papel que desempeñar: “No podemos en conciencia comprometernos con las instituciones israelíes sin cuestionar su relación con el apartheid y el desplazamiento”, afirman en la carta, recordando que esa “fue la postura adoptada por innumerables autores contra Sudáfrica; fue su contribución a la lucha contra el apartheid allí”.
En el texto establecen lo siguiente:
No trabajaremos con instituciones culturales israelíes que sean cómplices o hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos. No cooperaremos con instituciones israelíes, incluidas editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones que:
Trabajar con estas instituciones es perjudicar a los palestinos, por lo que pedimos a nuestros colegas escritores, traductores, ilustradores y trabajadores del libro que se unan a nosotros en este compromiso. Pedimos a nuestros editores, redactores y agentes que se unan a nosotros para adoptar una postura, reconocer nuestra propia implicación, nuestra propia responsabilidad moral y dejar de colaborar con el Estado israelí y con instituciones israelíes cómplices.
Los firmantes justifican la postura adoptada por la guerra de Gaza, en la que “no es posible saber exactamente cuántos palestinos ha matado Israel desde octubre de 2023, porque Israel ha destruido todas las infraestructuras, incluida la capacidad de contar y enterrar a los muertos”. Según las autoridades locales, más de 43.000 palestinos han fallecido en poco más de un año, de los cuales más de 17.000 eran niños y niñas.
Así lo argumentan:
Se trata de un genocidio, como llevan meses afirmando destacados expertos e instituciones. Los funcionarios israelíes hablan sin rodeos de sus motivaciones para eliminar a la población de Gaza, imposibilitar la creación de un Estado palestino y apoderarse de tierras palestinas. Todo ello tras 75 años de desplazamiento, limpieza étnica y apartheid.
La cultura ha desempeñado un papel integral en la normalización de estas injusticias. Las instituciones culturales israelíes, que a menudo trabajan directamente con el Estado, han sido cruciales para ofuscar, disfrazar y blanquear con arte (artwashing) el desposeimiento y la opresión de millones de palestinos durante décadas.