El resultado de las elecciones presidenciales de este martes afectará a los derechos de las mujeres, los impuestos, los inmigrantes, las guerras en Europa y Oriente Próximo y el futuro de la democracia. Estos son los detalles de las dos direcciones opuestas
Así están las encuestas en EEUU: la batalla entre Harris y Trump se juega en los estados clave por un puñado de votos
Qué hará Harris si gana... y qué hara Trump. Ilustración de Guillermo Lara
Este martes 5 de noviembre se celebran algo más que unas elecciones presidenciales. Los estadounidenses eligen entre dos realidades muy diferentes para su país y para el resto del mundo: lo que podría parecerse a un régimen autoritario o lo que seguiría siendo una democracia pese a sus defectos y fracturas.
De un lado, Donald Trump, que dice querer ser un dictador, amenaza a los rivales políticos con la persecución judicial y el ejército, pretende desmantelar la Administración pública y es descrito como “un fascista” por los miembros de su gabinete en su primer mandato y por las voces más expertas en la historia del fascismo, el comunismo y el nazismo, entre ellas Anne Applebaum y Robert Paxton. Del otro, Kamala Harris, que intenta representar una nueva era dejando atrás la política de intensa división cultural y política de la última década y a la vez ofrece una política continuista en gasto público y relaciones internacionales, pero incluyendo voces más variadas en la toma de decisiones dentro y fuera del país.
Economía
Casi en cualquier carretera o ciudad de Estados Unidos se ven hoy obras en marcha, muchas financiadas con uno de los programas más expansivos de gasto público desde la posguerra, el de la Administración Biden. “Biden ha aprobado más programas nacionales nuevos que ningún otro presidente desde Lyndon Johnson, tal vez desde Franklin Roosevelt”, escribe Nick Lemann en el New Yorker, que destaca además que Biden ha sido el primer presidente en “tratar el Gobierno como un arquitecto y árbitro de los mercados, en lugar de un corrector de los excesos después de que han pasado”.
Harris propone seguir con los planes de gasto público y un papel central para el Estado más parecido a la socialdemocracia europea. Entre sus medidas de mayor cobertura sanitaria, está la de dar más apoyo a las personas que se ocupan del cuidado de familiares y otras personas enfermas o mayores. También insiste en algunas políticas que durante años ha defendido la izquierda de su partido como la expansión de las ayudas para el cuidado infantil.
Como ya sugirió la actual Administración, Harris planea subidas de impuestos a los más ricos para recaudar 4,5 billones de euros más en impuestos en la próxima década a través de subidas a quienes ganen más de 370.000 euros al año, las grandes fortunas y corporaciones. También propone vigilar los acuerdos de precios entre grandes cadenas de supermercados y otros bienes de necesidad básica.
Inmigración
Harris promete seguir con las deportaciones en la frontera y apoya un plan republicano que mantiene como delito entrar de manera no autorizada en Estados Unidos. A la vez, también ofrece nuevos caminos para conseguir la ciudadanía, sobre todo para personas que llevan años viviendo en Estados Unidos sin permiso.
La opinión pública, también a la izquierda, ha girado a posiciones más críticas sobre la inmigración en los últimos años. Y con ello también el mensaje de los demócratas. El 55% de la población quiere que se reduzca el número de inmigrantes en el país, el porcentaje más alto desde 2001, según una encuesta de Gallup. A la vez, la mayoría apoya que haya un camino para la ciudadanía incluso para los que llegaron a Estados Unidos de forma ilegal si llevan años viviendo en el país.
Derechos reproductivos
Harris es la candidata presidencial que ha hablado de manera más explícita sobre la protección del derecho al aborto y otros derechos reproductivos de las mujeres. A la vez, su margen de maniobra como presidenta para protegerlo sería limitado mientras el Congreso esté en parte o incluso totalmente en manos de los republicanos.
Para conseguir que el derecho al aborto estuviera de nuevo protegido en todo el país haría falta una ley federal que invalidara la sentencia del Tribunal Supremo que acabó con este derecho establecido desde 1973 por la sentencia Roe v. Wade.
“No existe una varita mágica que otra Administración demócrata pueda agitar para devolver el derecho constitucional al aborto. Tendría que ser aprobado por el Congreso”, explica a elDiario.es Lisa Lerer, periodista política del New York Times y autora del libro de referencia sobre el movimiento conservador detrás de la anulación de la sentencia, The Fall of Roe. “Es poco probable que los márgenes favorezcan a los demócratas de una manera lo suficientemente amplia debido al requerimiento de una mayoría cualificada en el Senado [se necesita una mayoría de al menos 60 de los 100 senadores para aprobar una ley]”.
Lo que puede hacer desde el Gobierno es defender el acceso a anticonceptivos -de momento, el Supremo ha apoyado en estos a la actual Administración-, proteger a las trabajadoras públicas y defender los derechos de las menores tuteladas por el Estado, por ejemplo las refugiadas.
A largo plazo, como presidenta, Harris podría nombrar a jueces del Supremo, si hay una vacante. Esto tendría un efecto para futuros casos que puedan llegar a la corte, que ahora mismo controlan los jueces conservadores con una mayoría de seis a tres.
Nombrar a cualquier juez podría ser en todo caso también una tarea difícil por la oposición de republicanos cada vez más conservadores en las dos cámaras y con capacidad de bloqueo en el Senado.
Ucrania y la OTAN
El 19 de febrero de 2022, cuatro días después de la invasión a gran escala de Ucrania, Harris estaba en Munich, en la conferencia de seguridad que se celebra allí todos los años. Allí se reunió con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y le repitió con crudeza lo que decía la información de la que ya advertía también en público el Gobierno de Estados Unidos: Vladímir Putin iba a invadir su país. Harris también le dijo a Zelenski que su vida peligraba y le preguntó cuál era el plan si lo mataban.
Dos años después, de nuevo en Munich, Harris se reunió con Yulia Navalnaya para ofrecerle consuelo por el asesinato de su marido en una cárcel de Siberia. En agosto, unas horas después del acuerdo para la liberación de presos en cárceles rusas donde podría haber estado Navalni, Harris llamó a Yulia.
Para Harris, que tenía hasta que fue vicepresidenta poca experiencia en política exterior, la guerra en Ucrania ha sido la primera gran crisis internacional en la que ha estado más implicada también de manera personal.
Si gana, se puede esperar continuidad en el apoyo a Ucrania y a los otros aliados europeos potencialmente vulnerables a los deseos expansionistas rusos. A diferencia de su contrincante, no cuestiona la existencia de la OTAN ni la alianza con la UE. En una posible negociación de paz, Estados Unidos estaría del lado de Ucrania y de los aliados europeos.
Guerra de Gaza y Oriente Próximo
Uno de los cambios sustanciales respecto a Biden pasaría por el relevo del equipo que ha fracasado en el último año en los intentos de negociación de un alto el fuego en Gaza y en la contención del conflicto para evitar que se extendiera a Líbano o Irán, como en cambio sí ha sucedido.
Tras la congelación de cualquier intento por la proximidad de las elecciones, una nueva Administración tendrá la oportunidad para presionar al Gobierno de Benjamin Netanyahu. En una entrevista hace unos días, Harris evitó describir al primer ministro como un aliado e insistió en que la alianza principal de Estados Unidos era con “el pueblo israelí”.
Entre quienes suenan como posibles secretarios de Estado de Harris está Chris Murphy, senador demócrata y presidente de la comisión de Exteriores centrada en Oriente Próximo, según el Wall Street Journal. Murphy, además de la guerra en Gaza y Líbano, tiene especial interés en negociar una salida para la guerra en Yemen.
Harris ha dado señales de que se centraría en impulsar una solución diplomática que incluyera a más actores de la región. “No es una solución de dos estados, es una solución de 23 estados”, dijo al Financial Times hace unos días Chris Coons, senador demócrata cercano a Harris.
Harris no insiste tanto en el conflicto entre democracias y autocracias como Biden y mira a las relaciones internacionales de parecida a la de otro fiscal que se pasó a la política, el primer ministro británico, Keir Starmer: es decir, habla en particular del respeto o no de la legislación internacional.
Persecución interna
El candidato republicano amenaza abiertamente con utilizar el Departamento de Justicia para perseguir a Joe Biden y a su familia, pese a que años de intentos por parte de la Cámara de Representantes de mayoría republicana han quedado en nada. Trump también ha mencionado por el nombre a Nancy Pelosi y su esposo y a varios senadores demócratas. Trump llama a los demócratas “el enemigo dentro”. Este viernes, el candidato republicano fantaseó durante un mitin político con la idea de que la exsenadora republicana Liz Cheney estuviera ante un pelotón de fusilamiento. Cheney, que ha apoyado ahora a Harris, fue una de las pocas en su partido que se enfrentó a Trump y apoyó su destitución tras el asalto al Capitolio.
En su anterior mandato, dirigió al Gobierno para perseguir a periodistas y críticos, como el antiguo jefe del FBI, James Comey, que fue sometido a una intensa inspección de Hacienda que acabó en que le devolvieron dinero porque había pagado de más. Según una investigación de la radio pública NPR, desde 2022, Trump ha amenazado en más de 100 ocasiones con investigar, perseguir, encarcelar o castigar de otra forma a sus “percibidos como enemigos”.
Trump quiere concentrar más poder en la figura del presidente, poner más agencias bajo su control directo y eliminar protección para los funcionarios públicos y así purgar los que no considera “fieles”. A su antiguo gabinete ya le dijo que necesitaba “generales como los que tenía Hitler” que ejecutaran sus acciones sin cuestionarle.
Parte de sus planes vienen del llamado Proyecto 2025, una agenda diseñada por la conservadora Heritage Foundation y del que Trump se ha intentado distanciar en público, pese a que sus colaboradores actuales están entre sus autores, como ha documentado el New York Times.
Economía
Trump ha dado pocos detalles de políticas concretas más allá de las bajadas de impuestos y la imposición de más aranceles a los bienes fabricados fuera de Estados Unidos.
Ahora sugiere que impondría un 20% extra para cualquier bien o servicio importado, lo que perjudicaría especialmente a socios como la UE y también a los consumidores estadounidenses por el aumento de precios en casa.
Entretanto, su Gobierno ampliaría las bajadas de impuestos para los más ricos que aprobó en 2017, bajaría el impuesto de sociedades e incluso podría suprimir el impuesto sobre la renta federal.
Inmigración
Trump ha prometido deportar a millones de personas aunque lleven viviendo años en Estados Unidos y poner en marcha un plan para hacerlo “el primer día” utilizando una ley de 1798 que permitía detener y limitar hasta la libertad de expresión de cualquier extranjero independientemente de su estatus.
También amenaza con anular el derecho a la ciudadanía estadounidense que tiene cualquier persona que nazca en Estados Unidos, por ejemplo dejando de emitir pasaportes y tarjetas de la seguridad social a grupos de ciudadanos. Ha hablado de hacer “exámenes de ideología” a los inmigrantes musulmanes que intenten mudarse o pidan asilo en Estados Unidos. Y sugiere que retomará la prohibición de entrada para ciudadanos de países de mayoría musulmana, como ya hizo en su primer mandato (los tribunales pararon parte de este decreto, que fue anulado por Joe Biden nada más llegar al poder en 2021).
El nacionalismo cristiano blanco que promueve Trump imita hasta los eslóganes de Ku Klux Klan como “América para los americanos”. En campaña, ha dicho que los inmigrantes tienen “genes malos” y el mitin en el Madison Square Center en Nueva York hace unos días fue un despliegue de insultos contra puertorriqueños, judíos y palestinos, entre otros.
Varias veces durante la campaña ha insistido en difundir la mentira de que los haitianos de Springfield, Ohio, comen mascotas pese a que sus colegas republicanos le han pedido que deje de hacerlo para no provocar la violencia en sus comunidades. Para Anne Applebaum, la historiadora y experta en el autoritarismo de Europa central y del este, la insistencia en la mentira de que los haitianos comen “gatos” simboliza también el abrazo del autoritarismo de sus seguidores.
“Todo el mundo se reía… Y eso me llamó la atención como un ejemplo de la gente mintiendo de una manera en la que, aunque todo el mundo sabe que están mintiendo, el propósito de la mentira era demostrar poder. ‘Podemos mentir. Podemos hacer lo que queramos. Podemos decir lo que queramos sobre estas personas, y no nos afecta”, explica Applebaum en un podcast en el Atlantic, sobre su serie titulada “Autocracia en América”.
Derechos reproductivos
En su primer mandato, Trump logró elegir a tres magistrados para el Tribunal Supremo que, utilizando el poder de la mayoría conservadora, anularon la protección nacional del derecho al aborto vigente desde la sentencia Roe v. Wade de 1973.
Esto ha supuesto permitir que estados con mayorías republicanas impongan restricciones al derecho al aborto y también a la asistencia médica de emergencia a las mujeres, el acceso a anticonceptivos e incluso los tratamientos de fertilidad.
Trump ha preferido evitar concretar sus planes para un asunto que le hace perder votos ya que la mayoría de la población está a favor de la protección del derecho al aborto y la capacidad de las mujeres de decidir. Pero las organizaciones de activistas evangélicos y católicos que le auparon en 2016 y fueron parte de su Administración tienen planes.
“Los aliados de Trump tienen planes para limitar aún más el derecho al aborto si gana. Una de las cosas que tratarían de hacer es usar la Ley Comstock, una ley del siglo XIX que podría interpretarse para criminalizar el aborto con medicamentos, que es como se producen ahora la mayoría de los abortos en Estados Unidos”, explica Lisa Lerer, la autora The Fall of Roe. “Hay personas que entrarían en la Administración que querrían ir mucho más lejos para limitar el derecho al aborto, no sólo en los estados conservadores donde el procedimiento está prohibido en gran medida, sino en lugares más liberales como Nueva York o California, donde está permitido”.
Ucrania y la OTAN
Trump ha expresado admiración por Putin, Viktor Orban y Kim Jong-un, sus referentes como políticos autoritarios. Pero en el caso del presidente ruso, la relación va mucho más allá de unas palabras provocadoras.
Desde que perdió las elecciones en 2020, Trump ha hablado hasta siete veces con Putin, según el nuevo libro de Bob Woodward. La oposición a la ayuda militar a Ucrania ha sido liderada por los republicanos más fieles a él y Trump sugiere que acabaría con la guerra “en 24 horas”, es decir, aceptando las condiciones que quiera imponer Putin. El elegido como vicepresidente, JD Vance, lleva meses repitiendo los argumentos del Kremlin contra Ucrania.
En este contexto, los aliados europeos tendrían poco margen de maniobra, entre otras cosas porque la seguridad europea puede quedar en manos de Francia y Reino Unido, las únicas potencias nucleares en Europa y con recursos mucho más limitados de los que tiene el Pentágono.
“La gran diferencia entre Harris y Trump sería en relación con la OTAN y a otros aliados como Japón y Corea”, explicaba hace unos días en una charla en el centro de estudios americanos de la Universidad de Oxford Peter Feaver, profesor de Políticas de la Universidad de Duke, especialista en las relaciones entre la sociedad y el ejército y ex asesor durante el Gobierno de George W. Bush. “Trump tiene pocas ideas en las que realmente crea, y una de ellas es que los aliados se aprovechan de Estados Unidos”.
De hecho, ya en 1987, durante su primer coqueteo con la idea de presentarse a las elecciones presidenciales, Trump puso un anuncio en el New York Times denunciando el supuesto abuso de los aliados.
Trump ha insistido en que los aliados tienen que subir su presupuesto militar e incluso ha animado a Putin a invadir países que no gasten más (España es el que menos porcentaje de su PIB invierte en gasto militar y uno de los pocos que sigue por debajo del objetivo del 2%). Pero una nueva presidencia de Trump podría ir tan lejos como sacar a Estados Unidos de la OTAN sin que haya una estructura alternativa para defender a los países europeos más vulnerables a los ataques de Rusia.
Según Feaver, “a corto plazo importaría menos de lo que te podrías imaginar. A largo plazo, importaría… por ejemplo si hay un ataque en los países bálticos”. La diferencia esencial, como en cada apartado del nuevo mandato de Trump, es que ya no habría líderes para frenar sus instintos como hicieron en el primer mandato cuando le pararon con sus ideas de usar armas nucleares o disparar a huracanes: “Trump 2.0 sería muy diferente de Trump 1.0. Los factores claves que frenaban a Trump 1.0 serán muy diferentes en Trump 2.0”
Los asesores del primer mandato de Trump venían del establishment republicano tradicional, como Rex Tillerson, James Mattis e incluso un ultraconservador como John Bolton.
Además, como recuerda Feaver, “hay un Congreso diferente. Los republicanos de 2025 no serán los moderados como Paul Ryan y compañía” y todo esto sucede “en un mundo más peligroso” que en 2016.
Guerra de Gaza y Oriente Próximo
Desde la carretera en el condado rural al norte de Pittsburgh, en Pensilvania, se pueden ver anuncios con el mensaje “apoya a Israel, vota a Trump”.
A la vez, en otros estados del Medio Oeste, campañas financiadas por grupos pro-Trump animan a votar para apoyar a los palestinos optando por terceros partidos que le pueden quitar votos a los demócratas.
Netanyahu, que hizo campaña con la imagen de Trump en Israel, no ha escondido su simpatía por el republicano. Como candidato, ahora Trump ha criticado a Biden por “sujetar” a Netanyahu y ha animado a israelí a “terminar el trabajo”.
Como presidente, Trump eliminó la ayuda a la Autoridad Palestina, apoyó la expansión de asentamientos en Cisjordania e impulsó los acuerdos de Abraham para impulsar los lazos entre Israel y otros países de la zona como Arabia Saudí sin contar con los palestinos.