El periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro es el director y fundador de Confidencial, uno de los medios más influyentes del país centroamericano. Pero ya no puede vivir en Nicaragua. Desde el pasado mes de enero organiza el trabajo de su redacción exiliado en Costa Rica, junto a parte de sus compañeros. La rebelión liderada hace casi año y medio por los estudiantes contra el Gobierno de Daniel Ortega ha puesto patas arriba el sistema político, económico y social de Nicaragua. Y también el periodístico.
Chamorro tiene un historia familiar trágica y luminosa. Su padre, Pedro Joaquín Chamorro, también periodista y director de La Prensa, fue asesinado durante la dictadura de Anastasio Somoza en 1978.
Usted está ahora fuera de Nicaragua, pero lógicamente ha seguido los acontecimientos que se han desarrollado en los últimos años en el país. ¿Cómo describiría la situación actual?
Nicaragua está viviendo una crisis terminal de la dictadura de Daniel Ortega. Eso no quiere decir que vaya a tener un desenlace inminente o inmediato. Lo que quiero decir es que es un régimen que en los últimos 17 meses, después de haber enfrentado una rebelión cívica, la aplastó con un despliegue masivo de violencia estatal y eso lo ha inhabilitado. Se rompieron todas las alianzas que le habían permitido gobernar en la última década. La primera, con la población. Tuvo lugar una matanza que ha producido una herida que solo se puede curar con una salida política, con verdad, con justicia. Y por otro lado, esa crisis política ha generado también una recesión económica que no tiene salida si no hay una solución a la crisis política. Nicaragua hoy está en un estado de sitio de facto, es decir, no hay un estado de emergencia, pero en la práctica están conculcados los derechos de reunión, movilización, libertad de prensa, libertad de expresión y sin embargo, se ejercen en resistencia y con represalias, todas las de una dictadura.
Pero Daniel Ortega ganó varias elecciones. En España, para algunos, sigue siendo un poco difícil comprender lo que pasa en Nicaragua, porque se la sitúa aún en el momento de la revolución sandinista…
La revolución terminó en 1990, cuando el Frente Sandinista, que representaba un modelo revolucionario, perdió el poder en una elección que, por cierto, ganó mi madre, Violeta Barrios de Chamorro, con la coalición opositora, la Unión Nacional Opositora.
Ahí se inició en Nicaragua una nueva transición democrática que duró por lo menos 15 o 16 años. Hubo tres gobiernos en esa transición, el de mi madre, el de Arnoldo Alemán y el de Enrique Bolaños. Ortega regresó al poder en 2007. Y no representa una segunda etapa de la revolución. Es un gobierno más que regresa al poder ganando una elección después de haber hecho una serie de arreglos en el sistema electoral tras un pacto con Arnoldo Alemán.
El gobierno de Ortega, que empieza en 2007, solo tiene una referencia simbólica sobre la revolución, porque monopoliza los símbolos del Frente Sandinista.
Pero en términos de gobierno, es un gobierno que le da continuidad a los anteriores en materia de política económica y lo que hace es establecer un régimen corporativista basado en una alianza con los grandes empresarios, violando la ley, violando la Constitución, haciendo fraude electoral. Se consolida y le da al país orden, estabilidad, y crecimiento económico, pero no le da ni democracia ni transparencia. Y todo eso lo hacen a costa de mucha corrupción.
La situación estalla el año pasado con las protestas en la calle encabezadas por miles de estudiantes universitarios y con una represión fortísima por parte del Gobierno de Ortega…
El origen de la ruptura fue la imposición de una reforma unilateral que hace el Gobierno al sistema de Seguridad Social. Pero realmente el detonante, lo que provoca la crisis, es la dimensión de la represión. El régimen había enfrentado desafíos parecidos en momentos anteriores. Sin embargo, en este caso la represión fue tan despiadada, tan generalizada que se produce una ruptura en muchas de las bases principales en las que se sustentaba, empezando por el control que ejercía en las universidades públicas. Fueron los estudiantes de esas universidades, que habían estado cooptados por el sistema y Ortega durante muchos años, los que levantaron la bandera inicial de la verdad, los que sufrieron más duramente la represión. A la de los estudiantes universitarios le siguió una protesta generalizada que estalla en los bastiones políticos que anteriormente habían apoyado tradicionalmente al Frente Sandinista, como la ciudad de Masaya, la ciudad de León, la ciudad de Matagalpa. Se produce la ruptura de la alianza del sector empresarial con el Gobierno... Y ya todos piden derechos para otros sectores de la población que anteriormente no demandaban. Particularmente el derecho a la libre expresión y a la movilización cívica.
Ha pasado casi año y medio ¿cómo está la situación?
A pesar del aplastamiento de las movilizaciones masivas, la ruptura se mantiene. El régimen no ha podido restituir el statu quo anterior. Los empresarios mantienen el distanciamiento con el Gobierno y está surgiendo una propuesta política de cambio. La rebelión nació sin rostro. Fue una rebelión espontánea. Ahora se está formando una coalición política nacional que intentará reunir la diversidad de factores que se sumaron a la rebelión, entre los que no están los partidos políticos. Es la rebelión de los estudiantes, de sectores de la sociedad civil, de los campesinos y también del sector empresarial.
¿Y cuál es la salida de la crisis?
Solo puede ser política y obviamente se busca que sea una salida negociada. Hay algunos puentes. Ortega tenía un acuerdo con la Organización de Estados Americanos para hacer una reforma cosmética del sistema electoral. Lo que se está demandando ahora es una reforma más profunda para ir a elecciones. La oposición pide que se adelanten. Ortega ha dicho que se celebrarán en la fecha que están establecidas, en noviembre del 2021. Será una cosa o la otra, pero si la salida es electoral, lo que el pueblo de Nicaragua está demandando son garantías de que en esas elecciones los votos sean contados debidamente.
Esta situación ha afectado gravemente a la independencia de la prensa en Nicaragua. Y de manera muy singular a usted mismo, que ahora vive exiliado en Costa Rica.
La prensa se convirtió desde el primer momento en blanco de los ataques del régimen. Anteriormente también éramos hostigados, éramos intimidados, pero había cierto grado de tolerancia con la existencia de medios independientes, críticos con el Gobierno. Pero Ortega tenía un nivel de control social y político tan grande que podía tolerar la existencia de una prensa crítica.
En cuando estalló la rebelión, la prensa se convierte en un blanco. Se asesina a periodistas como es el caso de Ángel Gahona. Se incendia Radio Darío. Todo eso en los primeros días. Enseguida llega la censura televisiva. Y al día de hoy se contabilizan más de mil quinientas agresiones de diferente tipo contra la prensa. La más grave de todas fue la criminalización del ejercicio del periodismo con los procesos judiciales que se abrieron contra Miguel Mora y Lucía Pineda. Ellos estuvieron 172 días en la cárcel acusados de instigación al odio, terrorismo y conspiración. La redacción de 100% Noticias fue ocupada por la Policía. Una semana antes, la redacción de Confidencial también fue ocupada. Asaltaron y robaron todo. La diferencia es que yo escapé y me libre de ser capturado. Me fui al exilio a Costa Rica a principios del mes de enero.
Usted es el fundador y director de Confidencial. Desde Costa Rica sigue al frente del sitio ¿Cuánta gente tienen dentro de Nicaragua y cuánta en el exilio?
Somos en total un equipo de 25 personas, incluyendo la parte administrativa, de los cuales ocho estamos en el exterior y 17 en Nicaragua. Mis colegas trabajan desde sus casas con mucha discreción, con un protocolo de seguridad. No tenemos una redacción pública abierta a la población, pero seguimos en línea. El sitio web de Confidencial, a pesar de que ocuparon nuestra redacción, nunca lo han silenciado. Hemos estado en línea todo el tiempo. Sí nos retiraron los dos programas de televisión que hacíamos. Yo empecé a producirlos desde Costa Rica, hasta que a mediados de febrero se impuso una censura de facto en Nicaragua. A partir de entonces transmitimos solamente a través de YouTube y Facebook. Nuestro canal de YouTube tenía en abril de 2018 veinte mil suscriptores, hoy tiene 153.000.
¿Las redes sociales han sido fundamentales para derrotar la censura televisiva en Nicaragua y la censura en general?
Es un punto fundamental. Hay más de 70 periodistas exiliados en Costa Rica, en Estados Unidos, en España, en El Salvador y en otros países, y muchos se han reinventado. Han surgido como 15 nuevos medios digitales... Ha habido una agresión continua del régimen, pero creo que han fracasado. El aparato mediático que construyó la familia Ortega, con cuatro canales de televisión y un número más grande de emisoras de radio es absolutamente inútil, no tienen credibilidad y no tienen influencia en el debate de la opinión pública.
Esa presión a la prensa se ha extendido a los diarios impresos tradicionales.
Los periódicos enfrentan 59 semanas de bloqueo aduanero. Ellos han pagado sus impuestos, han importado papel, tinta y otro tipo de insumos, pero están bloqueados en la aduana. El Nuevo Diario cerró su circulación la semana pasada, pero no sólo cerró su edición impresa, también su edición digital. Explicaron que lo hicieron por problemas económicos y logísticos. Hoy hay versiones que también indican que el grupo económico propietario de este medio ha sido presionado y amenazado por el régimen. Y el otro periódico, La Prensa, pasa por una situación similar. Ha reducido sus ediciones impresas a seis páginas, pero mantiene su edición digital.
¿Qué papel está jugando la poderosa Iglesia Católica de Nicaragua en el conflicto?
Ha habido un pronunciamiento de la Compañía de Jesús, ha habido un pronunciamiento de la Archidiócesis de Managua condenando la criminalización de la protesta. La Iglesia Católica es hoy la institución más creíble de Nicaragua y en segundo orden, los medios de comunicación. La credibilidad de la Iglesia surge del posicionamiento de figuras como el obispo Silvio Báez, que fue llevado a Roma por el papa Francisco, y para los nicaragüenses es un exilio forzoso que se le impuso porque el obispo Báez, el obispo Álvarez, el padre Román y muchas otras figuras de la Iglesia Católica han tomado partido abiertamente por las víctimas, han tomado partido por la demanda de verdad y la demanda de justicia.