Salem fue amigo, asesor y ministro del presidente Bashar Al Asad durante la guerra, aunque las nuevas autoridades toleran su presencia. "La pobreza hizo que cayera", dice en una entrevista con elDiario.es
Los sirios de la frontera con Israel, ante el avance de sus tropas: “No nos vamos a ir de nuestras casas”
Amr Salem (Damasco, 1958) es un hombre alto e imponente, su frente es tan ancha como los recuerdos y secretos que guarda desde que fue asesor del presidente Bashar Al Asad en 2005.
Ambos se conocieron antes de que éste llegara al poder en 2000 y antes de que Salem se marchara de Siria a Estados Unidos para trabajar en Microsoft en 1997.
En ese país adquirió experiencia en gestión y administración y volvió con unas ideas económicas mucho más cercanas al capitalismo que al socialismo del partido Baath, el partido único del régimen sirio. Eso no le impidió llegar a los puestos más altos del Gobierno, a pesar de algunas discrepancias y de su franqueza que, según el propio Salem, Al Asad apreciaba.
Consideraba al dictador un amigo, pero admite que se siente traicionado, sobre todo porque no siguió sus últimos consejos –aceptar la formación de un gobierno de unidad nacional y aplicar la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU– y decidió huir de Damasco en la madrugada del 8 de diciembre. “Me traicionó hasta el final”, declara Salem en una entrevista con elDiario.es en Damasco, cuando ha pasado poco más de un mes de la caída del régimen del que él mismo formó parte.
Amr Salem fue dos veces ministro en el Gobierno de Siria, antes y durante la guerra civil.Sentado cómodamente en un hotel de lujo de la capital siria, Salem se muestra relajado y confiado, no teme contar su versión de cómo era Al Asad antes del estallido de la revuelta de 2011 y cómo acabó masacrando a su pueblo.
“En 2011 cambió completamente, era una persona diferente. Sabían cómo manejarlo”, afirma Salem refiriéndose a las agencias de inteligencia que, según el exministro, han sido los órganos más poderosos del Estado durante décadas. “Bashar es un criminal de guerra y todos los servicios de Inteligencia son criminales de guerra”, dice, después de varias preguntas en ese sentido.
Bashar es un criminal de guerra y todos los servicios de Inteligencia de Siria son criminales de guerra
Rememora un encuentro con el presidente, a finales de 2005, en el que el entonces consejero le planteó un escenario parecido a la revuelta de 2011, en relación a la pobreza en Siria.
—En unos dos años, la gente va a ser todavía más pobre y pongamos que unas 20 personas, no muchas más, van a bajar a la calle y van a maldecirte. ¿Qué van a hacer los servicios de Inteligencia? —le preguntó Salem.
—Arrestarlos —contestó el presidente.
Entonces le recordó que en Siria había 1,5 millones de teléfonos móviles en ese momento y que cerca de la mitad de ellos tenían cámara.
“En pocas horas, las imágenes darían la vuelta al mundo y más gente bajaría a la calle, y los servicios de Inteligencia responderían de la forma que sabíamos, agresiva y sin piedad, y la situación iría a más; y llegaría a un punto que se militarizaría. Y eso es lo que ocurrió unos cinco años después”, cuenta Salem mientras se enciende un cigarrillo tras otro.
“Tuve miedo de su reacción, pero él me dijo que tenía razón y me preguntó qué debería hacer. Yo le respondí que teníamos que tratar a las personas con dignidad y que debíamos detener la gran corrupción, que había algunas personas de las que se tenía que librar”. El presidente le pidió que le dijera, “con su audacia y mala educación”, de quién tenía que deshacerse.
— Empieza con la familia, con tu hermano Maher y hacia abajo, y los servicios de Inteligencia, no solo los jefes, al menos hasta el tercer nivel en el escalafón —le contestó temiendo su respuesta
Salem cuenta que le dijo al presidente que el Estado profundo en Siria era “muy muy profundo y corrupto”.
Después de esa conversación, el presidente le pidió que elaborara un informe para aplicar las ideas que le había expuesto. “Esa noche no dormí, escribí un plan, lo organicé y se lo presenté a la mañana siguiente, y lo titulé ‘Las Vegas”, recuerda riéndose.
Amr Salem durante la entrevista con elDiario.es en un hotel de lujo de Damasco.“Nunca jamás se enfadó conmigo por las cosas que le dije. Que me escuchara o que las tirara a la basura es otra cosa”, añade Salem con sinceridad. En ningún momento deja entrever que sintiera rencor o rabia por el tratamiento que recibió de Al Asad durante sus años de relación, que califica de buena y amistosa. “Apreciaba que fuera honesto con él y realmente, cuando yo le decía algo, lo hacía tanto por su bien como por el bien del país. Si me hubiera escuchado, no estaríamos aquí”, afirma convencido.
A principios de 2006, el jefe de Estado le ofreció la cartera de Telecomunicaciones en el Ejecutivo porque quería mejorar la infraestructura del país y Salem le dijo que prefería seguir siendo su consejero:
—Es mejor para mí y para ti, no sé mantener la boca cerrada y no soy un miembro del partido Baath —Le dijo Salem, que finalmente aceptó y fue ministro hasta diciembre de 2007, cuando fue cesado acusado de corrupción.
“Los medios empezaron a atacarme, al día siguiente me cesaron y luego me prohibieron salir del país durante 13 años. Nunca dije nada y me quedé en Siria”, dice. “Para mí este país es muy importante, es así de simple. No puedo abandonarlo ni tampoco soy esa clase de persona que se va al extranjero para denunciar lo que hacen aquí, creo que es mejor quedarme y tratar de hacer algo desde dentro”.
Amr Salem durante la entrevista que concedió a elDiario.es en Damasco.Con paciencia y sin hacer demasiado ruido, Salem fue rehabilitado. “En 2021 levantaron la prohibición para viajar y dos meses después recibí una llamada del palacio [presidencial]; me dijeron que cuando el primer ministro me convocara, tenía que aceptar su propuesta, porque el presidente quería que fuera ministro de Comercio Interior y Protección de los Consumidores”.
Salem dice que aceptó porque “quería hacer algo por el país”, al igual que lo había hecho en los dos años que estuvo al frente del Ministerio de Telecomunicaciones, agrega, detallando las mejoras de las infraestructuras y del mercado de telefonía móvil. Dice estar orgulloso de su trabajo, tanto en el periodo de 2006-2007 como en 2021-2023, y presume de tener un historial intachable, aunque en la primera etapa fue cesado y acusado de corrupción.
"Sabía que el presidente no iba a tomar represalias contra mí. Yo realmente le gustaba y en el plano personal no iba a hacerme daño
“Cuando regresé, sabía que el presidente no iba a tomar represalias contra mí. Yo realmente le gustaba. En el plano personal, no iba a hacerme daño. Yo sabía que los que podían hacerme daño eran los servicios de inteligencia, pero no me importó”, dice. Su nombramiento como ministro le costó la inclusión en noviembre de 2021 en la lista de personas sancionadas por la Unión Europea en relación con la represión violenta del régimen sirio –unas sanciones que siguen vigentes en estos momentos–.
“Yo estaba en contra de la guerra, pero creía que podía hacer algo por el pueblo”, dice Salem en referencia a su participación en el Gobierno después de una década de guerra civil y más de medio millón de muertos, según cálculos de la ONU de 2021. “¿Qué opciones tenía? Abandonar Siria, mi casa y todo lo demás, irme a otro país y hacer ruido como han hecho otros, ¿qué han logrado? Una segunda opción era luchar y, una tercera, no involucrarme. Estar en el Gobierno me permitió hacer cosas por la gente sin que nadie lo supiera”.
A día de hoy, el exasesor de Al Asad dice tener dudas sobre si el presidente estaba al corriente de las brutalidades que ocurrían en las cárceles sirias, como la de Sednaya, la más conocida por las torturas y horrores que tenían lugar entre sus paredes. “Quizás al principio no lo sabía, pero, a partir de un determinado momento, tuvo que saberlo todo”, reflexiona.
Amr Salem durante su entrevista con elDiario.es en la capital siria.Aparte de las desapariciones, torturas, asesinatos, etc. a manos de sus hombres, la corrupción estaba muy extendida a todos los niveles en las instituciones. “Siempre creí que no era parte de la corrupción, pero varios meses antes de irme del Ministerio [de Comercio Interior] me convencí de que era un corrupto”, admite el exministro, que durante su mandato escribió varios informes sobre casos de corrupción “muy grandes” en sectores relacionados con su Ministerio, pero que no dependían de él directamente, según su relato.
Esos informes los presentó a la Presidencia, a través de los secretarios personales de Al Asad, que le recomendaron que no lo hiciera. No sabe si llegaron a manos de Al Asad, pero, si lo hicieron, ninguna medida fue tomada. Después de enviar uno de esos informes, un destacado empresario sirio que producía fertilizantes fue a su oficina y trató de sobornarlo, cuenta.
Salem cree que la corrupción no ayudó al dictador a mantenerse en el poder, sino que, al final, se volvió en su contra. “Cuando el régimen cayó, no hubo combates, no fue una liberación. La pobreza hizo que cayera, la pobreza entre la población y entre los militares, incluso entre las guardias republicanas”, asegura.
La pobreza entre la población y entre los militares hizo que el régimen cayera
El exasesor dice que se siente traicionado por Al Asad y por eso no ha intentado ponerse en contacto con él desde que huyó del país. “Me traicionó todo el tiempo, hasta el final: ¿por qué no luchó, por qué eligió esta vía?”, se pregunta disgustado. “Si hubiera estado en su lugar, habría preferido quedarme y morir en mi país”.
Respecto a las nuevas autoridades del país, lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (antigua filial siria de Al Qaeda), dice sentirse seguro. “Dos días después del colapso [del régimen], mandaron a alguien a visitarme solo para decirme que saben quien soy y conocen mi historial y que no tengo nada que temer”. Pero Salem agrega que no tenía miedo cuando los opositores armados irrumpieron en Damasco porque la gente no tiene “nada de lo que vengarse”.
“No quiero ocupar ningún cargo en la nueva administración, eso se terminó para mí. Pero si veo que están haciendo algo mal o que las cosas se pueden hacer de otra manera, lo diré”, afirma convencido de que su experiencia y conocimiento pueden ser útiles.
“Espero poder reunirme con el señor [Ahmad] Al Sharaa pronto”, agrega, en referencia al nuevo hombre fuerte de Siria, que ha ocupado la jefatura del Estado después de haber liderado la ofensiva militar rebelde contra Al Asad. “Temo que los nuevos medios, que se han reconvertido, lo conviertan en un dios. Cuando le vea, le voy a aconsejar que tenga cuidado con la fama”.