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Cinco años de Brexit, el pinchazo que ha hundido poco a poco al Reino Unido en medio de la decepción popular

Cinco años de Brexit, el pinchazo que ha hundido poco a poco al Reino Unido en medio de la decepción popular

Sólo el 11% de los adultos creen ahora que la salida de la Unión Europea ha sido un éxito mientras el país sufre los obstáculos de la autoimpuesta frontera para comprar tomates, fichar futbolistas o vender sandwiches en sus supermercados fuera de la isla

Los británicos quieren acercarse a la UE mientras Starmer se empeña en cortejar a Trump

La cadena británica Marks & Spencers ha tenido que alquilar un almacén sólo para guardar miles de documentos necesarios para vender sus productos en los 16 supermercados que tiene en Irlanda, la isla vecina que sí está en la Unión Europea.

“Tenemos un buen negocio de alimentación en Irlanda, pero no ganamos mucho dinero por los controles en la frontera. No se trata sólo de las 700 páginas de textos: tenemos que guardar toda la documentación que acompaña a nuestros cargamentos hacia Irlanda durante seis años en un almacén”, explicó el presidente de la compañía y ex diputado conservador, Archie Norman, en una entrevista con Times Radio en diciembre. “Así que hemos alquilado un almacén para guardar estos trocitos de papel a los que nadie les hace ni caso… Es bastante extraordinario”. Norman está entre los más de 1.200 empresarios que firmaron una carta pública unas horas antes del referéndum de 2016 pidiendo el voto a favor de quedarse en la Unión Europea.

La salida del Reino Unido de la UE, de la que este viernes se cumplen cinco años, no ha supuesto aranceles por el acuerdo comercial firmado entre el país y los Veintisiete, pero sí toneladas extra de papeleo, controles en la frontera, más requisitos de entrada y salida y limitaciones que ni siquiera han entrado del todo en vigor. A partir de este viernes, por ejemplo, el Reino Unido empezará a aplicar controles en las fronteras de los bienes importados de la UE que lleva años retrasando para no perjudicar más a sus empresas. Los controles de los bienes británicos que entran en la UE están en vigor desde el 1 de enero de 2021, aunque se han ido desplegando poco a poco según el tipo de producto. 

La aplicación práctica del Brexit ha sido y sigue siendo lenta. El referéndum fue el 23 de junio de 2016, pero las negociaciones sobre las condiciones de la salida de la UE supusieron que el Reino Unido no dejó de ser miembro hasta el 31 de enero de 2020. Y, en la práctica, el país siguió estando en el mercado único hasta la firma del acuerdo comercial que entró en vigor en enero de 2021. 

Desde entonces, pequeñas y medianas empresas han dejado de vender al continente por el coste del papeleo –al menos 20.000 desde 2021– y hasta corporaciones con más recursos han abandonado proyectos europeos. De hecho, Marks & Spencers se marchó de Francia porque no le compensaba el tiempo y el esfuerzo de pasar la frontera. 

“Antes del Brexit, teníamos un negocio de comida fresca significativo en París y alrededores, que nos generaba unos siete millones de libras [más de ocho millones de euros] al año”, contaba también Norman. “Era un negocio en crecimiento, muy popular en París, éramos probablemente el mayor vendedor individual de sandwiches de París, una gran cosa para el Reino Unido… Lo tuvimos que cerrar porque no era práctico mandar nuestra comida fresca a través de los controles de aduanas franceses y conseguir que llegara a tiempo a las estanterías”. 

El efecto del Brexit, que ha reducido la ya anémica economía británica, se ha ido notando poco a poco en un momento marcado por otras crisis como la pandemia y la guerra de Ucrania. En línea con las previsiones económicas, ha sido “un pinchazo lento” más que una “colisión frontal”. 

La economía británica apenas crece desde 2023 y sigue sufriendo tipos de interés más altos que en la zona euro y Estados Unidos por el miedo a la inflación. Los defensores del Brexit se agarran al estancamiento de Francia y Alemania, obviando el crecimiento en el sur de Europa.

La oficina de control presupuestario, una agencia oficial, estima el coste del Brexit en cuatro puntos de productividad y una disminución sostenida del 15% de los intercambios comerciales que se notará hasta 15 años después de la salida del país de la UE.

Imagen del control fronterizo en el puerto de Dover Imagen del control fronterizo en el puerto de Dover Música, fútbol, tomates

Los efectos se han desplegado más visiblemente en el hundimiento del comercio británico; la falta de camareros, dependientes, conductores, temporeros, sanitarios y otros trabajadores en sectores clave; la escasez periódica de productos básicos en los supermercados sobre todo fuera de Londres, y el encarecimiento de cualquier servicio o producto relacionado con el continente, desde los billetes de tren hasta los tomates. Pero el Brexit ha permeado poco a poco toda la sociedad británica. 

Los músicos han reducido los tours por Europa por las limitaciones de los visados y el papeleo extra para mover instrumentos; los agricultores han visto cómo las ayudas europeas no han sido sustituidas por los subsidios prometidos; los libreros británicos tienen menos acceso a los libros en inglés publicados en Estados Unidos que sus colegas de la UE; los pilotos británicos tienen que pagarse otro examen porque sus títulos ya no se reconocen en la UE; los clubes de fútbol fichan a menos jugadores europeos. 

El Tottenham tiene que esperar otro año más –y ya le ha pasado varias veces– hasta que el jugador estrella croata Luka Vuskovic cumpla los 18 años por las reglas tras el Brexit que impiden ahora a los clubes británicos fichar a menores de edad. El equipo llegó a un acuerdo con el jugador en 2023, pero no podrá incorporarlo hasta 2026 mientras ve cómo el joven marca goles en un equipo de Amberes. 

Más efectos de lo esperado

“Lo que tal vez es más llamativo es lo poco de lo que llegó después se anticipó durante los debates antes y durante el referéndum”, escribe Anand Menon, el director de la red académica UK in a Changing Europe, en su informe recién publicado sobre los cinco años de Brexit. “Los efectos del Brexit empezaron a aparecer poco después de la salida del Reino Unido. Eran mucho más amplios y más complejos de lo que nadie había imaginado en el momento del referéndum”. Estaba claro que la salida de la UE afectaría al comercio, la agricultura y la inmigración, pero pocos estimaron los efectos para la concordia regional dentro del país –no sólo para la delicada situación de Irlanda del Norte, sino para la creciente desigualdad entre Londres y el resto del país– o la dificultad de alinear la regulación con los vecinos para cualquier paso. La lista de cuestiones sin resolver sigue cinco años después. 

En 2016, David Cameron se centró en lo que él pensaba que serviría para acabar con el debate que dividía al Partido Conservador y beneficiaba a la extrema derecha de Nigel Farage. Como dice Tim Bale, politólogo de la Universidad Queen Mary de Londres y especialista en tories, “el efecto del Brexit en el Partido Conservador es un ejemplo de libro de que el remedio ha sido peor que la enfermedad”.

El líder de Reform UK, Nigel Farage El líder de Reform UK, Nigel Farage

Los tories, diezmados en el Parlamento por la peor derrota electoral de su historia el pasado julio, siguen divididos y Farage ha conseguido por primera vez un escaño en el Parlamento británico y se presenta como una alternativa más popular al partido tradicional de la derecha británica. Farage, el principal impulsor del Brexit, defiende su posición asegurando que los conservadores negociaron mal el acuerdo de salida y no supieron aprovechar “las oportunidades” que supuestamente ofrecía la separación.

Inmigración más diversa

Uno de los principales factores que movió el voto a favor del Brexit fue el rechazo a la inmigración, utilizado en los mensajes de los políticos y revelado en las encuestas de opinión. 

Ahora el Reino Unido tiene sus propias reglas migratorias, pero el efecto de la salida de la Unión Europea ha sido el contrario del esperado para los reticentes a las llegadas de trabajadores y estudiantes de fuera del país.

Antes del Brexit, la migración neta –la diferencia entre quienes llegan y quien se van del país y un concepto que obsesiona en el debate público en el Reino Unido– rondaba las 250.000 personas. Desde entonces se ha acercado más al millón de personas, que han llegado en los últimos años por la protección ofrecida a algunos refugiados de Afganistán, Ucrania o Hong Kong, y por los visados para reclutar trabajadores y estudiantes de fuera de la UE. 

Las encuestas

La mayoría de la población adulta en el país tiene ahora una visión negativa del Brexit y cree que el lugar del Reino Unido está en la Unión Europea. Cuando se pregunta sobre asuntos concretos que podrían mejorar la situación del país, también hay mayorías a favor de acuerdos que permitan viajar más fácilmente o vender y comprar productos europeos. 

Sólo el 30% de los ciudadanos cree ahora que el Reino Unido hizo bien en marcharse de la UE, según un sondeo recién publicado por YouGov. A la encuestadora nunca le había salido un porcentaje tan bajo en esta pregunta desde que empezó a hacerla después del referéndum de junio de 2016, cuando el 52% de quienes votaron lo hicieron a favor de la salida de la UE. Los que tienen una visión más negativa de lo que ha pasado y tienen más ganas de volver a la UE son los menores de 25 años, que no tenían derecho de voto en 2016. En todo caso, sólo el 11% de la población total cree que el Brexit ha sido “más un éxito que un fracaso”. La mayoría de los que en 2016 apoyaron la salida tampoco creen que haya sido un éxito y la mayoría de los adultos creen que “el Brexit siempre iba a ser un fracaso y no había nada que pudiera hacer ningún Gobierno que lo convirtiera en un éxito”.

The number of Britons saying the UK was right to vote to leave the EU has hit its lowest level since the referendum, ahead of the fifth anniversary of Brexit on Friday Right to vote to leave: 30% (-3 from Nov) Wrong to vote to leave: 55% (=) yougov.co.uk/politics/art...[image or embed]

— YouGov (@yougov.co.uk) 29 de enero de 2025, 11:20

Desde 2022, cuando los efectos del Brexit empezaron a notarse y el Gobierno conservador acumuló una crisis detrás de otra con las dimisiones de Boris Johnson y la efímera Liz Truss, se muestran mayorías estables en contra del Brexit y a favor de volver a la UE. 

Los más europeístas son los votantes laboristas y Keir Starmer, que hizo campaña en contra del Brexit en tensión con el líder de su propio partido, el euroescéptico Jeremy Corbyn, prometió volver a acercarse a la UE. Pero, en la campaña de las elecciones de julio del año pasado, Starmer también prometió que no intentaría movimientos más ambiciosos como un acuerdo para volver al mercado único o tener más libertad de movimiento y de bienes como otros países vecinos que no están en la UE. El miedo a reactivar la minoría favorable al Brexit y darle alas a la extrema derecha ha paralizado cualquier iniciativa sustancial desde que está en el poder.

Reuniones y visitas

Los ministros de su Gobierno se ven con sus homólogos de la UE y ya han participado en algunas reuniones formales en Bruselas. Starmer acude el lunes a la cumbre informal de jefes de Estado y Gobierno de los Veintisiete. Y los responsables de las negociaciones más directas en Londres y Bruselas se ven cada dos semanas. Pero la cordialidad en las relaciones se ha traducido en pocos avances y sigue sin haber ningún acuerdo ni siquiera de los supuestamente más pequeños, como un sistema de visados ágiles para los jóvenes europeos, facilidades para las giras de músicos o los controles veterinarios. A la vez, el Gobierno de Starmer ha rechazado cualquier paso un poco más ambicioso y casi siete meses después de su llegada al poder el Reino Unido sigue en la misma situación de bajo crecimiento y aislamiento.

El primer ministro británico, Keir Starmer, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen El primer ministro británico, Keir Starmer, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen

En un discurso sobre cómo reactivar la economía británica, la ministra de Economía, Rachel Reeves, habló esta semana de construir una tercera pista en el aeropuerto de Heathrow de Londres o retomar una línea de tren de Oxford a Cambridge para impulsar un nuevo corredor de innovación tecnológica entre las dos universidades. Pero no incluyó el acercamiento a su principal mercado como vía para el crecimiento. 

Hace unos días, Michael Heseltine, diputado conservador durante décadas y miembro de los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major, dijo que el Gobierno laborista debería hablar abiertamente de un nuevo referéndum ahora que hay una mayoría a favor de volver a la Unión Europea. En una entrevista con la BBC, dijo que los defensores del Brexit vendieron a los británicos “una pila de mentiras” y que su país tiene que estar “en el corazón de Europa”. Además, defendió el europeísmo de Thatcher y su papel en la creación del mercado único. 

La propia líder del Partido Conservador actual, Kemi Badenoch, reconoce que su partido no pensó bien en las implicaciones prácticas de la salida ni hizo un plan para recuperar el crecimiento económico que se perdería. Aun así, defiende las “libertades del Brexit”. 

La parálisis laborista

Lo que queda del Partido Conservador sigue dividido sobre la cuestión, pero, ¿qué está frenando al Gobierno laborista?

Durante la presentación del informe sobre los cinco años de Brexit de UK in a Changing Europe, elDiario.es preguntó este martes a los autores del texto qué haría falta para que un Gobierno británico fuera más ambicioso y planteara un debate sobre un nuevo referéndum o volver al menos a la unión aduanera. 

“Es muy difícil para el Gobierno laborista. Llegaron al poder después de muchos años sin él. Tienen una gran mayoría, ¿pero están preparados para gastar capital político en algo que sigue siendo una herida abierta para la vida política británica?”, contestó Sarah Hall, profesora de la Universidad de Cambridge especializada en desigualdad y urbanismo. 

La estrategia electoral laborista pasó por dirigirse a los votantes con menos ingresos que habían votado laborista en el pasado y también habían votado a favor de marcharse de la UE. En última instancia no fue esa la clave de su victoria, pero esa prioridad obligó a adquirir compromisos en los últimos años que también han pasado por el silencio sobre el Brexit. 

Asistentes a la "National Rejoin March", en septiembre en Londres Asistentes a la "National Rejoin March", en septiembre en Londres

“Hasta ahora no había nadie al sur de la frontera angloescocesa que defendiera en particular cambiar de rumbo. Al norte de la frontera, el partido nacionalista escocés ha sido, en cambio, nunca ha dejado de decir que el Brexit fue un error”, apuntaba el martes John Curtice, profesor y encuestador jefe de la BBC. Los liberaldemócratas, el partido centrista tercero en escaños, está empezando a retomar esta bandera, y eso, según Curtice, es lo que tal vez podría reabrir el debate sobre un nuevo referéndum de aquí a las próximas elecciones generales, previstas para 2029. “Pasará cuando el Gobierno se encuentre en una situación en la que crea que es la mejor salida de cualquier atolladero electoral de entonces… por eso tuvimos un referéndum en 2016, porque David Cameron pensaba que sería la manera de quitarse de en medio el Brexit”.

En 2029, dada la fragmentación creciente del electorado, el escenario puede ser que ningún partido obtenga la mayoría para gobernar: “Si los liberaldemócratas son muy claros en que hay que revertir el proceso y los laboristas están pensando cómo conservar el poder, entonces podríamos tener un acuerdo de Gobierno en que parte del acuerdo sea un referéndum”, dijo Curtice.

La eterna negociación

Con poca claridad y poca prisa, el Gobierno de Starmer intenta hacer ajustes en el acuerdo comercial. Cualquier pacto con la UE lleva tiempo mientras se abren otros frentes como los requisitos para los coches eléctricos británicos o el nuevo acuerdo pesquero.

La última oferta de la Comisión Europea de integrar al Reino Unido en la convención pan-euro-mediterránea para facilitar el comercio pone a los británicos al nivel de Marruecos, Jordania, Ucrania o las islas Feroe, con algunas facilidades para los productos de origen, pero poco acceso a los mercados de terceros países que comercian a su vez con la UE. “Desde el punto de vista económico, sería insignificante”, dice Anand Menon, el director de UK in a Changing Europe.

A la vez, recuerda la condena de este y de cualquier Gobierno británico para tratar con el gran bloque comercial y político que tiene de vecino y que sigue adaptando sus reglas. “El deseo del Gobierno de Starmer de revisar el acuerdo de Johnson recuerda que las relaciones entre el Reino Unido y la UE no han llegado a un equilibrio estable. Están muy lejos de eso”, escribe Menon. “Los cinco años desde el Brexit muestran que la UE sigue moldeando nuestras vidas diarias de maneras significativas, incluso aunque ya no seamos parte del club”. 

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