El primer ministro británico, Keir Starmer, ha llegado a Washington para tomar el relevo que dejó el presidente francés Emmanuel Macron a principios de semana. El británico quiere seguir cortejando al presidente estadounidense, Donald Trump y convencerlo de no dejar de lado a Europa y lograr que Washington se comprometa a dar garantías de seguridad a Ucrania.

Antes de empezar la reunión, Starmer le ha agradecido a Trump haber logrado “la posibilidad” de llevar la paz en Ucrania y le ha entregado la invitación del rey Carlos de Inglaterra para una visita de Estado. Lo que ha sido recibido con agrado por el presidente estadounidense.

Mientras que Macron quiso aprovechar su buena sintonía con Trump, con apretones de manos efusivos y gestos de confianza (el estadounidense le puso la mano encima de la rodilla insistentemente), Starmer llega con un esquema diferente. El carácter más contenido del británico no augura las mismas imágenes que las del galo, pero la falta de encanto pretende compensarla con un obsequio: el compromiso, firmado esta misma semana, de que Reino Unido invertirá más en defensa a cambio de recortar la ayuda exterior. Es una promesa con letra pequeña, pues no será hasta 2030 cuando la cifra represente el 3% del PIB del país.

Se trata de un refuerzo más sobre el compromiso de Macron —que se ha alzado como portavoz entre Europa y Trump— de implicarse más en el conflicto y liderar el envío de tropas de paz una vez se firme el fin del conflicto en Ucrania. De momento, el Kremlin ya ha desmentido al estadounidense y ha reafirmado su negativa a la presencia de este tipo de soldados. “Se hará alguna cosa que sea satisfactoria para todo el mundo”, respondió Trump el martes desde el Despacho Oval.

La rapidez con la que se están moviendo las fichas en el tablero geopolítico de la guerra de Ucrania es tal que la visita de Starmer también se ha convertido en el preludio del viaje del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. En su encuentro con Macron, Trump ya avanzó que Zelenski vendría esta semana a Washington para firmar el acuerdo sobre los derechos de explotación de las tierras raras ucranianas. En 24 horas se confirmaba que Kiev estaba dispuesta a firmar y que el mandatario ucraniano estaría el viernes en la Casa Blanca. 

Macron no solo insistió a Trump en que la paz no debía significar “una redención” de Ucrania, sino que le advirtió de la importancia de dar garantías de seguridad a Kiev para defenderse de una futura agresión rusa. El galo le recordó a Trump lo que pasó en 2014, cuando sus predecesores negociaron la paz con Putin, pero “a causa de la falta de garantías de seguridad”, Putin acabó violando el acuerdo. Parece, sin embargo, que el estadounidense no ha hecho mucho caso del consejo, pues el texto del acuerdo sobre las tierras raras ucranianas no hace explícito ese compromiso de garantías de seguridad para Kiev.

El miércoles, el republicano hacia la siguiente afirmación: “No daré garantías de seguridad… Haremos que Europa se encargue de esto, porque Europa es el vecino de al lado”. La afirmación no es un gran pronóstico para la misión que tiene Starmer por delante. 

El británico también llega a Washington después de la ruptura simbólica en las Naciones Unidas. EEUU protagonizó el lunes un suceso impensable hace tan solo unos meses: el de votar resoluciones favorables a Rusia en el conflicto. Los estadounidenses lograron sacar adelante una resolución que simplemente “implora un rápido fin del conflicto e insta a una paz duradera entre Ucrania y la Federación Rusa”.