La guerra ilegal de Israel y EEUU contra Irán preparó el terreno para la Cumbre de la OTAN, en un momento en el que la Alianza actúa como uno de los mayores grupos de presión en favor de los intereses de fabricantes de armas
En sus conclusiones finales de la Cumbre de esta semana, la OTAN señala dos razones con las que justifica la exigencia de un gasto militar de hasta el 5% del PIB a los países miembros: “Rusia y la persistente amenaza del terrorismo”.
No hay mención alguna a un hecho que define nuestro tiempo, y que ha generado ya una gigantesca inseguridad en el mundo: el genocidio israelí. La impunidad del Ejército de Israel ha sentado las bases para normalizar crímenes masivos y para debilitar el derecho internacional.
Veinticuatro de los veintisiete países de la UE son integrantes de la OTAN, organización liderada por Washington. La UE ha impuesto sanciones a Rusia y a Irán, pero no a Israel. Ha suspendido o limitado relaciones comerciales con Teherán y Moscú, pero no con Tel Aviv. Sigue a pies juntillas las directrices de la política exterior estadounidense, pese a que ésta está dispuesta a utilizar a Bruselas para sus intereses propios en detrimento de los intereses europeos.
En sus conclusiones -mucho más breves y escuetas que otros años- la OTAN también señala que “la trayectoria y el balance del gasto bajo este plan será revisado en 2029”. Además, extrae un compromiso de los miembros para proporcionar apoyo a Ucrania, “cuya seguridad contribuye a la nuestra”, lo que supondrá “contribuciones directas a la defensa de Ucrania y a su industria de defensa cuando se calcule el gasto militar de los aliados”.
La OTAN es uno de los grupos de presión armamentísticos más grandes del mundo y, en los últimos meses, con Trump en el poder, actúa como alto representante de los intereses de fabricantes de armas, que ya ven cómo crecen sus beneficios millonarios
La OTAN es uno de los lobbies armamentísticos más grandes del mundo, y en los últimos meses, con Donald Trump en el poder, y con Mark Rutte como secretario general de la Alianza, actúa como alto representante de los intereses de fabricantes de armas, que ven cómo crecen sus beneficios millonarios. Ambos han estado meses demandando a los socios hasta conseguir el compromiso de hasta un 5% en gasto militar.
En sus conclusiones finales en La Haya, los países socios han reafirmado su acuerdo para “expandir rápidamente la cooperación transatlántica en la industria de defensa”, “promover la cooperación en la misma” y “eliminar las barreras comerciales en materia de defensa entre los aliados”. Vía libre al negocio militar.
El rearme supone una escalada, ya que se adquiere material militar para usarlo o para venderlo: no permanece eternamente en almacenes, ya que envejece y caduca. Como decía recientemente en una entrevista Sanam Naraghi Anderlini, experta internacional en procesos de paz y asesora de Naciones Unidas, no se puede defender el militarismo y después rechazar a las personas refugiadas que llegan huyendo del mismo. Es sencillo repartir armas, enviarlas, pero es mucho más difícil controlar cómo se usan, durante cuánto tiempo, en manos de quiénes están o garantizar que, después, sean depuestas.
Es sencillo repartir armas, enviarlas, pero es mucho más difícil controlar cómo se usan, durante cuánto tiempo, en manos de quiénes están o garantizar que, después, sean depuestas.
Los días previos a la Cumbre de la OTAN celebrada esta semana en La Haya fueron de enorme tensión internacional. A los ataques israelíes contra Irán -ilegales, porque no hubo agresión ni amenaza previa a Israel- se sumaron los bombardeos estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes.
El Ejército israelí mató en pocos días a 820 personas -muchas de ellas, civiles, entre las que hay periodistas, científicos, mujeres, adolescentes, etc- y exigió a Washington que se uniera a su operación. Irán contestó con bombardeos contra Israel, mostrando que tiene capacidad de alcance, pese a la ayuda de Washington, que desplegó su escudo para derribar los misiles de Irán contra territorio israelí.
Tras varios días de ataques, Trump no pudo resistirse, e impulsó una operación con bombardeos ilegales contra instalaciones nucleares de Irán, en la que hizo uso de la base de EEUU de Morón, en territorio español, para sus aviones cisterna. Tras ello, el presidente estadounidense exigió un alto el fuego y presumió de haber logrado que los aviones israelíes se dieran la vuelta y renunciaran a un nuevo ataque contra territorio iraní.
El Ejército israelí mató en pocos días a 820 personas en Irán, muchas de ellas, civiles, entre las que hay periodistas, científicos, mujeres, hombres, adolescentes...
Con ello la Cumbre de la OTAN obtuvo, en sus días previos, la tensión bélica de la que tanto hablan los defensores del aumento del gasto militar. El objetivo de Donald Trump y del secretario general de la Alianza es imponer un marco que dé fuelle a la industria armamentística.
El presidente estadounidense dice ser un hombre de paz, a pesar de que está exigiendo a sus socios de la OTAN más gasto militar que nunca. Además, Trump rompió el acuerdo sobre el programa nuclear iraní en 2018, lo que ha dificultado el camino a la diplomacia, y ordenó el asesinato en 2020 del general iraní Qasem Soleimani.
Reticencias en algunos sectores MAGAEl presidente de EEUU, que a menudo ha arremetido contra el belicismo de los neocon de su partido, ha encontrado estos días críticas en sus propias filas. En el entorno trumpista, el denominado MAGA (abreviatura del eslogan Make America Great Again), han surgido voces contrarias al ataque de Washington contra Irán.
La congresista republicana Marjorie Taylor Greene, por ejemplo, habitual defensora de Trump, escribió en sus redes sociales, tras el ataque estadounidense: “Cada vez que EEUU está al borde de la grandeza, nos involucramos en otra guerra extranjera. No estarían cayendo bombas sobre la población de Israel si Netanyahu no hubiera bombardeado primero Irán. Israel es una nación con armas nucleares”, recordó. Y añadió: “Esta no es nuestra pelea. La paz es la respuesta”. Horas después, amplió su mensaje: “Los neoconservadores tocan los tambores de guerra como machitos yendo a pelear a países que la mayoría de los estadounidenses ni siquiera pueden ubicar en un mapa”.
El presidente de EEUU, que a menudo arremete contra el belicismo de los neocon de su partido, ha encontrado estos días críticas en sus propias filas.
Otros republicanos, como Thomas Massie, no alineado con MAGA, también cuestionaron la legalidad de los ataques de EEUU. El periodista Tucker Carlson, una de las voces trumpistas del entorno republicano más influyentes, dijo en un programa de televisión: “No quiero revivir Irak. Conozco a quienes lo hicieron. Viví entre ellos y lo defendí, no haré eso de nuevo”.
El excongresista republicano, Matt Gaetz, aliado de Trump desde hace tiempo, ha empezado a criticar a Netanyahu, a quien acusa de buscar solo un “cambio de régimen” en Irán. Y el conservador Matt Walsh ha afirmado que quiere que EEUU “se retire completamente de Oriente Medio”, para “enfocarnos en nosotros, América primero”. Joe Rogan, presentador ultraconservador de uno de los podcasts más populares del país, señaló que el “movimiento MAGA está dividido, especialmente porque muchos votaron por no más guerras, y ahora parece que ya estamos en una”.
También ha habido voces del entorno MAGA que sí han apoyado los ataques de EEUU contra Irán, pero en general existe una resistencia mayoritaria a acciones que puedan derivar en una guerra larga. Mientras tanto, en los sectores neocon la decepción es notable, con voces que acusan a Trump de haber dado “un respiro” a Irán. El periodista Mark Levin ha llegado a confesar que odia “la palabra alto el fuego”.

A la Cumbre de la OTAN asistieron los países europeos con la certeza de que la nación que lleva las riendas de la Alianza, Estados Unidos, había lanzado ataques ilegales sin provocación previa iraní.
En todo caso, con sus bombardeos contra Irán EEUU ha estrechado el camino de la diplomacia. Y con sus ataques a Irán, Israel logró paralizar las negociaciones entre Washington y Teherán. Ahora la situación es más endeble que antes.
Trump puede repetirlo cuantas veces quiera, pero no es un mandatario de paz. Es otro señor de la guerra, impredecible, caprichoso, amante del regateo y de las amenazas e incapaz de mantener coherencia.
En cuanto a sus socios europeos, conviene resaltar que sus apoyos a Washington y Tel Aviv -o su falta de medidas de presión ante los crímenes- refuerzan los peores impulsos de EEUU e Israel. Si nadie pone obstáculos para defender los derechos humanos, la impunidad seguirá extendiéndose. Hay una tendencia en la política exterior europea marcada por la costumbre del seguidismo. Convendría resaltar que, en política, en negociación y en la vida, el vasallaje degrada, no obtiene recompensa.
A la Cumbre de la Alianza en La Haya esta semana asistieron los países europeos con la certeza de que la nación que lleva las riendas de la OTAN, Estados Unidos, había lanzado ataques ilegales sin provocación previa iraní.
Los aliados europeos de la OTAN saben que EEUU facilita, apoya y financia el genocidio israelí en Gaza pero, aún así, eligieron estar presentes en la Cumbre liderada por Trump
Los aliados europeos también saben que Washington facilita y financia el genocidio israelí en Gaza y apoya el proyecto de anexión ilegal de territorio palestino y el sistema de segregación. Aún así, han elegido estar ahí, en ese lado de la historia. Ellos mismos han contribuido a la ocupación y el apartheid de Israel a lo largo de los años, con un Acuerdo de Asociación que sigue vigente y con relaciones de amistad diplomática, comerciales y armamentísticas que continúan.
Con su presencia en la Cumbre de Trump y de Rutte, las naciones europeas han vuelto a normalizar el genocidio en curso. Mientras firmaban en La Haya, el Ejército israelí volvía a disparar contra personas desarmadas en Gaza.
La ley del más dispuesto a usar la fuerza bruta se extiende tanto que el rearme y la apelación a la necesidad de la vía militar no es ni siquiera objeto de intenso debate público, a pesar de que el incremento del gasto en armamento se pagará con los impuestos de todos y supondrá recortes en políticas sociales.
Como ha señalado el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, el crecimiento del gasto militar demandado por la OTAN “refleja un alejamiento de una cultura que promueva la paz a través de la cooperación, el diálogo, el respeto al derecho internacional, el cumplimiento de compromisos internacionales en beneficio del bien común y la resolución pacífica de conflictos”.
Y, como indica Sanam Naraghi, experta en procesos de paz, son tiempos que necesitan de forma urgente diplomacia radical para detener la deriva belicista, para prevenir y poner fin a conflictos, porque “con la dinámica de producir armamento estamos invirtiendo en el futuro de la guerra”.