Emir Sader es una figura conocida y reconocida de la izquierda latinoamericana. A sus 76 años, este brasileño ha sido uno de los grandes intelectuales del movimiento antiglobalización y se ha codeado (y se codea) con los líderes políticos del continente. Sader, amigo de Lula da Silva, define al expresidente brasileño encarcelado como "el líder más importante de la izquierda de este siglo" y cree que su destino es el destino de la izquierda latinoamericana y mundial.
Su último libro, ‘Lula y la izquierda del siglo XXI’, "pretende acompañar la trayectoria de Brasil, de América Latina y de la izquierda mundial en la lucha contra el neoliberalismo con un guión basado en la vida de Lula".
"La primera década de siglo fue muy progresista. Los únicos gobiernos antineoliberales del mundo estaban en América Latina. A contramano de lo que pasaba en el resto del mundo, disminuía la desigualdad", afirma. "La segunda fue una recuperación conservadora a escala mundial, pero ahora vemos cómo se están debilitando. Trump se está debilitando, Johnson perdió mayoría, Salvini ha perdido en Italia, derrota de Macri, debilitamiento de Piñera en Chile y de Moreno en Ecuador... Ahora se está disputando lo que será la tercera y yo creo que los antineoliberales tienen más fuerza y más cosas a proponer. Veo una lenta recuperación de la izquierda", añade.
En el libro, Sader explica la crisis existencial de la izquierda tras la desaparición de la URSS. "El socialismo soviético, asumido por una parte de la izquierda como el modelo del futuro y, por otros, de forma crítica, como una primera versión deformada del socialismo, fracasaba espectacularmente", señala. "La URSS desaparecía sin resistencia y su fin no se daba por la izquierda, sino por la derecha. No con el surgimiento de la democratización del modelo socialista, sino con la restauración del capitalismo", añade.
Entonces vino una década de resistencia y Sader fue uno de sus protagonistas. El intelectual fue uno de los impulsores del primer Foro Social Mundial en 2001 en la ciudad de Porto Alegre. El evento, que desde entonces se celebra anualmente, nació como resistencia a la globalización neoliberal, "una avalancha que lucía irresistible". "Nos sentíamos como una minoría ante un mundo que cambiaba en la dirección opuesta a la que defendíamos".
Con las primeras victorias electorales de gobiernos antineoliberales, el foro se dividió. Unos se postulaban, vencían y pasaban a dirigir gobiernos, otros se oponían al Estado y defendían la autonomía de la sociedad civil. Al menos dentro del foro, vencieron los segundos. "El foro se agotó hace mucho tiempo. Las ONG y algunos intelectuales impusieron la idea de sociedad civil contra el Estado y la autonomía de los movimientos sociales. La idea de que se puede cambiar el mundo sin tomar el poder... bueno prueben a ver si lo consiguen". señala Sader con ironía. "Ya nadie habla del foro y las nuevas generaciones no saben lo que es. Yo estuve en su fundación y participé activamente, pero ellos impusieron su línea, que es una línea suicida", añade.
Sin embargo, en el continente iban emergiendo poco a poco dirigentes contrarios al neoliberalismo. Hugo Chávez, Néstor y Cristina Kirchner, Lula Da Silva y Dilma Rousseff, Evo Morales, Rafael Correa… "Hay una disputa de agenda. Si ganas la agenda, ganas políticamente. Cuando la derecha convenció a la gente de que el tema era el ajuste fiscal y la inflación, ganaron. Cuando la izquierda convenció que era el tema social, en Brasil, por ejemplo, ganaron cuatro elecciones seguidas", afirma. "Pero la derecha poco a poco ha ido cambiando la agenda con los medios de comunicación, el poder judicial, campañas de desinformación…", añade.
En los últimos años, sin embargo, estos gobiernos han sufrido una regresión en todo el continente. "Yo creo que en los países en los que se han debilitado estos gobiernos fue que han perdido a los beneficiarios de las políticas sociales. Los medios de comunicación han logrado desplazar la agenda para otros temas como la corrupción y la violencia", sostiene.
En este sentido, Sader cree que la derecha ha ganado la narrativa a la izquierda en el continente. "A la larga, la violencia disminuye cuando mejoran las condiciones sociales, pero muy a la larga. Pero ellos dicen tener una solución inmediata: más policía para proteger a la gente", afirma. "El tema de la corrupción también, por más manipulación que haya de la derecha, cuando hay gente en la izquierda pillada con manejos de ese tipo, es fatal".
El "golpe" y la "guerra híbrida" en BrasilEn el caso de Brasil, el politólogo señala que la victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro se debe a un "golpe" y una "guerra híbrida" que ha combinado el uso del poder judicial y de una campaña de desinfromación en medios y redes sociales. Primero hicieron el impeachment a Dilma Rousseff, después encarcelaron a Lula e iniciaron una campaña contra Fernando Haddad, líder del Partido de los Trabajadores (PT), "eso fue la guerra híbrida", sostiene. "Aun así, Lula hubiese ganado en primera vuelta a pesar de toda la operación en su contra".
"Las encuestas demuestran que lo que llevó a la victoria de Bolsonaro fue el rechazo fabricado contra Haddad, no el rechazo histórico al partido, que es minoritario", señala. "Lula terminó su segundo mandato con un 80% de referencias negativas de los medios y con 87% de apoyo popular. Brasil es el país más desigual del continente más desigual. Con la política social como política prioritaria eso cambió radicalmente", añade.
"Una autocrítica que habría que hacer es que determinados sectores fueron víctima de manipulación. La segunda es que no estaba claro que hubiese que democratizar el poder judicial. Eso no era un tema en la izquierda y ahora, con la guerra híbrida, el poder judicial es fundamental", afirma. Sader señala que en Bolivia han pasado a elegir mediante voto popular a los jueces.
El juez que condenó a Lula a 12 años de prisión, Sergio Moro, es ahora ministro de Justicia de Bolsonaro y unas grabaciones de audio publicadas por The Intercept cuestionan su imparcialidad. Con la nueva información, ahora el Supremo tiene que decidir de nuevo si el juez fue imparcial. "Si decide que no es imparcial, se cancelan todos los procesos contra Lula, que es lo que él quiere. Lula podría estar ahora en prisión domiciliaria, pero no acepta porque hacerlo sería aceptar la condena", señala Sader.
"Bolsonaro buscó la referencia en Trump, está clarito. De alguna manera, Bolsonaro es una caricatura de Trump", afirma. "No es un movimiento fascista, pero sus valores sí que lo son", añade.
"Brasil fue el laboratorio de las experiencias de la derecha en la dictadura militar de 1964, para volver a ser el laboratorio de experiencias de la nueva ofensiva derechista de la segunda década del siglo XXI", denuncia en el libro.