Hay un país en Europa que ha revertido los recortes, que ha mejorado las pensiones, que ha logrado que los libros de texto sean gratuitos, que ha bajado las tasas universitarias y los precios del transporte público. Es un lugar donde el paro se ha reducido del 14% al 6,5%, y eso ha ocurrido al mismo tiempo que se subía el salario mínimo. Es un Estado que ha logrado cuadrar las cuentas públicas y rebajar el déficit, pero lo ha hecho aumentando los impuestos a los más ricos, en vez de pasar la factura a los de siempre. Es una nación donde las cosas se han hecho de otra manera, y esa manera ha funcionado.
Ese país no queda nada lejos. Se llama Portugal y, para muchos españoles, es un gran desconocido: el más próximo cultural y geográficamente, el más lejano en el debate público. Allí, en la casa de ese vecino al que ignoramos, cuando no lo miramos por encima del hombro, un Gobierno de izquierdas ha demostrado a toda Europa que otra política es posible, que las recetas neoliberales no son la única forma de cumplir con el rigor presupuestario, que también se puede crear riqueza desde la justicia social, que nunca fue imposible, por mucho que repitieran lo contrario. Allí, en Portugal, la socialdemocracia, la nueva izquierda y el comunismo han logrado pactar un Gobierno y superar sus desencuentros históricos: los mismos odios que en España también se dan entre las distintas familias progresistas, cuya lista de rencores y agravios contrasta con la probada capacidad que siempre tienen las derechas para ponerse de acuerdo entre ellas. En los últimos meses, por la cercanía de las elecciones, ese acuerdo de la izquierda portuguesa se ha agrietado. También en esto su experiencia nos puede servir como enseñanza.
Sabemos casi todo de Emmanuel Macron y casi nada de António Costa. Por eso, y porque ellos tienen tanto que contarnos, hemos querido dedicar a Portugal este monográfico de eldiario.es. Es una revista algo especial, porque la mayoría de los autores son portugueses. Los hemos escogido con la generosa ayuda de la presidenta de la Fundación José Saramago, Pilar del Río –gracias, Pilar, por ejercer de directora invitada de este número de nuestra revista–.