El presidente chino, Xi Jinping, acaba de realizar un triple salto geoestratégico para ganar capacidad de influencia y liderazgo en el mutante orden mundial. Por un lado, ha decretado la restricción a EEUU y Europa de metales como el galio o el germanio, con el claro objetivo de alterar la fabricación de chips y semiconductores de sus rivales occidentales a partir del 1 de agosto. Por otro, busca aliviar los 9 billones de dólares de deuda municipal mediante facilidades prestamistas con devoluciones a 25 años y a un interés testimonial con cargo a la gran banca estatal y evitar así un colapso crediticio en pleno despegue del PIB.
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