El recopilatorio publicado el pasado año tuvo un doble propósito. El primero, devolverlos a la actualidad del panorama musical y permitirles protagonizar festivales veraniegos de prestigio por todo el mundo, entre ellos una primera edición gaditana del veterano Dreambeach en la que encabezaban el cartel junto a otros clásicos de la escena, Underworld. Y el segundo, certificar que hay pocos grupos dentro del género capaces de reunir tal cantidad de éxitos incontestables.
Por cuánto supera los 30 la edad (musical) de los Hartnoll es difícil de calcular, de ahí el nombre de la reciente compilación. Algunos de estos clásicos reformulados, como Chime o Belfast, ya arrasaban en los clubs antes de su aparición en el primer elepé de estudio del dúo, un homónimo Orbital (1991) conocido habitualmente como 'el disco verde'. Este álbum sorprendió a crítica y aficionados, en parte por su intención reconocida de esquivar lugares comunes a la hora de componer.
En 1993 Orbital 2, “el disco marrón” para amigos y conocidos, desarrolló una propuesta que se volvía cada vez más compleja de catalogar. Con hallazgos como las dos partes de Lush, Impact (The Earth Is Burning) o la inolvidable Halcyon and On and On, los Hartnoll demostraban que sumergirse en uno de sus temas podía convertirse en toda una aventura sónica, con momentos de euforia incontrolable, tramos de introspección y ramalazos de pura psicodelia.
Permanecer fieles a un discurso personal provocó que se les metiera en distintos cajones de sastre, empezando por el de la cultura rave, con cuyas ansias de libertad, espíritu contracultural y compromiso con la autosuficiencia (el DIY o do it yourself) se sentían plenamente identificados. Pero también era habitual verlos ligados en la prensa al movimiento big beat, una derivación más rockista del breakbeat abanderada por The Chemical Brothers, Fatboy Slim y otros fervorosos defensores de la fiesta como arma política, The Prodigy.
Uno de los aspectos que diferenciaban a Orbital de bandas parecidas era un carácter tan integrador como escurridizo. En sus discos se podían identificar claramente patrones de house, techno y hasta drum’n’bass, género muy popular a principios de los 90. Pero en sus composiciones sorprendían los continuos cambios de ritmo, nada habituales en esos estilos, un gusto exquisito por las melodías y una particular maestría a la hora de construir ambientes.
Así, muchos críticos acudían a otra útil etiqueta para encasillarles: la intelligent dance music o IDM. Aunque la propia definición pudiera resultar insultante para artistas más ortodoxos, sí permitía a Orbital codearse con proyectos más experimentales, de Aphex Twin a Boards of Canada y de Autechre a Squarepusher. También servía para que aficionados más tradicionales, reticentes a reconocer públicamente la calidad de una música tan relacionada mediáticamente con el éxtasis, justificaran su afinidad.
Un momento en 1996 define bien la asimilación de la electrónica entre escenas antes estancas: el cierre del Festival Internacional de Benicàssim, evento puramente indie, con The Chemical Brothers y Orbital. Los Hartnoll, reconocidos por ‘tocar’ en directo, presentaban In Sides, un cuarto largo tras el irregular Snivilisation (1994) que está considerado a día de hoy como su obra maestra. Temas como The Girl with The Sun in her Head, The Box o D?r Budr conquistaron a muchos oyentes poco habituados a expresiones puramente de baile.
The Middle of Nowhere (1999) continuó por la senda que tan bien les había funcionado y suele colarse entre lo mejor del dúo en las valoraciones, pero a su fórmula le empezó a faltar fuelle. Con perspectiva, The Altogether (2001) y Blue Album (2004) se antojan ahora algo desganados y tras este segundo título, de hecho, se produce la primera separación oficial de Orbital. El regreso de los de Sevenoaks, sin embargo, pareció beneficiarse de la energía acumulada durante casi un lustro de descanso.
Tres años después de volver a los escenarios, en Wonky (2012) se mostraron inspirados, mezclando ritmos sin miedo (como en el dubstep de Beelzedub, casi paródico) y usando de nuevo voces femeninas para aportar matices. Si en Orbital 2 e In Sides fueron Kirsty Hawkshaw y la legendaria Alison Goldfrapp, aquí eran Lady Leshurr y Zola Jesus. En el estimable Monsters Exist, publicado en 2018 tras su segunda pausa artística, también se reconocían claves como las melodías en primer plano, los arpegios enrevesados y las progresiones inesperadas.
Orbital no ha sido, de todas formas, el único proyecto en el que han estado involucrados durante estos treinta y tantos años de carrera. Las bandas sonoras han sido parte importante de su consolidación como marca, como demuestra el tema de El Santo para la exitosa versión protagonizada por Val Kilmer. Entre esta reinterpretación de 1997, incluida posteriormente en la versión deluxe de In Sides, y la reciente El pentavirato (Mike Myers, 2022) también acompañaron a Octane: rescate infernal (Marcus Adams, 2003) o Pusher (Luis Prieto, 2012).
Además, Paul Hartnoll ha trabajado por su cuenta de manera profusa. En 2007 ya lanzó The Ideal Condition, su disco en solitario, pero en los últimos años se ha mostrado aún más inquieto. En 2016 se inventó el alias de Clarke:Hartnoll para editar 2Square junto a otra figura mítica de la electrónica, Vince Clarke, conocido por Depeche Mode, Erasure o Yazoo. Y durante la pandemia abordó temas candentes como el desorden capilar o la obligada enseñanza en casa con la pandemia en el debut del dúo Hartnoll & Young, junto al poeta y performer Murray Lachlan Young.
Orbital ha vuelto a confiar la portada de su nuevo disco a John Greenwood, artista responsable de otras míticas del grupo como Snivilisation, In Sides y Monsters Exist. Esta colorida pero inquietante pieza no es el único guiño a su pasado que anticiparon, ya que el trepidante single Dirty Rat, al que aportan el picante Sleaford Mods, recuerda que la generación rave tuvo como inspiración, además de a los ritmos que llegaban desde escenas como las de Detroit, a una expresión tan intrínsecamente británica como el punk.
Otros singles avanzados fueron también colaboraciones: una con el ensemble femenino The Mediæval Bæbes en Ringa Ringa (The Old Pandemic Folk Song), tema que abre el disco y podría figurar sin sobresaltos en los dos primeros del dúo, y otra con la banda guitarrera de Brighton Penelope Isles, en la extensa y planeadora Are You Alive?, cuya base trepidante y melodías brumosas constituyen un gran material para futuras remezclas. Entre ellas, Day One subraya una voz etérea sobre un trallazo de techno.
Otro crédito que parece no conducir a muchas pistas, como el de Dina Pavic en la anterior, es el de The Little Pest, responsable (o responsables) de las voces modificadas en You Are The Frequency, siguiente track del álbum, un tema denso y marca de la casa que se airea con momentos house. Hay más títulos aparentemente relacionados con tiempos post-pandémicos, como una The New Abnormal que introduce un break clásico entre colchones sintetizados y arpegios robóticos. Home crece con la poderosa y expresiva voz de Anna B Savage, quien acaba de lanzar in|FLUX, esperada continuación del singular A Common Turn (2021).
En Requiem for The Pre-Apocalypse intercalan de manera fluida ramalazos de jungle con paisajes ambientales y subidones ácidos. Con What a Surprise, que recuerda a The Box, y Moon Princess, que aprovecha los mantras de la pionera de la electrónica japonesa Coppe, Orbital cierra el disco con tonos oscuros.