Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres (Anagrama) apareció originalmente en catalán esta primavera y se ha publicado ahora en castellano con el título Te di ojos y miraste las tinieblas, traducido por Concha Cardeñoso Saénz de Miera. La escritora asienta con ella una de las voces narrativas más personales del momento. Lo logra con la continuación natural, coherente pero inagotable, de ese universo seductor y peligroso, ya marca de la casa —la Solà, podemos verbalizar a primera vista de un párrafo suyo—, en el que tan pronto se palpa el silencio como nos sorprendemos en medio de una canción feroz de baterías encabritadas y acordes que son naufragios. Una novela que comienza con los ronquidos de una agonía, que transcurre en un tiempo y espacio reducidos que sin límite coleccionan vidas. Y, sobre todo, tanta memoria como estemos dispuestos a asumir.
¿Cómo surge la idea de esta novela?
De forma progresiva. La novela final tiene que ver con el proceso de investigación y de escritura. Cuando me pongo a escribir no sé cómo será, pero lo que me importa es el aprendizaje. La empecé en Estados Unidos, durante mi residencia allí, y una de las ideas que estaban desde el principio es la del pacto con el diablo. Comencé a tirar de ese hilo, pero hay muchas cosas del libro que fui entendiendo según lo iba escribiendo. Recuerdo el día en que me di cuenta de que toda la historia sucedía en un día o cuando supe que la voz narrativa estaría del lado de las mujeres que habían vivido en esa casa.
Hay una investigación antropológica de la vida de hace cuatro siglos. ¿Fue tan absorbente como parece desde fuera?
Fue un proceso muy relacionado con lo creativo. No había una intención de hacer novela histórica, pero sí de entender muchas cosas por mi parte, de ir a archivos, bibliotecas, conocer expertos y poder usar esos materiales desde una mirada crítica y feminista que permita reflexionar sobre la contemporaneidad. Por eso es importante que transcurriera en un día sin nombre que es un perpetuo hoy. Y todo desde las ganas de aprender, por ejemplo leyendo procesos judiciales sobre bandolerismo o brujería, conociendo gente que sabe de emboscats [los que rechazaron la llamada a filas durante la Guerra Civil y se escondieron en zonas de la Catalunya interior] o a personas que te enseñan a hacer queso.
Da la sensación de que en su trabajo hay método y juego, de que se lo pasa bien escribiendo.
Total. Hay dos cosas que hago al escribir y una es pasármelo muy bien. Se puede disfrutar desde un trabajo serio. Es gozoso que te cuenten historias y también contarlas tú. Hay goce en vivir dentro de la novela, en esa casa, con esas mujeres, durante años, para ir entendiéndolas.
La novela se sitúa en la sierra de Guilleries, entre las comarcas de Selva y Osona. ¿Qué tiene de mágico el sitio?
Son el gran lugar donde esconderse en Catalunya. No son montañas altas, pero sí un territorio intrincado. Siguen teniendo algo de complicado. En esta novela todo el mundo se esconde: los bandoleros, los fantasmas, las hechiceras, los lobos y hasta el mismo demonio. Pero no necesitas ir a las Guilleries para leer la novela, igual que tampoco al Prepirineo con Canto jo i la muntanya balla.
Todo ocurre en una casa. Un espacio paradójico: finito, pero a la vez libre.
Lo fui entendiendo, como te decía, según escribía. En vez de irnos a vivir aventuras, a descubrir mundo o a hacer guerras, aquí nos quedamos en casa. El lugar al que históricamente se ha relegado a las mujeres. Y lo hacemos con aquellas que se esconden, con las que esperan. El lector tampoco se mueve de esa casa en todo el día. Me interesaba esa elasticidad del tiempo y el espacio tratados desde la imaginación. En un solo día y una sola casa pueden caber cientos de momentos.
El texto puede olerse, tocarse. Hay mucha materialidad, mucho cuerpo.
Me interesa mucho la figura del fantasma porque es el personaje que nos permite reflexionar sobre la memoria y el olvido. Pero también es ese ser que no tiene cuerpo. Es aire, polvo, no se puede tocar, pero aquí juego a hacer una novela de fantasmas absolutamente corporal. La oscuridad también tiene un cuerpo que se puede tocar. Aquí se encajan las descripciones de partos, torturas, de trampas para lobos, de cómo darle placer a un cuerpo o cómo matar un cabrito y cocinarlo. Escribir usando cabeza y estómago, para mí, permite llegar a punzadas más profundas.
Las protagonistas son mujeres fuera del canon.
Hay un juego de miradas en el libro desde ese “te di ojos y miraste las tinieblas”. Las mismas consecuencias del pacto con el demonio son subjetivas. Joana, por ejemplo, cree en ellas y las transmite a toda su familia, de forma que todos creen que les va a faltar algo. Las protagonistas son de muchas maneras dependiendo de cómo las mires. Pero sí que es verdad que ellas son quienes no han protagonizado la mayoría de hechos históricos y ni siquiera de historias en minúsculas. Son mujeres fuera del canon y, además, son mujeres muertas. Esta casa está llena de mujeres a las que en otros contextos ni veríamos. También era importante que cada una tuviera una relación distinta con el recuerdo, el sexo, el amor, la maternidad o la violencia. Quería darles mucho margen de maniobra. Y aunque Margarida se pase el tiempo diciendo que son feas, a mí no me lo parecen.
Esas mujeres, leemos en la novela, "están abandonadas de la mano de Dios de la misma manera en que quedaron malditas las personas que nacieron durante el Calvario de Cristo, momento en el que el Señor solo estuvo por su hijo". “Algo castigado nunca muere”, escribes. Los perdedores no están bien vistos en nuestro presente del 'pasa página, supéralo'.
Ese párrafo es un cuento contado por un señor que está hablando de los encantats, todos esos niños nacidos durante el calvario. Me interesa la relación con dolores que, si no se curan, allí se quedan, y cómo el folclore intenta dar nombre a ciertas cosas. Toda la novela reflexiona en torno a lo que, a nivel individual pero también colectivo, decidimos recordar y olvidar. Eso, teniendo en cuenta que cada vez que narramos el pasado lo estamos transformando.
En este presente marcado por la atención fragmentada, ¿cree que es una novela demandante?
Es un libro escrito con un respeto muy grande por el lector, al que mira de tú a tú y considera alguien que está ahí porque quiere, alguien dispuesto a jugar. El juego entendido como la cosa más seria del mundo, que es como juegan los niños.
Ahora mismo son las 10 de la mañana y estamos rodeados de luz artificial. La contaminación lumínica impide que veamos el cielo, como sus protagonistas. ¿Hemos perdido la oscuridad?
De hecho, Margarida se queja de que ya no es Dios quien elige la duración de los días y las noches.
¿Evitamos mirar a las tinieblas?
El título es un reproche paternofilial. Esta novela se interesa por cómo la historia familiar no es objetiva y va cambiando según los años. "Yo te di ojos" es decir: "Yo te di vida, un código moral y tú, ¿qué hiciste? Lo que quisiste. Te saliste del camino marcado". Y además mirar las tinieblas, en ese contexto, es de tontos, primero, porque con ojos humanos no se ve nada y entonces los malgastas. Segundo, de malos, porque en ellas solo hay cosas malas. El libro viene a desmontar que la oscuridad sea tan mala. Cuanto más la mires, más se acostumbrarán los ojos y más verás. En el contexto de la novela, acaba siendo un espacio de libertad y refugio. Todo ello remite al libre albedrío y en cierta manera a cómo escribí la novela, mirando todo lo que me interesaba.
¿Qué aprendió del éxito de Canto jo i la muntanya balla (Canto yo y la montaña baila)?
Escribir esa novela fue muy divertido. Lo hice por las noches, en Londres, en el autobús regresando del trabajo. La acabé y me fui a Estados Unidos a empezar esta, mucho antes de que pasara nada con aquella. Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres partió y terminó con la misma libertad y honestidad que los anteriores. Sí es verdad que en mitad de este proceso Canto jo i la muntanya balla se hizo grande y yo fui corriendo tras él y es algo de lo que estoy superagradecida. Aprendí a establecer cierta balanza entre el tiempo que pasas hablando de libros que ya has escrito y el que dedicas a lo que para mí tiene más sentido, que es escribir.
¿Qué le está dando esta última novela?
Cosas diversas. Está lo que ya me dio durante la escritura, que es mucho. Después a la novela le salen cuatro patas y una cola y se va de ti y tú la despides y se pone a viajar por el mundo. Habla en lenguas que tú no hablas, se mete en casas en las que nunca vas a estar. Hace su camino. Salió en catalán, ahora en castellano, vendrán luego el gallego y el vasco y traducciones internacionales en las que estamos trabajando. A mí me gusta mucho el folclore porque creo que habla de los lugares a los que pertenece. Pero lo mágico es que las historias se pueden entender desde cualquier lugar y que, por ejemplo, en México haya lectores que conecten aspectos de esta novela con su folclore. Escribo con la intención de hacer literatura contemporánea en catalán para lectores de todo el mundo.
¿Participa en la traducción de sus propios libros?
Me ofrezco siempre a responder todas las preguntas en las de todos los idiomas, pero solo puedo participar en las de castellano e inglés. Aprendes mucho de las lenguas, del libro y de ti misma como escritora. Es muy guay.
¿Qué pactos con el demonio hacemos hoy en día?
No sé, pero no sé si lo aconsejaría mucho (ríe). Ya no solo por sus consecuencias directas, sino también por las que tú misma puedes creerte. Me lo pensaría dos veces. Y, en todo caso, necesitaría un muy buen contrato. Pero, si decides pactar con el diablo, al menos seguro que te sale una buena historia.