Para un personaje tan ambiguo solo un actor tan indescifrable como Joaquin Phoenix podría servir. Scott ya había trabajado con él en Gladiator, y ahora le ofrece un personaje de esos que a Phoenix le encantan. Excesivo, que pasa de un estado a otro en cuestión de segundos. Un caramelo para un actor que no conoce la contención y donde todo es exceso… como Napoléon.
En las distancias cortas Phoenix no se parece en nada a un tirano, ni a Napoleón. Con una sudadera negra y el pelo despeinado se dirige a los periodistas en un hotel madrileño horas antes de la premiere del filme en el Museo del Prado. Es tímido. Le cuesta sostener la mirada y juega con el tapón de una botella de agua que reduce a añicos. Saluda a todos y elogia el acento español que dice que le encanta antes de explicar las claves de un personaje tan complejo ante el que “siempre ha habido fascinación”.
“Es una historia que se repite. Mira estos líderes que comienzan siendo idealistas, con los intereses de la gente en mente y que, en un momento del camino, se pervierten y se vuelven susceptibles a su propia codicia y su propia ambición. Lo vemos una y otra vez”, dice el actor y añade que “es una figura fascinante por muchas razones”, y que en cada cultura se percibe de una forma: “Creo que los estadounidenses lo ven como un hombre hecho a sí mismo. Ya sabes, los estadounidenses están obsesionados con esta idea de que uno de los mitos fundacionales del país es que uno puede surgir de la nada y alcanzar los cargos más altos. Creo que parte de por qué es tan interesante es que realmente es significativo para tantas culturas diferentes por diferentes razones. En Europa del Este creo que le consideran un libertador”.
Ridley Scott lo tiene mucho más claro. Duda de que actualmente la figura de Napoleón siga vigente. “Quizás sea por mi película”, dice sin que nadie sepa si bromea o no. “Igual en Europa sigue siendo relevante, pero en Estados Unidos desde luego no se habla mucho de él o no lo he notado. Supongo que lo bueno de Napoleón Bonaparte es que hay muchas opiniones sobre él. En China le verían como un hombre de gentes. En EEUU, efectivamente, como alguien hecho a sí mismo. En Francia creo que no se ponen de acuerdo en cómo le ven. En Italia... ni idea, ¿cuántos presidentes han tenido en este siglo, cien? Ser presidente debe ser una tarea muy complicada, y encima Napoleón fue un pasó más allá y se convirtió en un dictador. Y no existe ningún dictador benevolente".
También quiso destacar que hubo algunas cosas interesantes que han quedado marcadas en la historia. “También hizo cosas buenas, cambió toda la estructura social en Francia y se deshizo de la realeza. Cambió totalmente la burocracia, de hecho creo que el sistema burocrático actual se basa en lo que hizo Napoleón”, apuntó.
Una película que se convierte en una mirada contra la ambición desmedida, o al menos así la ve su protagonista y productor del filme, que entiende al personaje como “alguien que quiere consumir a un alto nivel y que nunca tiene nada significativo en su vida”. “Espero que la película haga preguntarnos sobre qué perseguimos y cómo nos mentimos a nosotros mismos. Que se pregunten cómo disfrazamos nuestras intenciones y nos creemos esa idea de que luchamos por la gente cuando estamos luchando por nosotros mismos y satisfaciendo nuestros propios deseos. Para mí esa es la advertencia. La mayoría de las veces, las personas en la historia que se conforman son las que tienen una vida plena y tienen un efecto positivo en el mundo”.
Aunque la película no aborda la invasión napoleónica a España, Phoenix demuestra que se ha empollado el personaje y su historia. “Cuando ocurrió aquello él estaba luchando en Rusia, pero creo que vosotros lo hicisteis muy bien derrocando la ocupación francesa. Impresionante. Creo que fue la mayor derrota que tuvieron en el continente europeo, y creo que eso llevó incluso a vuestra propia constitución, ¿no?”, dice mostrando sus conocimientos.
Napoléon no ha llegado exenta de polémica. Los historiadores han señalado la poca precisión de varias de las imágenes, a lo que Ridley Scott ha contestado en varias entrevistas de su gira promocional con su mítico "fuck off" (mandando a los críticos a hacer puñetas). Una de las escenas que más ampollas han levantado es la del ejército de Napoleón disparando con sus cañones a las pirámides de Egipto, algo que Scott, en Madrid y de buen humor, se toma con humor. “¡Pues claro que eso no pasó! Nos tomamos esa libertad”, dice. Minutos antes, Phoenix había dejado claro que la intención de Ridley Scott “nunca fue hacer una clase de historia”. Scott defiende su visión, y dice que hay tantos libros sobre Napoleón que es difícil saber lo que es cierto y lo que no.
“Hay 2.500 libros sobre Napoleón. Más que sobre Dios o sobre cualquier líder político. La pregunta es, ¿qué tiene este hombre enigmático sobre el que hay mucho misterio sobre su poder y su éxito? Un éxito que también quedó bañado en sangre. Cuando eres líder de un ejército y te conviertes en dictador, te cubres de sangre, eso es todo. Las cifras que aparecen al final de la película son exactas, tres millones de soldados murieron en sus batallas", continúa y opina que el 90% de lo escrito sobre Napoleón "es especulación".
Lo que tiene claro es que "lo que quieres evitar cuando haces una película es la lección de historia". "Si es una lección de historia, no va nadie a verla. El 90% de España no irá a verla por ese motivo. Mi truco es tomar un tema histórico como en El reino de los cielos, Gladiator o 1492, y convertirlo en una película, no en una lección de historia”, zanja y señala la pintura como una de las influencias de donde sacó más información. Puede que de ahí tomara decisiones visuales tan imponentes como una batalla de Austerlitz en el hielo o esa imagen de Moscú reducida a cenizas, dos de las más potentes de un filme que brilla en lo épico y languidece en lo íntimo.