La segunda es Elena Martín, quien con su segunda película tras Julia Ist muestra una madurez creativa apabullante en Creatura. Martín (junto a Clara Roquet al guion) da un triple salto mortal hacia atrás al atreverse a hablar del deseo sexual femenino, pero a hacerlo desde la infancia, cuando se abre una herida que no se cierra. En un trabajo inteligente y complicadísimo se dedica a abrir melón tras melón. La culpa, la educación sexual, la represión, el complejo de Edipo… todo cabe en un trabajo que da para horas de charla.
Creatura es, además de una de las mejores películas del año, una de las sorpresas de unos premios Goya donde merecía más. Aun así Martín se ha colado, junto a Coixet, en la categoría de Mejor dirección. Merecido reconocimiento para su imponente trabajo. Quizás solo hacía falta que ellas contaran sus historias, y que también fueran ellas las que las produjeran para que estos temas llegaran a la pantalla y se vieran como nunca antes se habían mostrado.
¿Cómo está viviendo la nominación al Goya?
Antes de Navidades, cuando anunciaban los nominados, estaba mucho más nerviosa porque sí que tenía muchas ganas de que la película tuviera presencia. Son cosas que luego pienso que ojalá no me importaran, pero no puedes hacer nada, importa y punto. Pero ahora estoy tranquila, estoy muy ilusionada porque coincide con el final de viaje de la peli y yo ya me despido un poco de acompañarla. Así que acabar con los Goya es un subidón, y además este año hay muchas amigas y en los Gaudí estamos prácticamente todo el equipo nominado.
Cuando ganó el Forqué, Estíbaliz Urresola mencionó justo eso, que quizás entre todos debemos crear un relato nuevo para hablar de los premios, un relato menos bélico.
De hecho se lo comentamos todas en el macrogrupo de WhatsApp que tenemos todas las directoras españolas. Y se lo comentamos porque ya lo habíamos hablado antes, que este relato de ganadores y vencidos no tiene mucho sentido y es muy tóxico también. La competición es una forma de generar espectáculo, pero tras esa idea está el hecho de visibilizar el cine que hacemos y eso es muy bonito. Es una intención muy noble. Lo que pasa es que, claro, en el momento en que hay tantas ausencias en los premios, ese sentido de visibilizar el cine que hacemos entra un poco en cuestión.
Yo me siento muy afortunada de poder estar en los Goya, estar ahí para una película como Creatura es un logro muy bestia, pero igual no tendría que serlo siendo una peli que se ha estrenado en Cannes, que ha ganado un premio allí, que ha ido bien en salas… y yo lo celebro como algo inaudito. Así que para mí sí que hay una cuestión, hay una duda. Estoy totalmente de acuerdo con Esti y yo creo que sí que se puede cambiar el relato. Seguramente haya que pensar, desde mi generación, otras maneras de visibilizar nuestro cine.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido de este viaje?
La conexión con la gente. Eso ha sido muy bonito. A día de hoy sigo recibiendo mensajes de gente que no conozco, privados por Instagram que ya no logro contestar a todos, pero sí que los voy leyendo y es fuerte las ganas que tiene la gente de abrirse. Pero creo que lo que más me ha sorprendido es darme cuenta de lo equivocada que está la industria en muchas ocasiones, infravalorando al público. No sabes cuántas veces durante el proceso había gente que nos dijo que esta película no la iba a entender la gente o que el público no estaba preparado. Nada más lejos de la realidad.
Se podría decir que el deseo sexual es un tabú, en su película ese deseo es femenino y también en los niños.
Sí, sigue siendo un tabú. Y si le sumamos ya deseo femenino, infancia, cuerpos no normativos que se desean... pues vas sumando capas y el nivel de susto que tenemos es fortísimo. Es heavy porque yo en los coloquios he preguntado si les daba el mismo susto una película que expone mucha violencia y la mayoría de veces la respuesta es que no. Hay algo que está muy mal si nos sentimos más incómodas viendo esos cuerpos que se desean de una forma real, que viendo cuerpos que se agreden. Es preocupante. Hay mucho trabajo que hacer y es muy bonito hacerlo.
Para mí romper ese tabú era un motor creativo. La decisión de hacer la película nace después de hacer un proceso de creación en el marco del teatro con unas amigas y compartir experiencias propias y algunas de ellas compartieron experiencias en la infancia. También vi un documental que se llama Venus: confesiones desnudas, que está en Filmin, sobre mujeres contando todos sus complejos en relación a su cuerpo y al sexo, y luego empecé a leer y a documentarme. A ver que hay montones de cosas escritas acerca de cómo se vincula todo desde la primera herida, cómo evoluciona, cómo atraviesa esa herida la adolescencia y cómo repercute en la edad adulta. Y pensé ‘guau, si es que la información está ahí, hay gente estudiando esto, hay gente divulgando esto y no nos llega y estoy aquí hablándote yo que al final soy una milenial que hace terapia’. Es muy fuerte que un grupo de mujeres que teníamos en su momento 25 años sintiéramos que lo estábamos hablando por primera vez. Es muy extraño.
Ha mencionado esa primera herida, creo que eso es lo que más puede chocar a cierta gente de la película, ver ese despertar sexual en la infancia y cómo todo nace de ahí, no sé si eso fue también lo que más le sorprendió en la investigación.
Cuando empecé a leer sobre esto fue algo muy fascinante, pero tiene todo el sentido del mundo. De hecho, en la peli empezamos en la etapa genital que lo llaman en psicología, que es entre los tres y los seis años, porque ahí hay ese despertar genital y hay esa proyección hacia el padre o hacia la madre, según cual sea tu tendencia o cual sea la relación o cuál sea el organigrama familiar. Pero la sexualidad se empieza a construir desde el útero, desde que nacemos. Luego también hay una construcción cultural, obviamente. Pero hay una cosa muy arraigada del rechazo al contacto desde siempre, desde que nacemos. Las relaciones con nuestros padres ya son de alguna forma extrañas a nivel físico y luego empieza a mostrarse más explícitamente entre los tres y los seis años con esa voluntad de restregarte contra tu padre o contra tu madre, y se vuelve más violento porque ya no eres un bebé.
Lo que leía es que un niño necesita a sus progenitores para sobrevivir. Un niño no sobrevive solo en el mundo. Esa relación es a vida o muerte y entonces la necesidad de aprobación es absoluta. Entonces, una represión en ese momento o un rechazo muy fuerte en ese momento, obviamente queda grabado, es que es pura lógica. Si la niña está intentando velar por su supervivencia y el padre dice ‘esto no’ ella relaciona que si ella siente eso que siente en la vulva, su padre no la va a querer. Entonces, mucho mejor sobrevivir. Vamos a suprimir vulva y así mi padre me quiere.
Un deseo que luego implica el de querer matar a la madre, que es algo que ya estaba en los mitos griegos y uno ahora ve que todo tenía sentido.
Eva Evania Reichert, que es una terapeuta que relee a los clásicos y también a Freud, lo ve desde una perspectiva de género. No es un impulso de matar a la madre per se, porque las mujeres compitan entre ellas, porque somos víboras, sino que en el momento en que tú estás analizando una situación de poder y quien tiene el poder en casa es el hombre, pues a quien tienes que ganarte es al padre. Y si encima los cuidados están repartidos injustamente y la madre es la que te pone la crema, la que te dice que no te bañes más porque estás arrugada, y el padre, en cambio, se despreocupa y juega contigo, pues ¿con quién vas a querer estar?
Creatura también habla de esa presión hacia la mujer para que tenga sexo pero que tampoco se pase, porque la pueden llamar ‘guarra’. Son mensajes contradictorios para una adolescente.
Es muy claustrofóbico. Por un lado estás en una comida familiar y tu familia te pregunta que si ya tienes novio o si te has liado con alguien, pero ojo no vayas a dormir a casa de nadie. Socialmente está mal visto que no hayas tenido ninguna experiencia sexual, porque entonces eres una niña o eres una frígida, pero si tienes muchas, o si lo disfrutas demasiado, entonces eres una puta. Tienes que tener suficientes experiencias sexuales para entrar en un sistema, pero no suficientemente placenteras o suficientemente libres, porque te estás saltando las normas del sistema. No hay por donde cogerlo y la única salida es sentirte una mierda todo el rato. Hay pocas maneras de disfrutarlo.
Coinciden en los Goya dos películas que hablan de deseo sexual femenino, la suya y Un amor, de Isabel Coixet.
Me encanta que esté pasando esto porque últimamente he oído tantas veces decir de forma negativa que ahora todo es muy políticamente correcto, y a mí esto me tiene muy despistada porque pienso, ¿a qué nos referimos con lo políticamente correcto?, ¿a que no ofendemos a minorías en riesgo de exclusión?, porque entonces lo celebro. Yo no he leído la novela, vi directamente la peli y me flipó y pensé, y también con otras que he visto este año en festivales, que se están abriendo estos temas. Creo que tiene que ver con que haya mujeres, otras voces dirigiendo. Hay gente contando algo que no es fácil de digerir, pero a la vez sienta bien y para mí es callar bocas a los que dicen que ahora con las mujeres dirigiendo y con la conciencia feminista no se puede hablar de nada. Estamos hablando de cosas muy complejas. Siento que muchas películas dirigidas por mujeres se meten en el barro de una forma que no lo hacen películas que vienen de un discurso mucho más acomodado y se están rompiendo tabús.
Es curioso que se os ataque por esto que mencionas. Recientemente una columna que decía que es que todas las historias contadas por mujeres hablan de lo mismo.
No la he leído, pero esto no lo diría de los hombres que hacen thrillers. ¿Por qué de repente hay una columna diciendo eso de nosotras?, ¿por qué os molesta?, ¿os incomoda que estemos ocupando este espacio? Debo decir que cuando leo eso de un señor me da satisfacción. Pienso, ¿tienes miedo? Vale, tenlo un poco. Eso me da subidón. Si no molestáramos, si nuestras voces no estuvieran ocupando un sitio, nadie estaría hablando, nadie estaría haciendo la crítica, nadie estaría rabiando. Si estuviéramos haciendo cosas monas, pequeñitas, que no tienen mucho recorrido… Pero estamos ganando festivales, estamos llenando salas, estamos hablando de cosas que interpelan, y eso sale por algún lado.
Pero sí que hay una cosa que me asusta mucho, y es cuando viene de voces jóvenes y de voces de izquierdas. No lo juzgo, porque estamos todas atravesadas por el machismo, y al final hay cosas que si no nos cuestionamos, repetimos. Pero sí que de repente he oído a gente joven diciendo en un podcast que todas las directoras catalanas hacen películas desde el privilegio. Y ahí sí digo: un momento. Nosotras, que tenemos un discurso mucho más autocrítico, que hablamos mucho más de nuestro privilegio que los hombres que llevan años dirigiendo y que sí tienen un privilegio real, nos atacan por ello. Dicen que somos unas privilegiadas. Pues algunas sí vendrán de buena familia, otras no, otras han luchado como unas bestias.
‘Directora catalana’ se ha convertido en una etiqueta para atacar.
Es un género y además peyorativo. Y estoy segura de que estas voces jóvenes lo dicen sin pensar y no desde un sitio de odio profundo y rancio. Pero cuidado porque estamos reproduciendo cosas muy chungas. Hacer un saco de películas catalanas porque estén hechas en catalán, con la historia que tenemos en nuestro país y más con el auge de ciertos partidos en los últimos años… cuidado. Y que justamente sea en femenino, directoras catalanas… cuidado con lo que estamos diciendo. Tengamos conciencia. Eso no significa no poder tener sentido crítico. Yo me alegro muchísimo si alguien hace una buena crítica negativa de mi película, una crítica constructiva, pero valora mi peli, no la valores dentro de una etiqueta absurda. ¿Qué tienen que ver dos pelis de este año de directoras catalanas como Creatura con La imagen permanente? ¿Qué tiene que ver el recorrido de la obra, qué tiene que ver mi familia con la suya? Eso es absurdo.
Ha mencionado lo de películas pequeñas, porque molestan menos, una de las barreras de las mujeres son los presupuestos, siempre mucho más pequeños, ¿cree que tiene que ver con eso?
No sé con qué tiene que ver, pero este es un problema que está ahí. Es una barrera que se tiene que romper y se tiene que romper pronto, porque si no se nos agotan las ideas para presupuestos pequeños y medianos. Mi siguiente peli no la voy a poder hacer con el presupuesto de Creatura. Hay que encontrar la manera, porque si no nos estancaremos en ciertos lenguajes. También es muy cruel cuando critican las pelis de directoras porque la mayoría son óperas primas, ¿y por qué no están saliendo las pelis de directoras? Es que igual nos cuesta un huevo levantar películas, porque como en todas las profesiones las mujeres somos más desechables. El crecer como mujer no se valora tanto como el ser joven como mujer. Hay que ir con mucho cuidado con este discurso. Yo decido tomármelo a risa porque no me siento cómoda en la posición de víctima. No me sienta bien y no me hace crecer, entonces prefiero el cinismo y reírme un poco de lo que pasa. Pero cuando me pongo seria digo que hay que ir con mucho cuidado con lo que se dice.