Antes de que grippe en francés tuviera el significado de la enfermedad, según Juan Carlos Moreno Cabrera en Spanish is different, era sinónimo de capricho, fantasía repentina. Lo relaciona con el verbo de origen germánico gripper, que traduce como “atrapar”, “agarrar”, y nos conduce al inglés grip, que significa lo mismo, y al sustantivo grip, que nos habla, además, de “firmeza”. Etimológicamente, enfermo es aquel que no está firme. Deriva del latín infirmus, compuesto por el prefijo privativo in- y el adjetivo firmus. ¿Será por eso que, cuando estamos enfermos, sentimos que podemos deshacernos, que nos desbaratamos como la caca de un pajarito?
A la gripe también se le conoce como gripa, en México y Colombia, o como influenza en algunos otros países latinoamericanos, proveniente del italiano influenza, atestiguada en esta lengua desde 1282, según el Diccionario histórico de la lengua española, con el valor de: acción ejercida por los astros sobre el destino humano o sobre los fenómenos naturales o climáticos terrestres; y, más tarde, como influjo, y como enfermedad infecciosa caracterizada por fiebre, cefalea, desarreglos intestinales y afectación de las vías respiratorias. Viene del latín medieval influentia, de influere. Se creía que un fluido o un influjo celestial era el causante de esta dolencia, que tiene síntomas parecidos al resfriado, también resfrío en América, pero con diferencias en las maneras de aparecer y en lo que pueden una y otro desencadenar.
Un simple constipado aparece de manera más gradual y difícilmente desemboca en neumonía o bronquitis. La virulencia de la gripe deja al cuerpo más mortal, menos firme. A la gripe, coloquialmente, también se le conoce como trancazo. Puede que tenga algo que ver con el golpe que literalmente significa la palabra. Claro que a nadie le amarga un cuento: la leyenda muestra un origen mucho más interesante. Cuentan que María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, la famosa de “María Cristina me quiere gobernar”, regresaba a la alcoba tras encontrarse con su amante, un sargento de la guardia de Corps, y una de sus damas de confianza le preguntó si no había salido perdiendo con el cambio, pues su esposo, y también tío, que aquella noche estaba con gripe, Fernando VII, era conocido en palacio por el tamaño de su sexo, a lo que la reina contestó: “No creas, el sargento Muñoz también tiene un buen trancazo”. Al parecer, el rey la oyó y le pidió explicaciones. Entonces María Cristina se inventó que en la provincia del sargento, en Cuenca, se le llamaba así a la gripe. El doctor, que estaba allí, le siguió la corriente a María Cristina, y desde entonces llegó el término trancazo a nuestros días. Verdad o no, el cuento hace el malestar más llevadero.
Además de tener cuidado con quien está delante si uno habla del trancazo del amante, hay que ser cauteloso con decir que está constipado delante de un italiano, un inglés o un francés, porque pensarán que les estamos dando una información que, con casi toda probabilidad, no les interesa. Constipado es lo que se conoce como falso amigo, podrían traducirlo como: “estreñido”, que es lo que significa constipatio en italiano; constipé en francés; y constipated en inglés. “Too much information”, respondió un amigo guiri recién llegado a España a su casero, cuando este le contó que tenía la voz tomada por el constipado. Por cierto que guiri, el extranjero tipo y bastante blanquito, proviene del vasco guiristino, cristino, y es como se llamaba a los partidarios de la regente. La segunda acepción del diccionario lo explica: “En las guerras civiles del siglo XIX, partidario de la reina Cristina. Era usado también para designar a los liberales, y en especial a los soldados del Gobierno”.
Además de tener cuidado con quien está delante si uno habla del trancazo del amante, hay que ser cauteloso con decir que está constipado delante de un italiano, un inglés o un francés, porque pensarán que les estamos dando una información que, con casi toda probabilidad, no les interesa. Constipado podrían traducirlo como "estreñido"
Constipado viene del latín constipatio, del verbo constipo, cuyo significado es “estrechar”, “encerrar”. Según Corominas, en español constipar adquirió el sentido de acatarrarse en el siglo XIX, porque cuando uno se resfría se estrechan las vías respiratorias, igual que les pasa a otros conductos fisiológicos, a los intestinos, con el estreñimiento.
Algunas teorías relacionan el estreñimiento con el miedo. Entonces me acuerdo de aquella expresión que le dicen al niño travieso, tras su trastada y esa cara de bueno, como si no fuera el responsable de la fechoría: “Mucho miedo y muy poca vergüenza”. ¿Hablarían en palacio de obrar, dar de cuerpo, defecar?, ¿cómo llamarían al asunto de ir al baño? Escatológico viene del griego skatós, excremento, y -logía, la ciencia que estudia… en este caso ya se sabe. Quizá porque cada año regresa, el resfriado tiene tantos sinónimos. También se le llama catarro, del latín tardío catarrhus, y este del griego katárrhoos, de katarrhéo, fluir hacia abajo, dice María Moliner. Corre (un líquido) de arriba abajo, especifica Corominas.
No se considera fiebre si el enfermo no pasa de los 37 grados, febrícula hasta los 38, que antes se comprobaban con esos termómetros de mercurio que había que sacudir. Ahora han de ser electrónicos y, cuando han terminado de tomar la temperatura corporal, pitan: 35,6 grados centígrados bajo el ala izquierda de este cuerpo que escribe. En algunos lugares, a la fiebre se le conoce como calentura. Hablamos del fenómeno patológico, no de la excitación sexual. La palabra axila, espacio que transita el termómetro con frecuencia cuando estamos enfermos, proviene del latín axilla, eje, ala; pero sobaco, que significa lo mismo aunque suena muy diferente, es de origen incierto. Corominas explica que quizá pueda deberse a un cruce de las dos voces latinas subala (debajo del ala) y subhircus (debajo del arco). Al fin y al cabo, concavidad entre el brazo y el cuerpo. También de sobaco viene el nombre de una parte del olivo, aquella a la que llegamos alzando los brazos, desde la tierra: las sobaqueras.
Además de la calentura, la tos puede impedir dormir; la tos es la música que el cuerpo produce para expulsar lo que no desea. La tos, en ocasiones tan intensa que parece que nos va a desgarrar las costillas, al día siguiente nos regala agujetas en el abdomen, término que parece proceder de abdere, “ocultar”. El abdomen esconde nuestras vísceras y la ropa esconde nuestro abdomen; la tos consigue escaparse por la boca, como síntoma que dura.
Curiosamente, síntoma tiene el mismo origen que asíntota. Síntoma proviene del verbo sympiptein, “coincidir juntos”, “coincidir con”. Son, entonces, los síntomas que coinciden los que determinan el diagnóstico: resfriado o gripe. La asíntota es para unos la recta que se aproxima permanentemente a una curva sin alcanzar a tocarla y, para otros, la curva que se acerca a la recta. En cualquier caso y con el prefijo privativo a, viene a significar: que no coincide, que no cae junto. A la farmacia, que antes era botica, si la tos insiste, vamos a por un jarabe, palabra que proviene del árabe andalucí, šaráb, “poción”, derivada a su vez de šárib, “beber”.
Además de la calentura, la tos puede impedir dormir; la tos es la música que el cuerpo produce para expulsar lo que no desea. La tos, en ocasiones tan intensa que parece que nos va a desgarrar las costillas, al día siguiente nos regala agujetas en el abdomen, término que parece proceder de abdere, "ocultar". El abdomen esconde nuestras vísceras y la ropa esconde nuestro abdomen; la tos consigue escaparse por la boca, como síntoma que dura
María Cristina y el sargento no solo coincidieron una vez, sino que terminaron casándose y tuvieron cinco hijos y tres hijas. Seguramente, poseerían pañuelos bordados para sonarse los mocos. Más que echar, las personas se suenan los mocos o se los comen. Recuerdo a una niña disfrutando de su moco, de espaldas al padre. Se cruzaba conmigo. “¿Todo bien, Natalia?”, preguntó el padre. La niña, después de terminarse su moco, se puso el mismo dedo en la boca para rogarme que le guardara el secreto: “Todo bien, papi”.
No sé si Natalia seguirá ocultando su placer, si ya usará pañuelos bordados o si habrá experimentado el sentido figurado que se le dio a comerse los mocos (fracasar), antes usado mucho para quien no ligaba: comerse los mocos, no comerse ni una rosca. A veces el fracaso en algo nos reconduce hacia el éxito. A veces un resfriado nos convierte en lectores y de lectores nacen escritores.
Cada uno estornuda como Dios le ayuda, dice un refrán que Góngora glosa en una letrilla. En todos los barrios hay quien recibe mucha ayuda del todopoderoso y, con sus estornudos, parece que derribará nuestras casas. Cuando el vecino más escandaloso estornuda, el vecindario grita “¡Jesús!”, una costumbre que surgió como ruego, como un modo de pedir a los dioses por la salud del enfermo. Un estornudo no era señal de buen augurio.
Mejor pecar de inoportuno que de inhumano, preguntar cómo estás al otro, si ya consiguió echar del todo el malestar, si su cuerpo está libre y no tomado, desde la voz, por la gripe. La madre de la escritora Herta Müller siempre le preguntaba antes de salir si llevaba un pañuelo. Ella no cogía nunca el pañuelo para que su madre le hiciese la pregunta cada mañana. Cuidar viene del latín cogitare, “pensar”. Pensar en un hombre, escribió Roberto Juarroz, se parece a salvarlo.
Voz, en griego, es phoné, y lleva adentro phosy nous, que quiere decir “luz y pensamiento”. Por tanto, como cuenta Pedro Olalla en Palabras del Egeo, la voz es la luz que hace visible el pensamiento. La voz tomada, la voz constipada suena más nostálgica, más nasal, incluso, diríamos, más triste, como metálica. El modo en el que hablamos también cuenta el modo en el que el cuerpo está. Lo emocional no está apartado de lo físico.
Cuando la sanidad pública era ciencia ficción, se decía: “El dinero se va en un resfriado”, literal o exageradamente, buscando maneras y remedios para evitar nuestra penosa mortalidad, algo que tenían muy presente los griegos antiguos, quienes llamaban al ser humano brotos, “el mortal”.
Pedro Payán establece categorías para el diagnóstico de nuestro organismo, siguiendo el uso popular gaditano, de mejor a peor, así: tener el cuerpo cortao, tener el cuerpo disgustao, estar maluquillo, estar malo, estar enfermo. “De aquí se pasa ya a estirar la pata o hincar el pico”. No estaremos mal del todo, aun entre toses, mocos, estrechamientos y pésimos amores, mientras las ganas de reír permanezcan. ¡Salud!