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¿Derechas o izquierdas? Lo importante es acertar en la perspectiva

¿Y si cambiáramos de perspectiva? En un eje vertical podríamos situar las dos concepciones del poder predominantes en la Edad Media: ascendente y descendente. La concepción descendente del poder retorna en 2025 como una farsa de rápida y preocupante expansión entre muchos alumnos de instituto.

1.

Recuerden las escenas que les han acompañado desde niños. Iluminen los escenarios habituales en los que actúan sus imágenes mentales más recurrentes. Rememoren, si pueden, la primera situación en que se colocaron a la derecha o a la izquierda del espectro político, quizás en una comida familiar, quizás delante de un telediario o de un grupo de amigos que ya se habían significado políticamente. Pregúntense si se han movido desde aquella primera imagen y si ya aparecen borrosos. Tal vez, todavía permanezcan inmóviles y aún posen con unos contornos bien definidos. Pregúntenselo porque ese escenario extramental ya no existe para muchos alumnos de secundaria y bachillerato. Ustedes, dentro, aún se podrán perfilar bien, pero fuera el fondo se está difuminando, como el del pífano de Manet.

2.

El fondo, no obstante, aún se mantenía intacto para Norberto Bobbio en 1994, año de la publicación de su fundamental ensayo Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política (Taurus, 1996). Por ello, iniciaremos este artículo con un resumen de sus tesis básicas. A continuación, nos remontaremos al escenario de la revolución francesa en que se gestó la distinción entre izquierdas y derechas y, posteriormente, reconstruiremos las ruinas de uno de sus valores fundacionales a través del libro El eclipse de la fraternidad (Akal, 2004) de Antoni Domènech. Ese eclipse nos permitirá orientarnos en la penumbra de los rasgos diferenciales de las izquierdas y las derechas en nuestro tiempo y concluir este texto con la propuesta de una perspectiva alternativa: cambiar el eje político horizontal por el vertical de la mano de Los principios de gobierno y política en la Edad Media (Alianza, 1985), de Walter Ullmann. 

3.

Empezaremos resumiendo las tesis de Norberto Bobbio. El intelectual italiano admitía abiertamente que se consideraba a sí mismo como un pensador moderado y un hombre de izquierdas. Por ello, confesaba que daba al término “izquierda” una connotación positiva y a la noción de “derecha” un matiz negativo. Esta confesión tenía un alto valor didáctico al enseñarnos que cualquier confrontación política estaba sujeta a una polaridad opositiva cuya valoración podría depender de nuestra pertenencia a un polo o a otro. La pretensión de superar esta polaridad, sin embargo, inspira la redacción de este artículo desde una perspectiva no valorativa y alejada de las identificaciones emocionales. ¡Una perspectiva casi imposible de adoptar hoy en España!

4.

Para Bobbio existía un criterio que permitía distinguir izquierdas y derechas, a saber, su diversa consideración de la igualdad. Este contraste se originaba en su distinta valoración de las desigualdades naturales y sociales y de los dos autores que, según Bobbio, representaban respectivamente el ideal igualitario y el no igualitario: Rousseau y Nietzsche. En suma, para Rousseau la desigualdad se generaba a partir de las convenciones sociales, mientras que para Nietzsche era al revés: las normas sociales suprimían las desigualdades naturales.

En el Discurso sobre el origen de la desigualdad, Rousseau asumía que los hombres habían nacido iguales, pero la sociedad civil, es decir, la sociedad que superaba progresivamente el estado de naturaleza a través del desarrollo de la técnica, los había convertido en desiguales. En cambio, el pensador alemán adoptaba el presupuesto de que los hombres eran por naturaleza desiguales y solamente la sociedad con la moral del rebaño y con la religión de la resignación, los igualaba al desfigurar sus rasgos individuales. En pocas palabras, las izquierdas invocarían el pensamiento de Rousseau; las derechas el de Nietzsche, y deberíamos señalar nosotros una tercera vía que indicara que en el reino de la naturaleza no existen ni la desigualdad ni la igualdad, solo se dan diferencias entre individuos diversos que no se podrían agrupar simbólicamente en iguales y desiguales.

Además, Bobbio añadía otro criterio de demarcación entre las diferentes facciones internas de derechas e izquierdas: la distinta actitud con respecto a la libertad. Este criterio permitiría distinguir a los moderados y a los extremistas dentro de las derechas y las izquierdas y superar la contraposición precipitada entre izquierda igualitaria y derecha liberal. Es decir, Bobbio no tenía ninguna dificultad en admitir la existencia de doctrinas que protegieran con mayor fervor las libertades individuales mediante los derechos civiles, como la libertad de conciencia o pensamiento, y los derechos políticos, como la libertad de voto, pero se negaba a admitir que esta característica sirviera para identificar a la derecha y diferenciarla de la izquierda. En cambio, el respeto democrático a las libertades individuales permitiría distinguir, tanto en el ámbito de la izquierda como en el de la derecha, el ala moderada de la extremista.

5.

De la combinación del criterio de la igualdad con el criterio del respeto democrático a las libertades individuales surgirían, según Bobbio, cuatro opciones políticas básicas: a) extrema derecha: antiigualitaria y antidemocrática o antiliberal, b) derecha moderada: antiigualitaria y democrática o liberal, c) izquierda moderada: igualitaria y democrática o liberal, d) extrema izquierda: igualitaria y antidemocrática o autoritaria. Bobbio proporcionaba así unos criterios claros para justificar la atribución de las cuatro etiquetas anteriores a las diversas doctrinas del espectro político. Por otra parte, nos conminaba a conservar la dicotomía izquierda/derecha, cuando muchos teóricos del neoliberalismo la pretendían suprimir.

Asimismo, Bobbio nos interpelaba a cuestionarnos si el carácter dicotómico es esencial a todo lenguaje político y si la oposición derecha/izquierda ya estaba de algún modo contenida en la dualidad libertad/igualdad surgida de dos de los valores fundamentales de la Revolución Francesa. No obstante, la clasificación de Bobbio desdeñaba el criterio del tercer valor revolucionario, a saber, el valor de la fraternidad; es más, el pensador italiano asignaba significativamente a los jacobinos la etiqueta de extrema izquierda, de tal manera que deberíamos preguntarnos si podríamos presentar una perspectiva alternativa de la Revolución Francesa que diera cuenta de los elementos soslayados por el transalpino, o sea, una perspectiva como la de Antoni Domènech en su ensayo El eclipse de la fraternidad.  

6.

El ensayo de Domènech nos enseña que no podemos hacer filosofía política normativa sin atender a las tradiciones y a las trayectorias históricas de las instituciones y de las luchas concretas en las que se han ido encarnando los valores morales y políticos que se pretenden defender normativamente. De aquí que no debamos olvidar las fechas y los hitos fundamentales de la Revolución Francesa en los que se produjo la división del escenario político en derechas e izquierdas. He aquí una mínima cronología. El 17 de junio de 1789, los Estados Generales convocados por Luis XVI se deshicieron de la tutela del propio rey, cuando los representantes del tercer estado y algunos de la nobleza y del clero se constituyeron como Asamblea Nacional. El 20 de junio, el rey intentó impedir sus reuniones cerrando la sala “des menus plaisirs” de Versalles donde se congregaban los diputados de los tres estados, de tal manera que los díscolos se trasladaron a una sala contigua destinada a jugar al tenis de la época. Allí, los diputados revolucionarios realizaron el famoso juramento del juego de pelota, mediante el cual se comprometieron a no disolverse hasta que se hubiera redactado una nueva constitución para Francia. Este juramento fue un momento clave en el inicio de la Revolución, simbolizando la determinación del pueblo francés de luchar por su libertad, por sus derechos políticos y por un gobierno representativo. En los meses sucesivos se discutieron asuntos cruciales como los poderes respectivos del rey y de los representantes de la nación.

Para facilitar el recuento de cada votación, se pidió a los diputados que se pusieran a un lado u otro del presidente de la asamblea dependiendo del sentido de sus votos. A su izquierda se situaban los que reclamaban más poder para los diputados, a su derecha los que pretendían conservar el poder de veto del rey.  Con el tiempo, esta colocación se hizo permanente y se mantuvo cuando adoptó el parlamento la forma de hemiciclo. Los diputados más militantes se sentaban en la parte superior de las alas derecha –como Cazalès o Maury–  e izquierda –como Robespierre o Pétion–, mientras que los más moderados y los que cambiaban la orientación de su voto según los asuntos tratados, en el centro. 

7.

Otra fecha clave para la Asamblea Nacional fue el 26 de agosto, cuando se presentó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyo primer artículo establecía que los hombres nacen libres e iguales en derechos y apostillaba que “les distinctions sociales ne peuvent être fondées que sur l’utilité commune”. El aroma a derechas de la apostilla era inconfundible, ya que percibía en la desigualdad un camino para el desarrollo de los individuos, no un obstáculo como intuiría la izquierda. Además el segundo artículo indicaba que el propósito de toda asociación política era la conservación de los derechos naturales del hombre: “la liberté, la propriété, la sûreté, et la résistance à l'oppression” ¡Ni rastro del valor de la fraternidad en este listado! Es más, tampoco se explicitaba que la igualdad fuera un derecho como la libertad o la propiedad, de aquí que Domènech resaltara la importancia de los revolucionarios conservadores en la configuración de la doctrina republicana que se acabó imponiendo en Francia.

Esta doctrina republicana no se podía entender sin los referentes clásicos de la politeia aristotélica, que abogaba por instaurar un régimen mixto que impidiera mediante un sistema censitario el ejercicio del gobierno al démos, a la plebe. En la Francia revolucionaria, los republicanos conservadores también restringían los derechos de la plebe y limitaban la libertad a los propietarios. Por ejemplo, Boissy d’Anglas propugnaba que solo los mejores pudieran ejercer el gobierno, y estos solo podían surgir de entre los propietarios, porque eran los más instruidos y eran, ¡además!, los que respetaban las leyes. En cambio, los revolucionarios plebeyos esgrimían la metáfora de la fraternidad como una promesa de la libertad civil y política para todos, para propietarios y no propietarios: ¡que nadie dependiera de nadie! ¡que nadie sometiera a nadie!

8.

La superación de la sumisión se manifestó en la guillotina, el gran invento de la filosofía moderna para algunos pensadores. El cuello guillotinado de Luis XVI rodó el 21 de enero de 1793 y marcó el final momentáneo de la monarquía y la derrota de los diputados que todavía defendían el veto regio. La guillotina se convirtió en uno de los iconos del llamado período del Terror desde el 5 de septiembre de 1793, hasta que, el 27 de julio de 1794, la misma guillotina decapitó a Robespierre, líder de la izquierda, simbolizando el fracaso de la Revolución y de la república plebeya según Domènech. La derrota implicó, a la inversa, la victoria de la burguesía republicana partidaria de un régimen político censitario. Dupont de Nemours, otro de los grandes exponentes del conservadurismo republicano, defendía que los propietarios eran “los soberanos por la gracia de Dios, de la naturaleza, de su trabajo, de sus inversiones y, también, del trabajo y las inversiones de sus antepasados”. Para los revolucionarios conservadores, el gobierno de los desposeídos conduciría a la vuelta al estado de naturaleza. Por ello, tenían que evitar la participación política de la plebe mediante la abolición del sufragio universal, abolición refrendada por la Constitución francesa de 1795.

9.

La derrota de la revolución plebeya se confirmó a lo largo del directorio de los girondinos y se consumó el 9 de noviembre (18 Brumario) de 1799 con el golpe de estado de Napoleón que, al autoproclamarse emperador, resucitaría el régimen autoritario que pretendieron aniquilar los republicanos. Esta fecha le inspiró a Karl Marx la siguiente reflexión: de la tragedia del golpe de Estado de 1799 de Napoleón Bonaparte, se alimentó la farsa del autogolpe de su sobrino, Luis Bonaparte, en 1851.  De aquí el título del texto El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Akal, 2023) y una de las divisas marxianas más célebres: “Todos los grandes hechos y personajes de la historia universal acontecen dos veces: una vez como tragedia, la otra como farsa”. ¿Marxiana o engelsiana? En su reciente traducción castellana, la editora Clara Ramas incluía como apéndice un texto de Engels que pudo servir de fuente a la frase de Marx, pero claro: ¡no iban a discutir por la propiedad de una frase aquellos que consideraban que la propiedad era un obstáculo para la emancipación del género humano!   

10.

Hoy en día, como había pronosticado Marx, los ilustres personajes del pasado retornan, pero como bufones. Algunas de las tragedias del feudalismo se repiten como farsas de mal gusto ante las cuales nos frotamos los ojos para descartar que estamos soñando. Nos decimos a nosotros mismos: “no es posible lo que estoy viendo”. A la incredulidad y al estupor, no obstante, les puede seguir un interés teórico por comprender el cambio de paradigma político actual y por buscar sus fuentes premodernas. De esa búsqueda ha nacido este texto. La mutación del paradigma político está difuminando la perspectiva política horizontal y la está sustituyendo por la vertical. Por ello, concluiremos señalando algunos hitos de esta sustitución gracias a las categorías utilizadas por Walter Ullmann para explicar las dos concepciones del poder predominantes en la Europa medieval: ascendente y descendente.

11.

La nueva farsa del poder descendente ya se percibía sin ambages en la portada de la revista Time del 18 de junio de 2018, en la que aparecía la efigie de Trump reflejada en un espejo y coronada como un monarca medieval. En 2025 la farsa de la concepción descendente del poder se reencarna en bufones que imitan cómicamente el autoritarismo de papas y reyes de la alta Edad Media. En esos siglos, pontífices y monarcas concedían con condescendencia los derechos a los súbditos, que no tenían por sí mismos derecho a la cosa concedida. Incluso el rey se consideraba un vicario y un lugarteniente de Dios en la tierra, después de ser ungido mediante el crisma que visibilizaba su dependencia de Dios; hoy la farsa se representaría con una cruz de ceniza en la frente en una entrevista en la cadena Fox.

En la alta Edad Media, Se legislaba y se gobernaba por la gracia de Dios; hoy se arengaría a las masas con un God bless you antes de asaltar el Capitolio o se rezaría un rosario como señal de resistencia ante un gobierno infiel a los principios de la patria. El derecho medieval, resumía Ullmann, emanaba de la ley divina reflejada en la voluntad real, que proporcionaba la protección a su reino. Solo el rey era responsable de la paz del reino y de sus feudos, que se tenían que plegar a la voluntad y a las decisiones del monarca; hoy la farsa se produciría en la Casa Blanca, cuando quien no tiene buenas cartas o armamento suficiente acata resignadamente las voces del que dispone de un arsenal nuclear. Al rey no lo unía ningún vínculo jurídico con su pueblo y se situaba por encima de los súbditos y de la ley –como hoy se situaría aquel que gobierna a pesar de estar condenado sin posibilidad de aplicarle la pena mientras gobierne. La consumación de la farsa se ha producido el 19 de febrero de 2025 cuando ese gobernante se denominó a sí mismo rey en una publicación de su propia red social al exclamar: Long live the king!

12.

En 2025 está de moda la concepción descendente del poder entre muchos adolescentes, un poder ejercido omnímodamente por quien está por encima de los súbditos, consumidores o votantes. Son los elegidos por la gracia divina o por la infinita sabiduría del mercado universal. Su poder deriva del hecho contable de que han generado riqueza, merecida riqueza. Son los nuevos vicarios del siglo XXI: CEOs, oligarcas o magnates. En cambio, la concepción ascendente no resulta tan atractiva para muchos alumnos de bachiller. Para ellos la farsa es creer que el poder surge y asciende desde los individuos a los gobernantes y que el  pueblo puede dirigir el destino de la sociedad sin plegarse a las exigencias de los magnates. Dicho de otro modo, para muchos estudiantes es una farsa que los gobernantes son los representantes del pueblo que los elige y los sustituye votando cada cierto tiempo; en ellos han cristalizado los efectos perversos de la polarización al exclamar orgullosos de su recién estrenado extremismo: “¡Todos los políticos son iguales!”

Ese nuevo extremismo, además, les otorga la capacidad indiscutible de irritar a los profesores y, en general, a los defensores de la concepción ascendente del poder que proclaman –en celebraciones aburridas de patio o salón de actos– que la defensa de los derechos humanos nos incumbe a todos y no se restringe a personas de izquierda o derecha. La irritación aumenta cuando sonríen escépticos al oír que el respeto a los derechos y a las reglas de la democracia es de todos y no hay monarcas, CEOs o magnates que se deban situar por encima de la ley. 

13.

Ante la moda del nuevo extremismo, los partidarios del poder ascendente de Ullmann se acercarían a las posturas moderadas de Bobbio, ya que difundirían que la sujeción a la ley es la salvaguarda contra el poder descendente y, más aún, que la concepción ascendente proporciona el marco de la útil discrepancia, dentro del cual cada uno puede empujar a derecha o a izquierda para orientar la convivencia en la dirección más apropiada. Concebir ascendentemente el poder implica creer que la democracia no es solo votar sino, antes, deliberar en condiciones de igualdad. La democracia no es solo el resultado de las urnas sino también un método para forjar ascendentemente las decisiones colectivas. Antoni Domènech nos obligaría a preguntarnos si esas decisiones al final solo incumben a los propietarios o si involucran también a aquellos que solo poseen su fuerza de trabajo.     

14.

Hoy en día, los youtubers que pretenden agudizar y monetarizar las diferencias entre izquierdas y derechas utilizan los verbos de algunas de las emociones más básicas: “humillar”, “destrozar”, “ridiculizar”. Estos verbos, lejos de fomentar el debate entre las diversas posiciones del espectro político, lo debilitan al convertirlas en fes dogmáticas impermeables al diálogo y al reconocimiento de que la postura diferente pueda tener razón. El reto de cambiar de perspectiva es urgente. La polarización en la perspectiva horizontal ha fertilizado el campo de cultivo del poder descendente y muchos de los alumnos de nuestras escuelas están perfilando su personalidad política bajo la sombra de un poder que los mira con condescendencia. Si no hacemos nada, esta sombra los acompañará como una imagen reiterativa a lo largo de su vida, un escenario recurrente, un destino ineludible.