Ese impulso me llevó a conocer al principal promotor cultural guineano, Sansy Kaba Diakité, editor de L’Harmattan Guinée y organizador de Las 72 horas del Libro de Conakri, feria clave, como se explica en esta crónica de elDiario.es, para que la capital guineana fuera nombrada por la UNESCO Capital Mundial del Libro en 2017.
En la 17ª edición celebrada este 2025 y a la que he podido asistir invitada por la Embajada de España, la Feria del Libro de Conakri ha tenido por tema “El poderío de las mujeres” lo que ha concitado la participación de decenas de escritoras, editoras, periodistas y gestoras culturales africanas.
Cinco de ellas, tres francófonas, una anglófona y una lusófona, aceptaron ser entrevistadas por elDiario.es para compartir sus intereses, retos y análisis que rara vez se abren paso a esta orilla del Mediterráneo entre las noticias de pateras, conflictos, epidemias y hambrunas a las que se reduce el retrato de África. Ellas son Fatimata Diallo Ba (56 años, Senegal) autora de las novelas Des cris sous la peau (2018), Rouges silences (2022) y el libro de relatos Tisserandes! (2025); Dame Joan Oji (68 años, Nigeria) primera mujer Secretaria General en los más de 40 años de la prestigiosa Asociación de Autores Nigerianos (ANA) fundada, entre otros, por los célebres Chinua Achebe y Wole Soyinka (primer Nobel de Literatura africano, en 1986) y autora de Heart Trick (2009), Abuja the Beautiful (2012) Gone Too Soon (2016), Phonics for Beginners (2016), and The Late Bloomer - A Memoir (2023); Lídia Mathe (37 años, Mozambique), vocal de la Asociación de Escritores Mozambiqueños, autora de Outra parte de mim, Eduardo Mondlane nos teus olhos, Detrás do sol, Rotas de alma, Encontra’rte Moçambique y África vagâo de Ouro (2023) y coordinadora del libro colectivo Pátria amada (2021); Reinette Mulonda (32 años, Congo Kinshasa), autora de la novela Course contre la honte (2024) y creadora de contenidos literarios online y Safiatou M’bouillé Fofana (31 años, Mali), gestora cultural que coordina Miss Littérature Afrique en Mali y La rentrée littéraire du Mali.
Preguntadas sobre los temas de sus obras y más frecuentes entre sus colegas, si bien Dame Joan Oji subraya que las escritoras africanas tratan de todo y con cualquier estilo, hay un amplio consenso sobre que, en la actualidad, sobre todo toman la palabra para retratar y desafiar situaciones sociales que las coartan.
“En Congo –explica Reinette Mulonda—, las escritoras levantamos la voz frente a la presión social por el matrimonio, la maternidad y el tabú de la violencia de género”. “Soplan vientos feministas en la literatura y el país”, dice quien en su novela Carrera contra la vergüenza cuestiona lo que la sociedad africana entiende por “lo que debe ser el éxito para una mujer”.
La gestora cultural maliense Safiatou M’bouillé Fofana la respalda: “Sí, en las obras de mi país se denuncian los matrimonios concertados, la expectativa familiar de que la mujer sea esposa y madre, la poca importancia que se da a que estudiemos y hagamos carreras ambiciosas, la dura situación de las viudas de nuestros conflictos bélicos”. Ella y Reinette Mulonda discrepan, no obstante, sobre la condición de “feministas” que Fofana rechaza por considerar a las de su país “radicales antitodo” y, Mulonda, en cambio, reivindica con fuerza.
Otro tema objeto de vivas denuncias es la ablación de clítoris que, en países como Guinea, según datos de la ONU, sufre el 97% de las mujeres entre 15 y 49 años. Una práctica que las escritoras denuncian como el colmo de la barbarie patriarcal, perpetuada por tías y abuelas incluso cuando los padres se oponen, que causa daños crónicos y contagia enfermedades a las víctimas al practicarse a varias con la misma cuchilla, de la que muchas conocen a afectadas. Y un proceder del que durante la retransmisión en abierto del programa de TV de la Feria del Libro de Conakri, Paroles de plumes, la doctora Zalikatou Diallo, primera vicepresidenta del Parlamento Nacional, confesó ser víctima y que alentó a erradicar a partir del libro sobre el tema que ha escrito.

“La condición femenina, la violencia contra las mujeres, la infancia, la educación, la actualidad, la naturaleza y la memoria” son los temas que la senegalesa Fatimata Diallo Ba destaca en su obra. La mozambiqueña Lídia Mathe destaca su “gusto por mezclar géneros y dar toques surrealistas, huyendo de modas romanticonas porque el amor es para vivirlo y la literatura para hacer vivir la necesidad de deconstruir lo que no funciona y hacer un mundo más humano”.
Pasión por los libros desde la infanciaLa vocación literaria de todas ellas arranca en su niñez. “Yo siempre he querido ser escritora” cuenta la senegalesa Diallo Ba. “Cuando era pequeña, escribía en todas partes, hasta en las paredes de mi cuarto, en todo trozo de papel”.
A la maliense Safiatou M’bouillé Fofana fue su madre quien le hizo amar la lectura. En el caso de la mozambiqueña Lídia Mathe “mi familia pensaba que estaba loca porque hablaba sola por la casa, pero a mis 12 años un cura que notó que era muy imaginativa me aconsejó leer, me prestó libros y luego otros profesores me animaron a escribir”.

En el caso de la nigeriana Dame Joan Oji su pasión inicial por las novelas inglesas se vio reforzada por las lecturas obligatorias de su carrera de Magisterio especializada en Literatura entre las que destaca Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift o Rebelión en la granja de George Orwell junto a títulos africanos como Todo se desmorona del nigeriano Chinua Achebe, Un grano de trigo del keniata Ngũgĩ wa Thiong'o, Houseboy del camerunés Ferdinand Oyono, The Beautyful Ones Are Not Yet Born del ghanés Ayi Kwei Armah. “Me hice tan adicta a la ficción que supe que algún día escribiría mis novelas”.
Objeciones familiares y socialesCon todo, el entorno familiar y social rara vez ha recibido bien la vocación literaria de estas escritoras. “Mi círculo no me ha animado”, expone Fatimata Diallo Ba, “porque la escritura, que en un hombre se ve tarea seria, en la mujer se ve accesoria, inútil”. “Además –añade quien ha sido profesora de literatura 17 años en institutos de París y luego 12 años en Dakar–, una mujer que escribe es una mujer que piensa y, por tanto, es potencialmente peligrosa para una sociedad patriarcal que la quiere sorda, muda y ciega”. Igualmente, en Nigeria, apunta Dame Joan Oji, escribir y publicar libros siendo mujer “no cuenta con apoyo social porque se considera un pasatiempo”.

“Incluso habiendo crecido en un ambiente literario”, cuenta Reinette Mulonda, hija de un periodista congoleño, corresponsal de medios belgas, “mi madre me obligó a estudiar y ejercer una profesión para pagar las facturas, por eso soy médico en un hospital de Kinshasa y he debido compaginar eso y la crianza de mi hija de 17 meses con escribir mi primera novela”.
Una mujer que escribe es una mujer que piensa y, por tanto, es potencialmente peligrosa para una sociedad patriarcal que la quiere sorda, muda y ciega.
La maliense Safiatou M’bouillé Fofana, formada como periodista, cuenta con el respaldo de sus padres que la alientan en su tarea de gestora literaria con los viajes que conlleva, “pero otras personas malmeten con su concepción anticuada de que las jóvenes independientes y que viajamos somos ligeras de cascos”.
Peor aún, M’bouillé Fofana, que complementa sus ingresos con el diseño y confección de moda, denuncia topar con desconfianzas de posibles financiadores de sus eventos por su condición de mujer. “Es desesperante que siempre esperen a un hombre de más rango que nos tutorice”. E incluso denuncia haber sufrido proposiciones indecentes.
Es desesperante que posibles socios de los eventos literarios que organizo esperen que haya un hombre de más rango que me tutorice. Y peor aún tener que sufrir proposiciones indecentes.
“Aunque, por suerte, cada vez hay más hombres en el sector del libro aliados de las mujeres, como el organizador de Las 72 horas del Libro de Conakri, Sansy Kaba, que nos ha invitado” y que ha nombrado a dos mujeres, Diaka y Ramatoulaye Camara para dirigir esta 17ª edición sobre “La pujanza femenina”.
Retos: maternidad y pluriempleoSobre los mayores desafíos que afronta como escritora, Fatimata Diallo Bah, contesta rotunda: “La falta de tiempo, por el obstáculo de las multitareas que se nos asignan a nosotras”, dice quien ha criado a tres hijas e hijos ya veinteañeros.
“Está claro”, coincide la mozambiqueña Lídia Mathe, “que la responsabilidad de la crianza y ejercer varias profesiones para completar el salario, como en mi caso las de periodista, editora y locutora, complican escribir”, testimonia desde su experiencia de madre de un chaval de 16 años.
Las escritoras apuntan a que en las sociedades africanas actuales aún muy patriarcales, donde en ciertos contextos se mantiene la poligamia, “las expectativas sobre las mujeres no pasan por que creemos libros sino porque tengamos hijos sanos y hogares que funcionen”, retrata Reinette Mulonda. “Con todo ya hay avances –añade– porque mi marido, también escritor congoleño, me anima a escribir y participar en eventos como este haciéndose cargo de nuestra niña que, además, estaba resfriadilla”. “Esos hombres, como el marido de la también escritora y editora maliense Fatoumata Keita, son con los que todas soñamos”, remata Safiatou Fofana.
¿Cómo hacerse idea de lo que habrá afrontado Dame Joan Oji, madre de ocho hijas? “He llevado vidas paralelas, sí, la de profesional, madre y ahora viuda”, señala. “Pero la mayor dificultad para ejercer de escritora viene de que solo unas pocas autoras nigerianas en la diáspora, en Europa y EEUU, pueden vivir de ello. No hay paridad con los escritores en eso”.
Medidas africanas en pro de la culturaPese a sus distintos contextos nacionales y lingüísticos al proceder de cinco países de los 55 africanos, las autoras consultadas coinciden esencialmente en las decisiones que deberían aplicarse en el continente para promover la cultura y la literatura.
“Hace falta una Política Nacional del Libro que en países como Mali no tenemos”, expone Safiatou Fofana. “Sí”, la apoya la congoleña Reinette Mulonda, “una acción coordinada entre el Estado, vía educación pública, y las familias, que inculque la importancia de lectura y escritura, como placer y oportunidad, no como imposición, y dé valor al trabajo de escribir”.
Las tasas de analfabetismo son un problema en el contexto africano. “En Nigeria”, apunta Dame Joan Oji, “con 200 millones de habitantes, en 2021 solo el 63,16% de los mayores de 15 años sabían leer y escribir y la cifra lamentablemente ha bajado al 59,57% en 2024. Por eso algunos de nuestros 36 gobiernos estatales, más la capital federal y mi asociación ANA fomentamos la escolarización, la lectura y escritura, y creamos premios como estímulos”.

Fatimata Diallo Ba está de acuerdo en que hay que promover un cambio de mentalidad en las familias que marque la prioridad del aprendizaje también entre las niñas, a menudo orientadas desde muy pronto al cuidado del hogar “cuando las que ya estudian son hoy generalmente más brillantes que los niños” y añade la importancia de “poner la lectura al alcance de todos, construyendo bibliotecas y acercando a los autores a su público”. “Sí”, la respalda la congoleña Mulonda “porque el libro hoy aquí es caro respecto al salario. Y entre libro y pan, se elige comer”.
Las expectativas sobre las mujeres en la sociedad patriarcal africana no pasan porque creemos libros sino porque sustentemos hogares e hijos. Pero ya hay avances. Como que mi marido, también escritor congoleño, me anime a escribir y se encargue a 100% de nuestra hija cuando yo viajo.
Lídia Mathe apunta a la necesidad de alfabetizar no solo a niños, también a los adultos, “porque es responsabilidad de quienes nos lideran dar a la población la oportunidad intransferible de aprender, conocerse uno, su entorno y el gran mundo”.
“Junto a lo anterior —añade Reinette Mulonda— en Congo y África necesitamos inversores en el sector literario (editores, impresores, libreros) para publicar cada vez más libros de calidad, como los de Senegal, sin salir del continente”.
Relación con las exmetrópolisExiste un malestar en el África francófona respecto al papel tutelar que Francia, antigua metrópoli, intenta seguir ejerciendo. “En Mali no tenemos nada contra la población francesa”, dice Safiatou Fofana. “Crecimos entre franceses, tenemos amigos franceses, hemos estudiado en francés, pero hay cosas de la política francesa que no gustan y lo manifestamos”.

“En efecto”, constata, Reinette Mulonda, “la cultura literaria en Congo es de herencia francesa, muchos escribimos en esa lengua, pero, por una parte, hay una relación de la política francesa y europea con la guerra al Este de nuestro país donde, con ayuda de Ruanda, se expolian nuestros minerales y, por otra, está nuestro legítimo deseo de librarnos del pasado colonial y desarrollar nuestra identidad y voz literaria propias”. No con el objetivo de enfrentarse, insisten, sino para colaborar, pero por fin sin sumisiones, en pie de igualdad.
“Por desgracia, Francia ha hecho mucho daño a la población africana. Y sigue con su arrogancia obsoleta”, explica Fatimata Diallo Ba. “Es una lástima que no quiera reconocer la dignidad de sus antiguas colonias ahora que las tornas han cambiado, que ella ya no inspira sueños y los africanos ya no tienen complejos”.
Los africanos son tan pujantes intelectualmente como franceses y europeos y exigimos respeto y colaborar en igualdad. Si nuestros niños estudian lenguas europeas ya en Primaria, ¿por qué los escolares europeos no estudian lenguas africanas siquiera en Secundaria?
La novelista senegalesa recurre al concepto africano de Ubuntu (“soy porque somos”) para defender una ética de respeto recíproco. “Los africanos no detestan a Francia y reconocen su pujanza intelectual, pero también se saben poderosos intelectualmente y reclaman que se les reconozca e intercambiar conocimientos y métodos para el progreso de la humanidad”.
En ese sentido y frente al aprendizaje por los africanos de lenguas europeas ya en Primaria se plantea: “¿No es hora de que los europeos aprendan los idiomas africanos, siquiera en Secundaria?”.
En Nigeria, excolonia británica, según Dame Joan Oji, “existe lo necesario para desarrollar y publicar a los escritores autóctonos, sin depender de editoriales extranjeras”. Ahora bien, para impulsar la literatura africana ella apuesta porque los editores de cada país se unan en asociaciones nacionales que se adhieran a la Red de Editores Africanos (APNET), “algo vital para desafiar y resistir el atractivo de la validación occidental”.
Imposibilidad de viajar en igualdadMientras en la orilla europea uno de los pocos aspectos que se retrata de África es la migración en pateras, en tierras africanas suscitan indignación generalizada los impedimentos que Europa y occidente imponen a los africanos a la hora de viajar.
“Yo, como autora, querría viajar para inspirarme –confiesa Reinette Mulonda– como tantos occidentales que vienen a África y a quienes acogemos con los brazos abiertos. Pero, en cuanto lo intentas, topas con el rompecabezas de los impedimentos administrativos”.

Fatimata Diallo Ba, por su parte, autora de textos sobre inmigración ilegal, defiende que “África es un gran lugar para vivir” y dice tener “roto el corazón porque los europeos puedan visitarnos a su antojo mientras nuestra esperanzada juventud sufre en sus rutas a las costas de Europa”. Y llama a “los europeos conscientes” a oponerse al mito “que la extrema derecha europea ha logrado que la gente crea sobre la gran invasión de hordas de pobres venidos de África para robarles sus bienes y pervertir su civilización”.
Migrar es propio de la naturaleza humana, pero si se quiere frenar el auge migratorio por los conflictos y desastre climático sólo hay un camino: “¡Parar todas las guerras! ¡Acabar con la corrupción! ¡Instaurar la verdadera democracia!
El libro África, vagâo de Ouro, de la mozambiqueña Lídia Mathe es justo un debate entre los vagones de un tren formado por todos los continentes. “Yo no apelo a los territorios, sino a las conciencias individuales y señalo que no siempre se vive mejor donde hay más comodidad material, sino donde hay más humanidad”.
En la perspectiva de Dame Joan Oji, siendo como es “propio de la naturaleza humana buscar una vida mejor, mejor educación y condiciones de vida allí donde existan”, si se quiere acabar con el creciente flujo de inmigrantes de África, el Caribe y el Pacífico a Occidente, “causado por conflictos bélicos interminables, condiciones climáticas extremas, inestabilidad política y convulsiones sociales” solo existe un camino: “¡Parar todas las guerras! ¡Acabar con la corrupción! ¡Instaurar la verdadera democracia!”.
Auge de la mujer africana y sororidadLa opinión de las cinco entrevistadas es unánime respecto al protagonismo que la mujer africana está tomando en todos los ámbitos, también el literario. “Con los años”, analiza Lídia Mathe, “más y más mujeres se conciencian de su capacidad, dejan de esperar oportunidades para buscarlas y reivindicarlas y transmiten su convicción de madres a hijas”.
A todas quienes queréis ser escritoras: ¡Sed vosotras mismas! (risas), como yo he sido siempre la niña loquita que hablaba sola en casa (risas). Porque cuando una siente realizada su identidad no hay sombra de duda que empañe la alegría.
Mathe anima a cuantas quieren ser escritoras: “¡Sed vosotras mismas! [risas], como yo 'la niña loquita que hablaba sola' [más risas]. Porque cuando una siente realizada su identidad no hay sombra de duda que empañe la alegría”.
Para Dame Joan Oji no cabe duda de que “las mujeres africanas están ascendiendo en los puestos de liderazgo, en la política, el mundo académico y los consejos de administración de las empresas”. Según enumera, Etiopía tiene una Presidenta, al igual que Tanzania, y recientemente también Namibia. “Aunque quede mucho para la paridad como muestra que en mi país, Nigeria, solo haya seis vicegobernadoras de un total de 36 Estados, —declara la Secretaria General de ANA— mi lema personal, como madre orgullosa de ocho hijas, todas ellas profesionales consumadas, es: ¡El futuro es femenino!”.
Y así se ha visto, a criterio de Fatimata Diallo Ba, en Las 72 del Libro de Conakri, un evento “con tal despliegue de energía femenina como un océano de luz”, donde “los hombres apartaron a un lado su machismo para dejar florecer su lado femenino. Y la belleza, la inteligencia y el coraje de las mujeres se combinaron para guiarnos como un faro. Haciéndome sentir que África es una mujer poderosa, cuando las mujeres poderosas de África tomamos las riendas”.

Diallo Ba también alienta a toda mujer con vocación literaria a perseverar. “La tierra más fértil suele contener barro y materia repulsiva. Apóyate en tus dificultades para alzar el vuelo. La experiencia es dolorosa y amarga, pero los frutos son dulces. Conquista el mundo, porque el mundo está dentro de ti. Y nosotras transformaremos este planeta a la deriva que algunos hombres patean como un balón de fútbol por sus ansias de poder. No son más que niños que nosotras, sus madres, traeremos de vuelta a casa”.
Intercambio literario afro-españolAcercándonos al final de la entrevista, tanto la maliense Safiatou Fofana como la senegalesa Fatimata Diallo Ba insisten en agradecer y hacer constar “lo importante que es que periodistas europeos nos atendáis de igual a igual y nos acerquéis a vuestras lectoras y lectores”. “A mis hermanas de todo el mundo –se dirige Diallo Ba directamente a las mujeres– me reconozco en vosotras porque el mundo es masculino. Reconocéos en mí y haremos milagros”.
Ante la propuesta de acabar con recomendaciones suyas de autoras africanas y contando si han leído a alguna escritora en lengua española, Fatimata Diallo Ba aconseja las obras de sus compatriotas Fatou Diome y Ken Bugul, Lídia Mathe Niketxe de su paisana Paulina Chiziane, Safiatou Fofana los títulos de la también maliense Fatoumata Keita (Sous fer, Quand les cauris se taissent y Sur les traces du destin), Dame Joan Oji los libros de la famosa autora nigeriana radicada en EEUU Chimamanda Ngozi Adichie, como el último, Unos cuantos sueños y Reinette Mulonda destaca Mi carta más larga de la senegalesa Mariama Bâ y The girl with the louding voice de la nigeriana Abi Darè, “una joyita que he recomendado mucho como prescriptora en mis redes, donde ocho de cada diez libros que aconsejo leer son de escritoras”.
Ninguna de las cinco ha leído obras de autoras en lengua española y sólo Fatimata Diallo Ba declara haber “oído hablar de Cristina Morales”, si bien todas sienten curiosidad. Está claro que hay mucho que avanzar en el mutuo conocimiento siendo continentes separados por los apenas 14 kilómetros del Estrecho de Gibraltar.