Su película tiene muchas similitudes con el género del western, pero con el trasfondo de la España rural en la posguerra y con unos personajes marcados por la violencia. ¿Cómo se planteó el filme?
Es cierto que Intemperie integra muchos elementos del western que representa el gran género del mundo rural, pero en el Oeste americano. El western lo inventaron en Estados Unidos, como decía Clint Eastwood. Ahora bien, el cine español ha producido muchas películas sobre el mundo rural, algunas de ellas magníficas como Los santos inocentes, pero quizá resulta novedosa esta aproximación de la historia de Intemperie.
Está ambientada en una zona desértica y muy árida, donde el paisaje se convierte en un protagonista más del relato; narra una persecución a caballo; y la trama está abocada a un duelo final entre los buenos y los malos. Todo ello contribuye sin duda a su apariencia de western.
El telón de fondo remite a la dura posguerra española que va salpicando toda la película. Usted sitúa la historia en 1946, un año después de terminar la Segunda Guerra Mundial.
La novela no detalla un año concreto, aunque se deduce que está ambientada en la posguerra, pero en cine consideramos oportuno marcar una fecha, es decir, siete años después del final de la Guerra Civil. Por supuesto era una España pobre y miserable que arrastraba una decadencia absoluta desde el desastre de 1898 y la pérdida de las colonias.
Nuestro país estaba a la cola de Europa desde hacía décadas. Pero todavía más grave: fue una posguerra que se prolongó durante décadas porque yo mismo procedo de una familia de jornaleros del campo que vivió en casas sin agua potable hasta que nos dieron un piso de protección oficial ya bien entrados los años setenta. Por utilizar una cita cinematográfica, la comarca extremeña de las Hurdes que Luis Buñuel retrató en Tierra sin pan en 1933 seguía más o menos en las mismas penosas condiciones medio siglo después.
El personaje principal de su película, el pastor que interpreta Luis Tosar, quiere alejarse de la sociedad y está muy marcado por un pasado de violencia y guerras. ¿Cómo se planteó al protagonista?
Me gustó mucho ese personaje porque es alguien que está agotado y quemado por haber visto tanta maldad. Quiere vivir aislado en una actitud casi de prehippie o de insumiso. Conviene recordar que ese personaje ha atravesado dos conflagraciones mundiales, el conflicto de Marruecos y la Guerra Civil.
A pesar de ello, su mensaje hacia el otro protagonista, el niño al que protege, pasa por desterrar el odio. ¿Por qué?
Creo que Intemperie plantea, sobre todo, el problema moral de qué hacer con las inevitables heridas que nos provoca la vida, tanto las personales como las sociales, en las pequeñas o en las grandes cosas. ¿Qué haces, pues, con el odio? Porque el odio perjudicará en primer lugar a aquel que lo alimente, a uno mismo. Así la venganza representa un veneno y por ello el pastor aconseja al niño que huye de la represión que no malgaste su vida odiando.
Otro aspecto importante de la película se refiere al respeto a los muertos. El protagonista señala que hay vivos que no merecen respeto, pero los muertos siempre lo merecen. De ahí que entierre siempre a sus enemigos.
Me parece fundamental esa idea porque pienso que una sociedad que no sabe enterrar bien a sus muertos es una sociedad indigna. Una sociedad digna no puede tener, por ejemplo, a sus muertos en las cunetas como en España, sean del signo que sean.
En ese sentido, ¿qué opina del traslado de los restos del general Franco fuera del Valle de los Caídos?
Me parece muy bien porque resulta inaudito que exista un mausoleo, un lugar de culto a un dictador que encarnó la etapa más negra de nuestra historia reciente. De hecho, esa decisión tendría que haberse adoptado ya hace tiempo. Hay que cerrar esas páginas del pasado porque la política, la economía y la sociedad españolas siguen teñidas de franquismo y de las huellas de nuestro convulso siglo XX.
Ha rodado cuatro películas (Solas, Habana blues, La voz dormida e Intemperie) y una miniserie de televisión (Padre coraje) en dos décadas. ¿Por qué ha dirigido tan poco?
Bueno, tengo que decir que por descontado me hubiera gustado hacer más cine, pero he tenido que compaginar la realización cinematográfica con filmes de publicidad y con otros proyectos. Conviene saber que con las ganancias de una película un director apenas puede vivir una temporada porque nuestro trabajo resulta muy inestable e irregular. Además, padecemos un injusto sistema fiscal que te obliga a pagar muchos impuestos tras dirigir una película, pero luego nadie te devuelve dinero si estás varios años sin trabajar.
Supongo que la industria española tampoco tiene la potencia suficiente para garantizar un trabajo continuado en las producciones. ¿Es otra de las causas?
Sin duda alguna. En cualquier caso yo soy el principal responsable de no dirigir más a menudo. Quizá no tengo talento suficiente o soy lento a la hora de escribir un buen guion o sencillamente puedo tardar dos o tres años en cuadrar un proyecto. Después, efectivamente, los productores necesitan otro par de años en conseguir financiación. En definitiva, pasa bastante tiempo. De hecho, un reciente estudio revela que los directores de cine europeos tardan una media de ocho años en realizar una nueva película. Está claro que ese dato lo dice todo.