La pandemia de COVID-19 ha planteado la necesidad de identificar las vulnerabilidades de cada país y desarrollar su resiliencia para afrontar próximas crisis en un mundo cada vez más incierto, explicó en una entrevista con a Efe Cheryl Durrant, exdirectora de Preparación y Movilización del Ministerio de Defensa australiano.
La estratega australiana estuvo a cargo de la elaboración de un informe secreto el año pasado para el departamento de Defensa australiano sobre los retos a los que se enfrenta su país ante las crecientes amenazas como los desastres naturales y el impacto del cambio climático, la confrontación entre las superpotencias estadounidense y china y las pandemias.
La pandemia de COVID-19 nos ha dejado dos lecciones claves: "la importancia de entender nuestros puntos débiles" y "de implicar a las comunidades en estas discusiones", recalcó Durrant, quien trabaja actualmente con el Instituto de Investigación de Economía Integrada de Australia, después de 30 años de servició en el Departamento de Defensa.
Pregunta: ¿Cuáles fueron los puntos claves de esa investigación que pronosticó un escenario parecido al que se vive con la COVID-19?
Respuesta: Creo que el primer punto es que las diversas crisis pueden exponer muchos de los riesgos sistémicos como los que estamos viendo globalmente, en Australia y en casi todos los países.
La pandemia deja expuestas a las cadenas mundiales de suministro como lo haría una guerra o la confrontación entre grandes potencias o el creciente impacto del cambio climático que se refleja en los últimos incendios en Australia, Florida o España.
P: ¿A partir de este informe, ¿podríamos decir que España, Europa o Estados Unidos tienen puntos débiles comunes?
R: Quizá compartan la misma vulnerabilidad a los riesgos sistémicos, pero sería distinto en cada caso.
Por ejemplo, Australia y España son exportadores de alimentos, por lo que la seguridad alimentaria no es un problema para nosotros. Pero para otras naciones la seguridad alimentaria es un gran problema. Incluso China, de la que a menudo se destaca su dominio en la manufactura y los químicos, necesita importar comida, particularmente soja de Estados Unidos y Brasil. Cada país tiene puntos específicos en los que es vulnerable.
Sin embargo, el problema subyacente es la capacidad de cada país de darle visibilidad a su cadena de suministro, analizar sus riesgos y adoptar medidas preventivas, así como desarrollar lo que llamamos una "capacidad soberana", es decir, seleccionar esas capacidades para desarrollarlas a nivel nacional o asegurarse de que se conoce bien la cadena de suministro para que sea segura en tiempos de crisis.
P: Su informe señaló el problema de la potencial escasez de los químicos para el tratamiento de agua ¿por qué es un asunto crítico?
R: Hay tratamientos del agua para beber y de las aguas servidas, pero también se trata el agua para usos específicos como la de los hospitales o para ciertos propósitos industriales o agrícolas.
El desequilibrio subyacente en el comercio mundial es que hay tres fuentes principales de químicos para tratar agua: Israel, Estados Unidos y China, así que cada país tiene que entender cómo va a mantener la continuidad del tratamientos de sus aguas y lo que se necesita pagar en una crisis como la pandemia global en caso de que todo el mundo comience a almacenarlos al mismo tiempo.
P: ¿La pandemia validó las conclusiones y recomendaciones de su informe, como por ejemplo sobre la preparación del sistema sanitario público para tener camas y ventiladores?
R: Creo que el informe ha sido ampliamente validado a raíz de los incendios y la COVID-19. Australia es relativamente afortunada, tiene un buen sistema sanitario público en comparación con Estados Unidos.
Si analizamos esto en 12 meses o dos años, la evidencia mostrará la importancia de la resiliencia individual y comunitaria, la cohesión social y la habilidad económica de los países para ser resilientes.
El componente social, a menudo se subestima, y es algo clave en las recomendaciones de nuestro informe: la movilización y la cohesión sociales son críticas, así que quizá los países con menos recursos pero con una sociedad muy fuerte que se une puedan afrontar las crisis.
P: ¿Cómo evalúa la preparación y respuesta de España, Europa y el mundo?
R: Lo primero que debo decir es que Europa tiene un problema más grande que Australia porque sus fronteras son porosas, y con más movimiento, y la densidad demográfica es más elevada por lo que tiene más probabilidades de contacto. También está la cultura de salir, un mayor uso del transporte público que en Australia.
Es difícil evaluar, debido a las circunstancias subyacentes de cada país. Nuestras fortalezas (en Australia) son los recursos naturales, la seguridad alimentaria e hídrica, el sistema de salud, pero nuestra vulnerabilidad está en las cadenas de abastecimientos y la reducción del sector de la manufactura, lo que nos hace depender de los productos baratos del exterior.
P: Hay críticas contra el presidente estadounidense, Donald Trump, o el brasileño, Jair Bolsonaro, por su gestión de la crisis, mientras se alaba a la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, o la canciller alemana, Angela Merkel. ¿Cuál es la importancia de un buen liderazgo en las crisis?
R- Creo que el liderazgo es importante en la dimensión social porque concierne a la confianza que se tiene en el gobierno. La otra cuestión es que se debe confiar en los medios.
Creo que en un país como Estados Unidos, en el que entiendo que la mitad de la población no confía en su líder y la otra sí lo hace, al margen de lo que haga Trump, es difícil que se tenga una respuesta cohesionada.
Pero también hay líderes mujeres que han destacado durante la crisis; Jacinda Ardern, Angela Merkel. Algunas escandinavas y la taiwanesa están haciendo un trabajo impresionante. Tenemos que esperar para ver si se trata de una mayor empatía o colaboración, y entender el fenómeno en el que las mujeres líderes parecen tener mejores resultados en la crisis.
P. Australia ha tenido simulacros de pandemia en años pasados Agencias de Estados Unidos también alertaron de una pandemia. Si teníamos toda esa información ¿qué pasó con la preparación y la respuesta frente a COVID-19?
R: Creo que es muy fácil entender la amenaza cuando es tangible, pero es difícil de entender cuando es abstracta, tanto en Australia como en cualquier lugar y momento de la historia mundial.
Es como el efecto de Pedro y el lobo: alguien alerta de una pandemia y pasan dos años y no hay pandemia. Estas advertencias dejan de ser urgentes, aunque la manera en cómo debemos pensar nuestros problemas deben ser más sistémicas y a largo plazo.
En las sociedades modernas, los líderes tienen dificultades para usar recursos de los fondos que se destinan a las escuelas o el cuidado médico, o construir la infraestructura necesaria para el almacenamiento de cara a una crisis que puede o no suceder.
Esta crisis tiene un conjunto de características, es altamente infecciosa pero con tasas de mortalidad relativamente bajas. Si nos preparamos para esta crisis, quizá la próxima sea distinta.
Por eso creo que la mejor manera de prepararnos mejor es a través del concepto de resiliencia, que es válida tanto para los gobiernos como para los individuos.
P. ¿Cuáles son las lecciones que estamos aprendiendo sobre la marcha que tenemos que tener en cuenta para el futuro?
R. La primera es la importancia de entender nuestros puntos débiles, porque mis puntos débiles no son iguales que los tuyos.
El segundo es que realmente se debe implicar a las comunidades en la discusión de lo que los hace vulnerables y lo que necesitan de cara al futuro. Lo último que necesitamos es un enfoque vertical del gran mercado que de alguna manera ha creado algunas de nuestras vulnerabilidades.
Rocío Otoya