Si la mera presencia de un embalse ya interrumpe la naturaleza, ¿por qué no llevarlo al límite y cambiar todo el paisaje? El reto ha sido aceptado en Portugal, donde estas infraestructuras son ahora piezas de arte visibles a kilómetros de distancia... y más de trescientos metros bajo tierra.
La idea se llama "Arte en los embalses" y nació por iniciativa de la eléctrica portuguesa EDP, que cuenta con varias de estas instalaciones, sobre todo en el norte del país, donde al menos siete han sido intervenidas.
Todo es hipérbole en este proyecto, desde la definición como "faraónico" o "majestuoso" de los acabados hasta el "mayúsculo" desafío que ha supuesto para los artistas invitados trastocar para siempre el paisaje.
El reputado arquitecto Álvaro Siza Vieira, premio Pritzker en 1992, o el popular grafitero luso Alexander Farto, alias Vhils, son algunos de los que aceptaron, y todos con la misma advertencia al decir que sí: iba a ser difícil.
"Todos ellos creyeron que por la escala, la gran escala, era un encargo difícil", dice a Efe el director y administrador general de la Fundación EDP, Miguel Coutinho.
Coutinho habla en Caniçada, donde la magnitud de la obra de Vhils hace que sea bien visible a varios kilómetros de distancia.
"Visceral" es el nombre de esta obra, que permite ver el rostro de un hombre formado por manchas blancas sobre la piedra gris del embalse, y que "rinde homenaje a la capacidad emprendedora y constructiva del ser humano", según la descripción oficial.
También es "un homenaje a la resiliencia de la población local frente al éxodo rural", algo especialmente oportuno en Caniçada, a 34 kilómetros al norte de Braga y cuyo entorno está dominado por una densa floresta que apenas interrumpe cada pocos minutos alguna casa de piedra, una iglesia o un cruce.
En total, la inversión para convertir en arte los embalses asciende a 1,2 millones de euros en el caso de proyectos encargados a artistas, como Vhils, y 1,7 millones para las ideas arquitectónicas. ¿Por qué gastar tanto en algo que está aparentemente en mitad de ninguna parte?
"Todos estos proyectos son, cada uno con sus diferencias, manifestaciones de cultura y de arte y de arquitectura, en espacios donde la cultura y la arquitectura y el arte contemporáneo no llegaban normalmente", explica Coutinho.
En contraposición con las ciudades, donde "es muy fácil" acceder al arte, en esta ocasión es la propia obra la que se acerca a la población, aunque a veces la propuesta suponga un "pero", como bajar a 350 metros de profundidad.
Es lo que debe hacerse si se quiere ver la joya que guarda el embalse de Frades, a apenas 13 kilómetros de Caniçada.
Allí aguarda la luminosa obra de Graça Morais, unos majestuosos paneles de azulejos amarillos que producen un impacto inmediato cuando se abren las enormes puertas que los guardan al final del oscuro túnel de bajada.
Son más de 22.000 azulejos pintados a mano que incluyen finas ramas de olivo autóctonos y que, por su potente amarillo de fondo, abre luz en el mundo subterráneo y completa ese binomio de arte exterior e interior que inicia la obra de Vhils.
Para visitar las piezas de interior hay que pedir un permiso a EDP, puesto que implica la entrada a las instalaciones, aunque aseguran desde la eléctrica que es un mero trámite y que siempre se dice que sí.
Para ver el resto, basta pasear y sorprenderse cuando aparece el cambio.
"Lo que subyace en el fondo es el concepto de que la naturaleza es la obra de arte, y por tanto los artistas están ahí para contemplar esa naturaleza. Crean piezas que ayudan a contemplar la naturaleza, mejorar la naturaleza, darle otra perspectiva", afirma Coutinho.
La ruta de los embalses comprende ya una decena de infraestructuras; suficiente para empezar a presumir del proyecto, que comenzó en 2006, pero lejos de considerarse acabada, puesto que EDP no descarta más intervenciones en un futuro.
"Es un proyecto innovador, único en Portugal", insiste el responsable de la Fundación EDP, que no contiene la sonrisa cuando mira el rostro sobre la piedra del hombre de Vhils.
Cynthia de Benito