Una Alemania en la que producir metales para otras industrias en fábricas siderúrgicas donde no se emite apenas dióxido de carbono. Este es el objetivo al que quiere dirigirse el gigante grupo industrial germano Thyssenkrupp. Sin embargo, su negocio del metal, lejos aún de ese ideal, representa hoy un quebradero de cabeza por las pérdidas millonarias.
Este miércoles la firma con sede en las vecinas ciudades del oeste alemán de Essen y Duisburgo explicaba que en sus cuentas de este año había ya pérdidas netas por valor de 2.072 millones de euros.
Las consecuencias de este agujero en la cuentas de la compañía las está pagando ya España. La filial ThyssenKrupp Galmed comunicó al comité de empresa su intención de cerrar la planta ubicada en la localidad valenciana de Sagunto, especializada en productos de galvanizado, en la que actualmente trabajan unos 120 trabajadores. El argumento para el cierre fue el “significativo empeoramiento” del mercado automovilístico europeo y la consiguiente “reducción” de la demanda de galvanizado.
El consejero delegado de ThyssenKrupp Galmed, Tiago Vieira, envió una comunicación interna a los trabajadores en la que argumenta que el nivel global del mercado está “muy por debajo” de las expectativas y previsiones originales en las que se basó el programa estratégico del Business Segment (BS SE) Strategie 20-30.
La empresa mantiene “conversaciones” con PowerCo -compañía que ya construye la futura gigafactoría de baterías de Volkswagen en Sagunto-- con el fin de “identificar posibilidades de empleo” para los empleados, según Vieira. De hecho, apunta que, en el marco de estas relaciones, han “llegado al consenso” de que las cualificaciones de la plantilla de Galmed resulta “muy interesante” para las vacantes existentes en la gigafactoría.
De aquí a 2026, Thyssenkrupp quiere ser el ejemplo siderúrgico de cómo se pueden desarrollar actividades industriales altamente demandantes de energía en sintonía con los objetivos de neutralidad climática que tiene Alemania. El Gobierno del canciller Olaf Scholz tiene 2045 como fecha para que su país alcance la neutralidad climática.
Para Thyssenkrupp, implica sacar adelante iniciativas como el proyecto de modernización y descarbonización de la producción en centros industriales como el que tiene en Duisburgo su filial metalúrgica Thyssenkrupp Steel Europe. Los esfuerzos de Duisburgo son, según los describe la prensa económica, “un primer paso” para una empresa que quiere descarbonizarse. Dar todos los pasos de ese proyecto allí están valorados en 3.000 millones de euros.
Sin embargo, esa transformación está teniendo lugar en un contexto inquietante para los 23.000 empleados, de acuerdo con el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung. “La industria del metal está bajo una presión extrema”, ha dicho a ese periódico Heike Denecke-Arnold, responsable de producción en el negocio metalúrgico de Thyssenkrupp.
Para ese negocio, la descarbonización supone dejar atrás energías fósiles para hacer uso de recursos energéticos que no liberen dióxido de carbono. Instalaciones para la explotación de hidrógeno han de levantarse junto a los altos hornos descarbonizados que sirvan de referente en esa nueva industria pesada en la que piensan en Thyssenkrupp y en el Gobierno de Alemania.
Por eso, precisamente, las autoridades públicas alemanas tenían previsto ayudar con 2.100 millones de euros a la firma germana. El Estado federal tenía acordados 1.300 millones de euros en ayudas y el populoso Land de Renania del Norte-Westfalia, donde se encuentran Essen y Duisburgo, otros 700 millones de euros. Ese dinero, sin embargo, está ahora congelado después de que el Tribunal Constitucional declarara ilegal la reasignación al servicio de la lucha contra el cambio climático de 60.000 millones de euros en deuda pública que el Ejecutivo había contraído en tiempos de coronavirus.
Esa decisión de los magistrados de Karlsruhe, ciudad del oeste germano en la que tiene su sede el Tribunal Constitucional, tal vez haya hecho más urgente lo que desde el sector industrial llaman “cumbre para la transformación”. Esta consistiría en una gran cita con el Ejecutivo en la que ofrecer perspectivas a un sector que, aún sin poder explotar el hidrógeno verde como quisieran en Thyssenkrupp, sufre lo que dicen que son “males coyunturales”: altos precios energéticos y altos costes de las materias primas.
Según las cuentas que han hecho en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, “la proporción de los costes energéticos en los costes de producción de una tonelada de losas de metal es actualmente del 5%”, pero “tras la transformación ecológica del grupo siderúrgico, la proporción de los costes energéticos sería de hasta el 50%”.
A nivel industrial, las firmas alemanas afrontan, desde el inicio de la guerra de Rusia contra Ucrania, las consecuencias del cierre del grifo del gas natural ruso. A este recurso se había hecho dependiente Alemania. De Rusia, Alemania llegó a importar, hasta 2021, el 55% de todo el gas natural que compraba.
Aunque de momento sin ayuda, sin cumbre con la que hablar con Scholz y con un volumen de negocio total de 37.500 millones de euros – un 9% menos que en el pasado ejercicio – en Thyssenkrupp todavía quedaba algo de optimismo. Lo había entre los inversores, al menos. Éstos vieron esta semana cómo, pese a las pérdidas del negocio metalúrgico, el precio de sus acciones subía de 6,60 euros por acción a 7,12 euros con el que cerró el viernes.
Explica ese optimismo en buena parte los planes de la cooperación de Thyssenkrupp con la firma checa EPH, propiedad del magnate checo Daniel Kretinsky y el mayor consorcio energético de Centroeuropa, de acuerdo con la revista estadounidense Forbes. Interesa especialmente a la compañía que dirige Miguel Ángela López Borrego el know-how en materia energética de Kretinsky y compañía.
Entre Thyssenkrupp y EPH hay, de momento, un “diálogo constructivo”, de acuerdo con la firma germana en una valoración recogida este miércoles por medios económicos como el semanario WirtschaftsWoche. Según han apuntado en la revista Capital, ese diálogo va en virtud de “una salida” frente a la actual “miseria” de Thyssenkrupp “con una empresa conjunta” como EPH. Otros dicen que la realidad del grupo industrial alemán es “sombría”.
Pero, al menos por lo pronto, Miguel Ángela López Borrego y compañía piensan que el año próximo Thyssenkrupp volverá a presentar beneficios. Estos serían de cientos de millones de euros, de acuerdo con los cálculos de la empresa que ha recogido la televisión pública germana ARD.