Hay apuestas empresariales que, como las que se hacen en el casino, pueden resultar demasiado caras. Las apuestas a las que se lanzó el gigante farmacéutico alemán Bayer para explotar el glifosato – el herbicida más utilizado en el mundo – y para producir un medicamento todavía en fase experimental llamado Asundexian, de momento, están costando mucho dinero a la firma germana. Tal vez demasiado.
La empresa está en crisis desde que tanto el glifosato como Asundexian se convirtieron en fuente de problemas para la firma con sede en Leverkusen (sureste germano) y presidida por el estadounidense Bill Anderson.
A finales de noviembre, un juez de Misuri, en Estados Unidos, condenaba a la empresa farmacéutica alemana a pagar 1.560 millones de dórales (unos 1.433 millones de euros) en un caso en el que tres usuarios de Roundup, herbicida hecho a base de glifosato, acusaban al célebre producto de jardinería de haberles provocado enfermedades, incluido cáncer. Roundup es un producto, originalmente, de la empresa agroquímica estadounidense Monsanto. Monsanto fue adquirida por Bayer en 2018.
Los comentaristas de la actualidad económica alemana afirman que en la compra de Monsanto por parte de Bayer, valorada en unos 58.000 millones de euros, sólo terminaron ganando dinero los abogados de Goldman Sachs y el resto de letrados contratados para cerrar la operación. Este miércoles, otro magistrado de un tribunal de Filadelfia sentenció que la farmacéutica alemana tenía que pagar 3,5 millones de dólares a un demandante porque queda demostrado que el cáncer que padece está causado por el uso de glifosato de un herbicida de Bayer, comercializado con la marca Roundup.
En vista de decisiones como la de los jueces de Misuri y Filadelfia (la quinta derrota en los tribunales de Bayer en los últimos tiempos) la ironía de los comentaristas esconde el drama de un gigante industrial germano que seguramente tenía otros planes cuando compró Monsanto. Aquella costosa operación fue “la adquisición más cara jamás realizada por una empresa alemana en el extranjero”, ha recordado en sus páginas económicas el diario Frankfurter Rundschau.
También tenían como un proyecto de futuro el medicamento Asundexian. El objetivo era que este nuevo medicamento aportara hasta 5.000 millones de euros al volumen de negocio en el futuro próximo. Pero que este medicamento dirigido a prevenir el ictus en determinados pacientes acabe en un negocio próspero es algo que está por ver.
De momento, el pasado 19 de noviembre se conocía que se paraba la fase tres del desarrollo del medicamento, en la que el nuevo producto se empezaba a probar en grandes grupos de personas. Por lo visto, hubo que abortar las pruebas por falta de eficacia del medicamento, según ha recogido la agencia británica Reuters. Esas frustradas pruebas eran “las mayores” que hasta ahora había preparado Bayern, según la propia compañía.
Esta noticia y la de la condena judicial en EEUU tuvieron un impacto directo en la salud bursátil de Bayer. Las acciones perdieron una quinta parte de su valor en un día. El lunes 20 de noviembre las acciones cotizaban a 34,01 euros. El viernes 17 de noviembre el precio estaba en 41,45 euros. En el momento de escribir estas líneas, la acción de Bayer alcanzaba los 31,36 euros.
La caída del valor de los títulos de Bayer en noviembre no tiene precedentes en la historia reciente de la compañía. No obstante, “el drama de las acciones de Bayer”, según un reciente titular económico del Frankfurter Allgemeine Zeitung, no es el único.
Pero ocurre que en el contexto actual Bayer ha pasado a ser “el mayor destructor de valor del mercado alemán de capitales”, según el análisis que hacen en las páginas económicas de ese diario de Fráncfort. Se estima que el valor bursátil de Bayer desde que compró Monsanto ha caído en unos 60.000 millones de euros.
La caída del valor de las acciones de Bayer también tiene como telón de fondo una situación preocupante por la deuda. “Bayer se resiente por sus elevadas deudas”, han planteado en el diario económico Handelsblatt, al dar cuenta de una deuda neta que en el tercer trimestre de este año estaba en 38.721 millones de euros, según datos del portal de estadística alemán Statista. Las subidas de tipos de interés están suponiendo para empresas como Bayer un lastre añadido.
En este contexto, los analistas apuntan a una “tragedia” causada por “daños autoinfligidos” para referirse a la situación de Bayer. Otros se preguntan, como hacía en páginas económicas el diario Die Welt: ¿Se puede aún salvar a Bayer?”. Este tipo de interrogantes están precisamente ahora cuestionando la labor de Bill Anderson, que apenas lleva medio año en la compañía.
Anderson, al igual que otros líderes de grandes empresas alemanas como el fabricante de coches Volkswagen o la metalúrgica Thyssenkrupp, tienen muy presente recurrir a los despidos. España ya se ha visto afectada por estas medidas. El propio Anderson ha dicho que la plantilla de la compañía, que da trabajo a unas 100.000 personas en 83 países, tendrá que “reducirse considerablemente” dadas las circunstancias.
Las circunstancias, para Bayer, están muy lejos de ser óptimas. Pero esto no se debe al mal momento que atraviesa la economía germana ni, concretamente, a los altos costes energéticos que implica hoy por hoy producir en suelo germano. Estos son males que acusan especialmente otras firmas alemanas. Pero los males que padece Bayer tienen más que ver, sobre todo, con las costosas apuestas de su pasado reciente.