El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido este jueves mantener los tipos de interés de referencia en la eurozona en el 4,5%. La institución monetaria ha dejado el 'precio' oficial del dinero en máximos de 2001, después de parar el ciclo de austeridad monetaria más agresivo de su historia a finales de octubre. Hasta entonces, ejecutó 10 aumentos consecutivos desde el 0% en el que estaban los tipos de interés en julio de 2022.
Con esta decisión, el BCE firma el fin del endurecimiento monetario para luchar contra la inflación.
Austeridad monetaria que, sin complejos, asumía el riesgo de provocar una recesión, en la que ha caído Alemania (todas las previsiones apuntan a que su PIB retrocederá en 2023) y ante la que está punto de caer el conjunto de la eurozona (así lo reflejan los indicadores adelantados de los últimos meses), con la excepción destacada de España.
Los síntomas manifiestos de contracción de la actividad económica ha dejado sin argumentos al BCE para sostener la agresividad de los últimos meses. Sobre todo, porque la inflación se moderó hasta el 2,4% en noviembre de media para los socios europeos, respecto al mismo mes del año pasado.
El proceso de 'desinflación' se ha generalizado y está siendo más rápido de lo esperado por el propio BCE. Hasta el punto de que ha favorecido que las expectativas de que decida una primera de los tipos de interés sse han llegado a adelantar a marzo o abril.
La caída del euríbor al 3,7%, un mínimo no visto desde marzo de este año, es uno de los indicadores que recoge estas expectativas de que la institución alivie el acceso a la financiación.
La previsión de un próximo recorte de tipos provoca más competencia entre los bancos y por eso se traslada al índice de los hipoteecas –que es el resultado de una media ponderada de los tipos de interés a los que 19 bancos de la eurozona se prestan el dinero entre ellos, que, a su vez, depende del 'precio' oficial del dinero–.
La semana pasada, lsabel Schnabel, la principal defensora de la ortodoxia alemana en el comité ejecutivo del BCE, citó al economista John Maynard Keynes (quien fundamentó la intervención del Estado para revertir los desequilibrios y las crisis, en contra de los creyentes en la autorregulación del mercado) al ser preguntada por la moderación de subidas de precios. “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión”, dijo.
“El dato de inflación de noviembre fue una sorpresa muy agradable. Lo más importante es que la inflación subyacente [que excluye de su cálculo la energía], que ha demostrado ser más persistente, ahora también está cayendo más rápidamente de lo que esperábamos. Esto es bastante notable. En definitiva, la evolución de la inflación ha sido alentadora”, aseguró.
Aquelas declaraciones fueron la primera concesión del núcleo duro del consejo de gobierno de la institución, que junto al comité ejecutivo (que lo forman la presidenta, el vicepresidente Luis de Guindos, el economista jefe, la alemana y otro puñado de miembros), lo completan los gobernadores de los bancos centrales de cada país del euro. Pero, de momento, es solo eso, una primera concesión. La estrategia de encarecer la financiación para asfixiar la economía, y combatir así la inflación, seguirá vigente.
La política monetaria de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos condiciona al BCE porque funciona como una aspiradora de dinero hacia el dólar. Al haber subido los tipos de interés más (hasta el 5,5%, donde decidió mantenerlos este miércoles) y desde hace más tiempo ha incrementado también más la rentabilidad que ofrece la deuda de Estados Unidos, considerado el activo más seguro a nivel internacional. Es decir, muchos euros se intercambian por dólares para conseguir ese mayor rendimiento.
La depreciación del euro, que a mediados del año pasado llegó a caer por debajo de la paridad con la divisa norteamericana, es inflacionista para la eurozona porque automáticamente encarece la factura de petróleo o gas de los países, porque precisamente se comercian en dólares. Tanto cae el euro respecto al dólar, tanto suben en bruto la mayoría de materias primas. Este efecto del tipo de cambio obliga al BCE a perseguir a la Fed, al margen de su propia estrategia.