"¿Deberíamos bajar la guardia? Nos hicimos esa pregunta. No, no debemos bajar la guardia en absoluto", dijo Christine Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), este jueves, en la habitual rueda de prensa posterior a la reunión del consejo de gobierno de la institución. "No hay discusión, no hay debate sobre este tema [una bajada de los tipos de interés oficiales]", añadió.
Estas fueron algunas de las tajantes respuestas a las preguntas de los periodistas sobre cuál era la postura de la institución europea después de que, solo un día antes, la Reserva Federal de Estados Unidos pusiera en su calendario tres bajadas de los tipos de interés para no dañar críticamente la economía norteamericana.
El BCE parece estar dispuesto a arriesgarse a herir de muerte a la actividad en la eurozona en su lucha contra la inflación. El consejo de gobierno está asumiendo esta amenaza pese a la moderación de las subidas de precios más rápida de lo previsto (en noviembre bajó al 2,4%) y al autoprovocado frenazo de la economía, después de ejecutar el ciclo de austeridad monetaria más agresivo de la historia de la institución, que desde julio de 2022 ha llevado los tipos de interés desde el 0 al 4,5%, en el que los dejó en septiembre de este año.
La actualización este mismo jueves de las previsiones de crecimiento y de inflación del equipo de analistas del propio BCE contempla el frenazo de la actividad (apenas crecerá un 0,8% en 2024 en el conjunto de la eurozona) y un ritmo de subidas de precios casi normalizado ya en 2024, en el 2,7% de media en la región, cerca del objetivo del 2%. Entonces, ¿por qué Lagarde negó cualquier pista sobre una bajada de los tipos de interés? ¿Por qué evitó dar cualquier información sobre un alivio al daño que está haciendo la escalada del euríbor a las familias hipotecadas o que necesitan un préstamo, o al golpe que también sufren las empresas por el encarecimiento de la financiación?
Según distintos expertos consultados por elDiario.es, la postura tajante de Lagarde muestra, por un lado, el miedo del consejo de gobierno a un repunte de la inflación en 2024 por la retirada de las principales medidas de choque por parte de los distintos gobiernos de la eurozona, sobre todo de las bajadas de impuestos a la electricidad. El momento coincide con que todos los Estados tienen que ajustar sus presupuestos por la vuelta de las reglas fiscales de la Unión Europea (UE), cuya nueva versión todavía se está debatiendo.
Por otra parte, fuentes cercanas al banco central que prefieren no ser citadas explican que la dureza de la presidenta responde a una política de comunicación "constreñida", que no incite a la pelea interna entre los socios del euro más cómodos con la austeridad monetaria (Alemania, Países Bajos, Austria... los halcones) y los más perjudicados (Italia, España, Portugal... las palomas). "La comunicación es una herramienta para el BCE por su impacto en las expectativas. No al mismo nivel que la fijación de tipos, pero es muy importante", comentan estas fuentes.
De hecho, las expectativas se trasladan al euríbor, que va anticipando las decisiones que se espera que vaya tomando el BCE. Esto ocurre porque el índice de las hipotecas es el resultado de una media ponderada de los tipos de interés a los que 19 bancos de la eurozona se prestan el dinero entre ellos, que, a su vez, depende del 'precio' oficial del dinero.
"Lagarde está algo constreñida desde que tuvo aquel tropiezo, casi al principio de su mandato [y en plena pandemia], cuando dijo: "We are not here to close the spreads ["No estamos aquí para contener las primas de riesgo", en inglés], y armó un lío tremendo en los mercados", continúan. "Entonces, como efectivamente hay debates en el seno del consejo de gobierno, pues ella tiene que ser muy cautelosa y creo que al final se ciñe a un mensaje y no se aparta de él, porque ya ha tenido alguna mala experiencia", inciden estas mismas fuentes.
El consejo de gobierno del BCE lo conforman el comité ejecutivo (en el que están la presidenta, el vicepresidente Luis de Guindos, el economista jefe y otro puñado de miembros) y los gobernadores de los bancos centrales de cada país del euro. Como en otras cuestiones económicas europeas, las posturas enfrentadas tienen que ver con una visión ortodoxa y rígida de la economía y otra más flexible.
"El BCE se está tomando mucho más en serio el ir reunión a reunión y la dependencia de sus decisiones de los datos que se vayan conociendo. Lagarde pacta una comunicación que satisfaga a todos y se prefiere ahora que un poco más dura para no entorpecer la transmisión de la política monetaria", prosiguen.
"Si somos optimistas, podemos suponer que Lagarde sabe que bajará los tipos en 2024, pero que debe ajustar diplomáticamente su comunicación para evitar a los halcones", opina Eric Dor, director de estudios económicos del IESEG School of Management.
Los representantes de Alemania lideran el bando de la ortodoxia (o de los halcones) con varios factores a su favor. El primero es conocido: el país tiene menos deuda pública respecto al PIB (Producto Interior Bruto) que las otras grandes economías de la eurozona, y el coste que tiene que afrontar para financiarse es siempre el menor.
Además, el repunte del euríbor tiene también un impacto más limitado sobre el conjunto de sus familias, porque solo el 20% de ellas tienen hipotecas de interés variable, las que se actualizan según el índice de las hipotecas. En España, son 3 de cada 4.
Por otro lado, Alemania es una de las principales economías con posición acreedora (al conjunto de sus agentes públicos y privados se les debe más de lo que deben respecto al resto del mundo). Mientras, Francia, España, Portugal o Grecia tienen posiciones deudoras netas, según se observa en el gráfico.
En términos más llanos, las familias, bancos o empresas de Alemania o Países Bajos tienen muchas más casas en Mallorca, acciones de Iberdrola o bonos de deuda de nuestro país que casas en Berlín, acciones de Volkswagen o 'Bunds' germanos tienen las familias españolas o portuguesas. Es decir, se benefician de las subidas de los tipos de interés.
Desde otra perspectiva, la postura más agresiva del BCE frente a la Reserva Federal de Estados Unidos supone un empujón para el euro en su cruce con el dólar. Una apreciación de la divisa es desinflacionista porque automáticamente abarata la factura de la energía que se importa como petróleo o gas, que se venden en dólares en los mercados internacionales.