Al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Eso debió de pensar Alice Weidel, la copresidenta del partido ultraderechista alemán Alternativa para Alemana (AfD), cuando empezó a juntarse con el veterano magnate de los productos lácteos Theo Müller.
Este hombre, octogenario, no es capaz por sí mismo de generar mucha sombra. Su grupo empresarial, el llamado Grupo de Empresas Theo Müller, sí que proyecta una gran penumbra. “Somos más que leche”, reza el lema de la compañía de Müller.
La compañía de Müller emplea a más de 30.000 personas. Es una firma muy conocida en Centroeuropa.
Según la revista estadounidense Forbes, el imperio lácteo de este empresario está valorado en 4.500 millones de dólares (unos 4.170 millones de euros). Sus recursos económicos son, por tanto, considerables. Y Weidel lo sabe. De hecho, Müller y Weidel han tenido que admitir que se ven para hablar de política, entre otras cosas, según informaba hace unos días el diario económico Handelsblatt.
Ese periódico oficializaba a principios de mes una noticia de la que ya había dado cuenta en octubre el diario Bild, el más leído de Alemania. “El lujo de los más finos: la jefa de AfD Alice Weidel con el millonario de la leche en Cannes”, rezaba el titular con el que el Bild daba cuenta de la particular relación de amistad que mantienen Müller y Weidel. Esa amistad de la que se supo al publicar dicho periódico unas fotos de ambos, durante una sobremesa, en un exclusivo hotel de la no menos selecta ciudad de la Costa Azul.
“Durante las conversaciones, me interesé por el programa de la AfD y sus opiniones personales sobre la política actual”, terminaría manifestando al Handelsblatt el gran magnate de los productos lácteos de Alemania a cuenta de unos “encuentros de naturaleza exclusivamente privada”. En sus explicaciones, también trascendió que Müller no “encontró el menor atisbo de ideología nazi” en su interlocutora, algo que habría generado un rechazo absoluto del empresario, recoge el Handelsblatt.
Al margen de los productos lácteos y gastronómicos, Theo Müller también parece saber de partidos conservadores. Así, según ha recordado estos días el el Frankfurter Rundschau, allá por 1989, el empresario participó generosamente en la campaña de donaciones de la que se benefició el partido Die Republikaner o “Los Republicanos”. Esta formación surgió a principios de los años ochenta de una escisión del partido conservador Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). Hermanada a la CSU está el principal partido de la oposición germana, la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Según la Agencia Federal de Educación Cívica (Bpb, por sus siglas alemanas) a Los Republicanos se les “clasifica de conservadores de derechas, populistas de derechas o extremistas de derechas”. En ese partido saben, además de lo que es recibir la ayuda de Müller, lo que significa estar por motivos políticos bajo la observación de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, nombre que reciben aquí los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior. AfD lleva ya tiempo en el punto de mira de esa mismas autoridades por idénticas razones.
Müller está al tanto de las ventajas fiscales que ofrece Suiza. Este verano trascendía que, “huyendo de la locura impositiva de Alemania” según los términos del empresario, el magnate de la leche se mudaba a la pequeña confederación alpina. Según las cuentas del semanario Der Spiegel, Müller estaría así esquivando un impuesto de sucesiones que, en su caso, ascendería a 200 millones de euros.
Weidel también vive en Suiza junto a su compañera y sus dos hijos. Sus impuestos los paga en Alemania. A Berlín viene, mayormente, las semanas que hay plenos en el Bundestag.
AfD tuvo que pagar una multa de 400.000 euros a principios de este año por haber recibido procedentes de Suiza unas donaciones ilegales en su sección de Baden Württemberg, Land del suroeste germano de cuyas cuentas era responsable Weidel. Los hechos, juzgados en 2019 y confirmados tras apelación este año, datan de la época de la campaña de las elecciones generales 2017. Ese año AfD, fundada en 2013, logró entrar en el Bundestag tras conseguir un 12,6% de los votos en las elecciones generales.
Los sondeos son, ahora más que nunca, generosos con AfD. Al partido de ultraderecha se le ve consiguiendo hasta 22,5% de los votos en unas eventuales elecciones generales. En algunas regiones del este germano, la intención de voto a AfD está incluso por encima del 30%. Esos son resultados con los que nunca pudieron soñar Los Republicanos a los que apoyó en su día Theo Müller.
De momento, Theo Müller ha asegurado que no ha hecho donaciones al partido de Weidel. Eso es algo ajeno, por lo visto, a la buena relación personal que parecen mantener ambos. Si el octogenario magnate de la leche llegara a tomar partido por AfD, lo haría en un contexto en el que desde el Ministerio del Interior se está pidiendo a los empresarios un “posicionamiento claro” frente a esta formación política.
Esos son los términos que dedicaba la Ministra del Interior del canciller Olaf Scholz, la también socialdemócrata Nancy Faeser, al mundo empresarial una vez se supo de las buenas migas que estaban haciendo Weidel y Theo Müller. “El clima de división y resentimiento alimentado por la AfD disuade a trabajadores y mano de obra cualificada del extranjero”, dejaba dicho Faeser en unas declaraciones al Handelsblatt.
En esas declaraciones, Faeser aludía a uno de los problemas más acuciantes de los muchos que presenta la economía germana. A saber la falta de mano de obra cualificada. Este año se ha estimado que han quedado sin ocupar hasta 2 millones de puestos de trabajo cualificado en Alemania por no contar dichos empleos con candidatos para ocuparlos. El Gobierno de Scholz trata de apoyarse en la inmigración de trabajadores cualificados para suplir ese gran agujero laboral que presenta el mercado laboral teutón.
Para Faeser, “normalizar” a un partido como AfD atenta contra esa voluntad del Ejecutivo que forman socialdemócratas, ecologistas de Los Verdes y liberales del FDP. En Suiza, defienden a su nuevo vecino, el riquísimo Theo Müller. El diario conservador Neue Zürcher Zeitung ha tachado las palabras de Faeser a los empresarios de “gesto cobarde y autoritario”.