Hay quien lo considera un sistema curativo. Pero en Alemania, más que eso, la homeopatía es, sobre todo, una importante industria. Para empezar, tiene tradición. Se atribuye al doctor alemán Samuel Hahnemann (1755-1843) la paternidad de estos tratamientos que hoy adoptan mayormente la forma de pequeñas bolitas que ingerir habiendo sido creadas bajo el principio similia similibus curantur. Es decir, son sustancias creadas pensando en que “las enfermedades se curan – o deberían ser tratadas – por los medicamentos que producen en personas sanas síntomas similares a los de las enfermedades”, se lee en la Encyclopedia Britannica.
El arraigo histórico que tiene en Alemania la homeopatía se traduce, también, en que este tipo de productos son habituales en los rincones que sirven de 'farmacia' a los alemanes de según qué tipo de hogares. Se dice que, entre los votantes de Los Verdes, la homeopatía tiene especial predicamento.
La homeopatía es también una considerable industria. En 2022, las farmacias teutonas generaron unas ventas de unos 534 millones de euros con remedios homeopáticos, según estimaciones recogidas por el portal de alemán de estadística Statista. Parte del dinero que mueve la homeopatía es dinero del sistema sanitario alemán. Los seguros médicos obligatorios en los que se cimienta ese sistema pagan por algunos tratamientos homeopáticos. Esos seguros cuentan con ayudas del Estado que, según cifras de finales de 2023 de la Oficina Federal para la Seguridad Social, alcanzaban los 14.500 millones de euros.
Pero se da la circunstancia de que el Gobierno alemán está ahora apretándose el cinturón, sobre todo después de que el Tribunal Constitucional declarara ilegales las maniobras presupuestarias del canciller Olaf Scholz dado que el Ejecutivo quiso contar 60.000 millones de euros de deuda para la transformación climática que salían de un fondo creado en su momento para luchar contra la Covid-19. Scholz y compañía, guiados por el vicecanciller y Ministro de Hacienda Christian Lindner, quien también es el líder del partido liberal alemán (FDP), quieren recortar en áreas como el gasto social o las subvenciones al campo.
En este contexto, el Ministro de Sanidad de Scholz, el también socialdemócrata Karl Lauterbach, ha decido cerrar el grifo del Estado a la homeopatía. Este hombre, que está a punto de cumplir 61 años, ha hecho carrera como médico, epidemiólogo, profesor universitario y político. En esta última dimensión, destaca por su arrojo cuando tiene que defender sus ideas. En lo peor de la pandémica COVID-19, por ejemplo, se convirtió en una de las personalidades con más tiempo en platós de televisión, en los que solía imponerse con solvencia.
Imponerse es precisamente lo que quisiera ahora Lauterbach frente a la homeopatía. “La homeopatía es una carga, no son medios que se puedan usar en vista del conocimiento científico. Esta carga no debería pagarse”, decía Lauterbach hace unos días aludiendo a cómo las empresas responsables de los seguros médicos del sistema público de salud teutón se hacen cargo de tratamientos homeopáticos. “Los seguros no deberían de pagar nada que no tenga efectos médicos. No nos lo podemos permitir”, abundaba el ministro de Scholz.
En el debate público germano suelen ser recurrentes las cuestiones que genera la homeopatía, que cuenta con defensores y relevantes detractores. Lauterbach está, definitivamente, en el segundo grupo.
Los predecesores de Lauterbach en el Ministerio de Sanidad tampoco fueron defensores de los productos similia similibus curantur, pero nadie se lanzó contra ellos como lo hace ahora el médico y político socialdemócrata.
“Los predecesores de Lauterbach tampoco eran seguidores de las bolitas [homeopáticas], pero quisieron evitarse las molestias de sus vociferantes defensores. Ahora, el ministro ya no evita este conflicto. Y eso es bueno”, han editorializado en el diario Bild, el periódico más leído de Alemania y en el que son ciertamente poco habituales los elogios al Ejecutivo de Scholz.
También es cierto que Lauterbach parece estar aprovechándose de un actual mal momento de la industria homeopática. Según cuentas del Bild, en 2016 los seguros médicos pagaban 12,8 millones de euros por productos homeopáticos recetados. En 2020 el montante se había reducido a 6,8 millones de euros. Esto parece indicar que quien quiere productos homeopáticos tiene que pagarlos de su bolsillo, sin contar con el apoyo del sistema sanitario.
De ahí que se diga también que los esfuerzo de Lauterbach para acabar con la homeopatía, a efectos de ahorrar de gasto en Sanidad, resultan homeopáticos. El gasto anual en medicamentos de Alemania se sitúa entre los 40.000 millones de euros y 50.000 millones de euros.
Lauterbach tiene mucho a favor para salirse con la suya a la hora de dejar a la homeopatía fuera del sistema. Así lo dejaba dicho en una reciente entrevista con el Frankfurer Allgemeine Zeitung el investigador germano-británico especializado en “medicinas alternativas” Edzard Ernst. “Creo que Lauterbach tiene una buena oportunidad porque las cosas han empezado a moverse. Por ejemplo, las asociaciones médicas se han pronunciado en contra de la homeopatía”, recordaba Ernst.
Por supuesto, quedan resistencias a los planes de Lauterbach, como las de la Asociación Central de Médicos Homeopáticos. Esta organización, en nombre del “pluralismo y la libertad de tratamiento” critica que la salida del sistema de los remedios homeopáticos acabe en una “monocultura” en las consultas de los médicos, según los términos que manejan en dicha organización. Su capacidad de hacer lobby con éxito está por ver. Lauterbach y su SPD cuentan con el apoyo del FDP y, sobre todo, con el de organizaciones como la Asociación Federal de Médicos de Seguros Médicos.
Hay resistencias en Los Verdes – formación ecologistas que también integra la mayoría gubernamental en el Bundestag – debido a las supuestas filias homeopáticas de su electorado. Aunque los Verdes han cambiado de parecer en no pocas áreas políticas vitales. Por ejemplo, la seguridad y defensa, donde antes eran pacifistas, pero autorizaban en 2022 el envío de armas a Ucrania a raíz de la invasión rusa. O la energía, donde han aceptado a regañadientes la instalación de terminales móviles para la importación de gas natural líquido o la apuesta por el carbón en el camino hacia la neutralidad energética una vez cerrado el grifo del gas de Rusia.