Los acontecimientos se suceden a una velocidad de vértigo en Francia desde que su presidente, Emmanuel Macron, anunciara la convocatoria de elecciones legislativas el último día de junio y pusiera en un brete el futuro de los tres años que aún le quedan en El Elíseo.
La victoria de Agrupación Nacional de Marine Le Pen en los comicios europeos, dejó, en palabras de Macron, “un escenario que no puedo aceptar”.
El mejor de los escenarios que podría emerger para Macron sería un arco parlamentario que le permitiera una cierta capacidad de maniobra para acordar con distintas formaciones iniciativas que, en cualquier caso, le alejarán de su ideario liberal al que ha acudido para estimular el sistema productivo. “Vamos a abrir un segundo acto reformista para conseguir una mayor atracción hacia los negocios en Francia”, liberalizando el mercado laboral, endureciendo el subsidio por desempleo, retrasando la edad de jubilación o reduciendo la burocracia al sector privado, auguraba en la cumbre de Davos, en enero.
Los cuatro partidos que conforman en Nuevo Frente Popular -Ecologistas, la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, Partido Socialista y Partido Comunista- han recalcado en su manifiesto que la hoja de ruta de Macron carece de viabilidad para ellos. A cambio, le ofrece un plan alternativo que incluye, esencialmente, la reinstauración de la edad de jubilación a los 60 años, el aumento del salario mínimo y la imposición de un impuesto extraordinario sobre los beneficios de ciertas empresas industriales.
La lectura de la cruzada progresista y la convulsión generada en el seno de los Republicanos con la compleja situación de su líder Éric Ciotti, expulsado inicialmente por su cúpula por respaldar el apoyo de sus candidatos a la ultraderecha de Le Pen y restablecido momentáneamente en el cargo por los tribunales galos, revela que la incertidumbre no solo se ha apoderado de la arena política en Francia, sino también de los mercados y, como telón de fondo, ha dejado en vilo su futuro.
Al Nuevo Frente Popular no le gusta que Bruselas haya desempolvado las reglas fiscales; antes, incluso de que París incurriera en uno de los siete déficits excesivos con los que la Comisión Europea ha empezado a sancionar a sus socios. Pero aún más rotundos con Europa se revelan los lobbies más conservadores del movimiento neogaullista y el propio Jordan Bardella, el cabeza de cartel de la ultraderecha -con un tono menos tajante en asuntos como las pensiones o el velo islámico en público para convencer al votante menos radical- que hacen ya oídos sordos hacia un todavía increíble pero visible opción de un Frexit.
Todos estos movimientos telúricos han provocado un tsunami en la esfera económica y en los mercados financieros. A la espera de posibles réplicas, el voltaje político y el sobrecoste sin cifrar de un futuro gobierno, según el diagnóstico de los analistas, ya sea progresista como de perfil ultraderechista -con sus desmesuradas y populistas promesas para combatir, supuestamente, la precariedad de ciertos estratos sociales-, han creado nerviosismo en los agentes económicos y en los parqués bursátiles.
Saltos de la prima de riesgo con mensajes de colapso productivo
Los bonos a 10 años franceses se hundieron durante la semana posterior a la fijación de la cita electoral gala hasta registrar el peor diferencial con el bund alemán, que marca la trayectoria de las primas de riesgo en Europa. En las siguientes cinco jornadas ha tendido a estabilizarse, aunque con una brecha abierta de 79 puntos básicos, la de mayor calado desde 2017, pese a que los candidatos europeos de la coalición semáforo alemana -roja, del SPD del canciller Olaf Scholz, amarilla de liberales y verde de los ecologistas-, también sufrieron un duro voto de castigo de los electores germanos.
El consenso del mercado identificaba esta huida de capitales y la tensión en el mercado de bonos a la aversión que el ultranacionalismo de Agrupación Nacional provocó al inversor moderado y a la falta de respeto institucional que instauraría un gabinete de Bardella. A pesar de que Le Pen se ofreció a cooperar con Macron en una hipotética cohabitación pacífica entre las jefaturas del Estado y de gobierno.
La calma tensa posterior también tuvo que ver con la relativa proximidad del Frente Popular, al que las encuestas conceden un 26% de votos, nueve puntos por debajo de la intensión de voto a la formación de Le Pen, y que admiten la existencia de notables incógnitas sin despejar sobre participación y trasvase de votos. Con la marca electoral de Macron como tercera opción (19%), los republicanos con solo un 7% y la otra extrema derecha -Reconquista, de Éric Zemmour-, con un 3% de respaldos.
“Los inversores deberían tratar de aislarse de estas inclemencias bursátiles”, aconseja Evelyne Gómez-Liechti, estratega de Mizuho International, que espera una “cierta consolidación a corto plazo” de los indicadores, pero que también anticipa “marejadas de fondo”; sobre todo, por “la falta de transparencia del programa económico” de Le Pen.
Macron dejó las críticas hacia el mucho más exhaustivo recetario del Frente Popular a su titular de Finanzas Bruno Le Maire. En su opinión, un Ejecutivo progresista “abocaría a la economía al colapso”. Sus planes -afirmó tirando de jerga neoliberal- “son un completo fracaso y conducirían a la expulsión francesa de la UE” sin pararse a valorar el retroceso semanal del 6% del CAC 40, la mayor desde marzo de 2022, en las jornadas posteriores a la invasión rusa de Ucrania, y la de más calibre de los mercados de capitales europeos.
Desde el bloque progresista, sin embargo, se afanaron en arremeter contra las rebajas fiscales a inversores y recordaron cómo se ha ensanchado el agujero presupuestario en el último bienio con Le Maire, que han propiciado el expediente sancionador de Bruselas.
Además, para desmarcarse de la opacidad que achacan a extrema derecha y republicanos, sus candidatos arrojaron luz a sus propuestas. En el plano nacional, congelación de precios de bienes esenciales como la alimentación, la electricidad o los combustibles por decreto, incremento del salario mínimo hasta los 1.600 euros mensuales, creación de un impuesto sobre las ganancias de grupos agroindustriales y de comercio minorista y reintroducción del tributo a las fortunas y a las inversiones. Y, en el ámbito de la UE, una amplia reforma de la PAC, recetas proteccionistas sobre los avances en sostenibilidad y en transición energética, reestructurar los tratados de libre comercio y restablecer la mayoría cualificada sobre las reglas fiscales.
“Nuestros proyectos se han contrastado con simulaciones y cálculos que revelan que no atentarán contra las finanzas públicas”, se encargó de precisar Yannick Jadot, senador de los Verdes.
París devuelve el cetro bursátil a LondresEl castigo financiero por el órdago político de Macron ha dejado también una cesión de especial simbolismo. Las fugas de capitalización del CAC 40 se cebaron especialmente entre los valores bancarios, con retrocesos puntuales de más del 10% en las acciones de Sociètè Gènèrale, BNP Paribas o Crédit Agricole -todas tenedoras de bonos soberanos franceses-, y se llevaron consigo el galardón de París como primer centro financiero del Viejo Continente.
De modo que la capitalización colectiva de sus empresas selectivas se situó en los 3,13 billones de dólares, frente a los 3,18 billones de la City londinense, según datos compilados por Bloomberg.
El CAC-40 ha erosionado todos sus beneficios de 2024 desde el anuncio de Macron. Hace apenas un mes, navegaba en cotas históricas y alejadas de su rival londinense, al que arrebató el reinado bursátil europeo en 2022, cuando el divorcio definitivo con la UE por el Brexit minó la confianza inversora, dañó la cuenta de resultados de las empresas y bancos británicos y generó confusión entre la clase trabajadora por las restricciones migratorias y en los permisos de residencia.
Para expertos como Alberto Tocchio, de Kairos Partners, o Ulrich Urbahn, de Berenberg, este nuevo sorpasso obedece más a la “inquietud” sobre el futuro de Francia que al atractivo por la incipiente diversificación de riesgos en un Reino Unido que, por otro lado, celebra elecciones cinco días después que se llevarán a buen seguro por delante al quinto de los gobiernos tories que han empujado al país a un largo decenio de caos político y desencanto económico.
Bajo esta atmósfera, se ha instalado un silencio casi sepulcral de los empresarios franceses, solo interrumpido por el blanqueado -y esperado- mensaje de la patronal Medef hacia el peligro de salida de la UE en caso de un gobierno de ultraderecha y hacia la amenaza de incurrir en gastos masivos con un ejecutivo progresista, en boca de su presidente, Patrick Martin. Todo un ejercicio de funambulismo retórico roto por voces como la del estratega de EY, Famke Krumbmüller, que inclina los temores del mercado “más hacia los planes soterrados de la ultraderechista” con sus inminentes repercusiones sobre el euro.
La perspectiva de Krumbmüller también preocupa al analista de Bloomberg Marcus Ashworth, para quien la divisa común está sometida a una doble trampa, frente a la fortaleza del dólar con la reticencia de la Fed a bajar tipos y la creciente crispación política en EEUU, por un lado, y por la traslación de este combate ideológico “a pecho descubierto” al otro lado del Atlántico contra el ascenso de la ultraderecha al conjunto de la UE y de forma expresa en Francia, por otro, que exigirán ejercicios políticos, económicos y monetarios de resiliencia activa para sostener el valor de la divisa europea.