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India prepara el ‘sorpasso’ a la economía de Japón en 2025

India prepara el ‘sorpasso’ a la economía de Japón en 2025

En el último trienio, India ha saltado dos muros: desplazó a China como el país más poblado y a Reino Unido como quinto PIB global. En 2025, su economía rozará los cinco billones de dólares, rebasará a la de Japón, pisará los talones a la tercera -Alemania- y se posicionará junto a su rival regional, el gigante asiático, como únicas alternativas para arrebatar a EEUU la hegemonía económica mundial

EEUU e India refuerzan su alianza tecnológica y militar frente al adversario común chino

Los movimientos en la cúspide de la economía global se suceden sin solución de continuidad en los últimos tiempos.

Aunque EEUU, según la reciente revisión del FMI, continúa manteniendo la supremacía mundial por la dimensión del PIB, que alcanzó los 30,3 billones de dólares al término de 2024 a precios corrientes de mercado y China se ha acomodado como segunda superpotencia con sus 19,5 billones, la lucha de sus inmediatos perseguidores es encarnizada. Tanto, que India se ha aficionado a escalar posiciones a una velocidad inusitada. Si en 2023 superó a Reino Unido, en 2025 lo hará sobre Japón que, durante casi 40 años, fue el mercado dominante de los ciclos de negocios del continente asiático.

China ya lo hizo en 2010 sobre el PIB del país del Sol Naciente. Ahora, lo hará India, que juega sus bazas geoestratégicas para rivalizar con Pekín y Tokio como potencia regional -y global- de primer orden en un tablero diplomático que se tambaleará este año por varios movimientos telúricos. Entre otros, el retorno de Donald Trump y su versión 2.0 más radical, mejor armada y con claros signos de revanchismo de su primera estancia en la Casa Blanca; la carrera competitiva por el cetro tecnológico mundial sin las más elementales reglas de juego y, por supuesto, los riesgos geopolíticos reales y latentes.

Pero más allá de los peligros de una vuelta al proteccionismo, de nuevas alianzas diplomáticas o de misterios sin resolver como los avances de la Inteligencia Artificial (IA) o las más que posibles epidemias futuras, aparecen determinadas certezas en el horizonte. India será la segunda mayor economía de Asia y la cuarta del planeta. Su PIB rozará superará los cinco billones de dólares antes de que culmine esta década -en 2028- y sus exportaciones de mercancías y servicios alcanzarán en 2030 el billón de dólares.

Toda una hazaña que se suma a otro doble sorpasso, el protagonizado sobre China para adquirir el estatus de país más poblado del planeta, en 2022, y sobre la Bolsa de Hong-Kong, por el mayor volumen de capitalización -4,33 billones de capitalización, similar al tamaño de la economía de Japón-, del National Stock Exchange (NSE) de Mumbai, en 2024. En medio, en 2023, arrebató el quinto puesto a Reino Unido en el ranking de los PIB del planeta.

Las tensiones geopolíticas entre EEUU y China “han trasladado capitales de forma masiva desde su vecino asiático hacia India y edificado un refugio inversor y manufacturero” estable con el beneplácito de su primer ministro, el nacionalista Narendra Mori que, a los ojos de cada vez más aliados occidentales, sirve como contrapunto frente al régimen de Xi Jinping, dice la firma de investigación de mercado Canalys, desde donde enfatizan que “Apple fabricará la quinta parte de sus iPhones en India a finales de este año”.

Son solo varios botones de muestra de la agitación que revela la arquitectura de la globalización, a la que la Administración Trump someterá, en cualquier caso, a una profunda revisión de daños y efectos difíciles de calificar y cuantificar. Todos, con India como protagonista. Aunque no son los únicos. Porque, por ejemplo, Japón, al que se ha etiquetado como enfermo económico global durante más de dos decenios por su persistente estancamiento de la actividad con propensión a la deflación de precios, ha pasado de representar el 8% del PIB mundial en 2010 a menos del 4% en 2024.

Los mercados emergentes ganan músculo global

Esta transferencia de músculo económico de las potencias industrializadas a grandes mercados emergentes queda patente al visualizar el tamaño de las trece economías que siguen a EEUU y a China en el escalafón. Con Alemania en recesión -y un PIB de 4,9 billones- la dinámica actividad india se encaramaría al pódium antes de 2028; ambas, conformarían, junto a Japón, otro selecto club, el de los 4 billones de dólares. Por debajo, con más de 3, figuran en la actualidad el dúo de viejas potencias europeas: Reino Unido (3,7) y Francia (3,2). Las dos de capa caída después de la Gran Pandemia.

Todas ellas anteceden a un nutrido grupo que evoluciona con una brecha productiva que supera ligeramente el medio billón de dólares y que va desde los 2,4 billones de Italia (octava economía global) hasta los 1,81 de la decimoquinta, México, que antecede a España (1,82). En medio y por orden decreciente aparecen Canadá, Brasil y Rusia y, sin tocar el umbral de los 2 billones, Corea del Sur y Australia.

Pero India tiene un arma sin emplear, la de una extensa población femenina que todavía acapara una escasa cuota de su mercado laboral, a pesar de los cambios sociales -tímidos y sin demasiada intensidad- que ha emprendido el Gobierno de Delhi. De hecho, su fuerza de trabajo solo supone las tres cuartas partes de la que opera en China. De modo que las predicciones de instituciones multilaterales como la OCDE auguran que el sorpasso de la población activa india sobre la china no se consumará antes del ecuador del siglo.

Sin embargo, la inclusión de dinámicas de igualdad de género en el circuito laboral dejaría atrás el objetivo oficial de alcanzar el 3% de las exportaciones globales en 2030, con 1 billón de dólares de factura de su sector exterior. Los analistas de Citigroup recuerdan que esa cota y ese cheque ya lo consiguió hace diez años Corea del Sur, sin tantas opciones como India de convertirse en la nueva factoría mundial. En su opinión, las ventas a otros mercados de Delhi podrían rebasar el 6% en los próximos 6 años, dada la creciente afluencia de multinacionales y de demandas de empleos técnicos y profesionales.

El ascenso de India al cuarto escalafón del ranking mundial en 2025 se adelanta en dos ejercicios a las predicciones del comienzo del ciclo post-Covid y relega otro puesto más a Japón, que perdió el tercer lugar en 2023 en beneficio de Alemania. El FMI anticipa un PIB de 4,34 billones a India -la misma cifra que el valor de capitalización de la NSE de Mumbai- y de 4,31 billones a Japón a finales de 2025. Aunque ambas economías del G-7 soportan bajos niveles de crecimiento en los últimos dos ejercicios, con episodios de recesión, en el caso germano, y de contracción en el del PIB nipón. Por contra, India es el único PIB de entre los socios del G-20 -de las grandes potencias de rentas altas y mercados emergentes- que coquetea con dinamismos anuales cercanos a los dobles dígitos. Remontó un 7,8% en 2023.

El impulso indio se ha asentado, sobre todo, en una fuerte demanda interna; en especial, por la rúbrica del consumo, con 1.400 millones de potenciales clientes en un mercado que aumenta a dobles dígitos sus tasas anuales de gasto en acero, cemento y manufacturas del automóvil y que usa preferentemente la rupia con 27 países, en detrimento del dólar. En gran medida, debido a las más de 134.000 millones de cuentas de pago online y que realizan el 46% de las transacciones digitales globales, explica Marcel Thieliant, responsable para Asia-Pacífico en Capital Economics, uno de los economistas que presagia el sorpasso indio sobre Japón este año.

Reanimación japonesa, desafíos chinos y emergencia india

Aunque también surgen explicaciones demográficas. Para 2027, China “habrá perdido 8 millones de ciudadanos, mientras India albergará otros 75 millones y superará el ritmo del PIB chino en más de 2 puntos hasta entonces”. En contraste con el 1,5% que, de promedio anual, sobrepasó durante la pasada década la segunda economía global a la actividad india, aclara la consultora Focus Economics. Por tres factores: por un lado, por el retroceso y envejecimiento demográfico de China frente a la relativamente joven sociedad de su rival asiático; por otro, por la menor renta per cápita india, que genera más dinamismo que las economías de ingresos medios y, en tercer término, por el creciente aislacionismo empresarial e internacional hacia China.

En un reciente debate en el Institute for Management Development (IMD), varios analistas entre las que se encontraban Yumiko Murakami, de MPower Partners Fund, y Alicia García Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico de Nataxis, convinieron en que el continente más poblado y con mayor vigor comercial, “ha entrado en una dinámica económica favorable” en la que Japón “parece haber revitalizado su bienestar y su prosperidad”, China “se enfrenta a nuevos desafíos” geopolíticos y económicos e India “emerge como otra alternativa al liderazgo regional”.

Murakami achaca “la reanimación” nipona a su contracción demográfica y al boom tecnológico en un periodo de cierto pulso económico con tibias muestras de gasto de los consumidores en ecosistemas digitales que han puesto a empresas y gobierno en una misma longitud de onda: apelar a la inmigración para la mano de obra manufacturera y atraer talento cualificado para cubrir las vacantes de índole profesional del exterior.

Herrero, por su parte, mostró un lado pesimista de China. Ha caído en la trampa de la deflación -explicó- con la que tanto ha sufrido Japón, si bien el gigante asiático “se encamina a un déficit presupuestario del 12%, al que ni siquiera se aproximó la economía nipona, mientras su peso exterior se resiente en mercados como EEUU, el destino preferente de Japón, Corea del Sur y de gran parte de los socios de la Asean en 2024”. El voltaje geopolítico y la ralentización del ritmo de su PIB puede llevar a la segunda economía del planeta “a crecer alrededor del 1% en 2035”.

En cambio, para Garima Mohan, investigadora en el programa Indo-Pacific del German Marshall Fund, “India es el mercado de las oportunidades” con una fuerza laboral cada vez más preparada un progreso tecnológico sin parangón en una economía con un notable lastre de desigualdad a sus espaldas, pero con una visión estratégica para captar inversiones extranjeras directas y para colocar manufacturas y mercancías en el exterior que han impulsado un desarrollo empresarial, aunque sobre todo industrial, en áreas como la electrónica, el sector farmacéutico o las marcas automovilísticas, que aporta más del 13% al PIB del país.

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