Los gigantes de la industria del automóvil de Detroit tratan de defender los modelos que hasta ahora se amparaban en los acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México
Trump desata una guerra comercial tras confirmar los aranceles del 25% a México y Canadá, y del 10% a China
La entrada en vigor este martes de los aranceles del 25% que ha impuesto el Gobierno de Donald Trump a todas las importaciones que lleguen a Estados Unidos desde Canadá y México supone un terremoto para la industria automovilística, que va a sufrir un duro golpe en sus cuentas de resultados.
Entre los primeros está Honda. El fabricante japonés está ultimando la decisión de ensamblar, en una factoría situada en el Estado de Indiana, la próxima generación del Civic híbrido. Un modelo para el que estaba valorando México, según indican tres fuentes diferentes a la agencia Reuters, aunque la compañía no lo ha confirmado oficialmente. Honda se convertiría así en la primera empresa en decidirse por la producción en Estados Unidos para evitar el impacto en sus cuentas de la estrategia proteccionista de la Administración Trump.
Honda envía alrededor del 80% de los vehículos que ensambla en México a Estados Unidos, según la citada información de Reuters. De ahí que trate de parar el golpe que suponen los aranceles. Su responsable de operaciones Shinji Aoyama ya aseguró en noviembre que la multinacional tendría que replantearse su modelo de fabricación si Trump convertía en permanentes las barreras comerciales, como así ha ocurrido.
De hecho, Trump ha reconocido que uno de los objetivos de estas barreras comerciales es conseguir que las empresas produzcan en EEUU, aunque en el caso de los coches haya componentes y materias primas que vengan de fuera. “Si las empresas se mudan a Estados Unidos ¡¡¡No hay aranceles!!!”, aseguró este martes a través de su perfil oficial en TruthSocial.
El grupo japonés es uno de los grandes fabricantes nipones que, además, está tratando de reinventarse para competir en un mercado cada vez más incierto. Prueba de ello es que comenzó el año negociando una fusión con su principal rival doméstico, Nissan. El objetivo era convertirse en una empresa más grande y con mayor dimensión para competir con las compañías chinas, que están convirtiéndose en los vencedores en la batalla por dominar el segmento de los coches eléctricos. Sin embargo, esas negociaciones –en las que también estaba Mitsubishi– fracasaron a principios de febrero porque, según trascendió, no fueron capaces de llegar a un acuerdo sobre el reparto de poder.
Mecanismos para evitar los arancelesMientras Honda mira a EEUU, las tres grandes automovilísticas de Detroit –Stellantis (dueña de Jeep, Chrysler o Dodge), General Motors y Ford– son algunas de las empresas a las que más golpean los nuevos aranceles, porque hasta ahora han visto la fabricación en México –y en menor medida en Canadá– como una alternativa rentable, dados los menores costes comerciales. Estos no solo se refieren a la producción de coches en sí, también a la de componentes.
Por ello, estas tres multinacionales del motor están tratando de maniobrar para conseguir esquivar esos recargos comerciales. Lo hacen a través de la asociación American Automakers, la patronal que representa sus intereses. Reclaman que se tengan en cuenta los requisitos que hasta ahora han regido los acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México.
“Creemos que los vehículos y las piezas que cumplen con los estrictos requisitos de contenido nacional y regional”, de esos acuerdos de libre comercio “deben estar exentos del aumento de los aranceles”, reza el comunicado emitido el lunes, después de que la Casa Blanca confirmase el giro de su política comercial.
“Nuestros fabricantes de automóviles estadounidenses, que invirtieron miles de millones de dólares en EEUU para cumplir con esos requisitos, no deberían ver socavada su competitividad por aranceles que van a aumentar el coste de fabricación de vehículos dentro de EEUU y obstaculizarán la inversión en fuerza laboral estadounidense, mientras que nuestros competidores de fuera de América del Norte se beneficiarán del fácil acceso a nuestro mercado interno”, añade.
Esta asociación ha hecho guiños al republicano. Por ejemplo, en otra ocasión afirmaron que respaldaban “los esfuerzos del presidente Trump por considerar toda la situación del comercio global”, pese a asumir que sus medidas comerciales pueden golpear a sus plantillas en ese país, que suman más de 235.000 personas.
Estas tres multinacionales se amparan en los acuerdos comerciales que hasta ahora han regido el sector, que básicamente primaban la producción de aquellos vehículos ensamblados en EEUU, Canadá o México que tuvieran alrededor de un 70% de los componentes de producción local, en esos mismos tres mercados. Lo mismo en el caso de emplear materias primas como el acero o el aluminio. Estos acuerdos de libre comercio también recogían que, al menos, un 40% de la mano de obra empleada en la fabricación de los coches –y el 45% en el caso de los camiones– debía tener una retribución salarial que superase los 16 dólares por cada hora.
Ahora, con los aranceles de Trump ese esquema de libre comercio salta por los aires y ya hay varios cálculos del impacto que puede tener para las compañías. En diciembre, un análisis de la firma S&P estimaba que empresas como General Motors, Stellantis, Volvo o Jaguar Land Rover podían jugarse hasta el 20% de su Ebitda, su resultado bruto de explotación. Mientras que Volkswagen o Toyota podrían llegar a perder entre el 10% y el 20%.
Ahora un análisis de Bloomberg cifra en 5.800 millones de dólares el golpe conjunto que pueden tener los aranceles en los resultados de la industria. Los más afectados, según la agencia estadounidense, serían Stellantis y Volkswagen, con más de 3.400 y 1.700 millones de euros, respectivamente. Esas previsiones ya están lastrando a las empresas en bolsa. Por ejemplo, Stellantis se apuntó el martes una caída del 10% en el mercado de Milán. Mientras, la BMW superó el 6%; Mercedes, el 5%; y Volkswagen y Porsche, el 4%.
Los aranceles también se van a notar en el lado de los consumidores. El precio, si nada cambia, de los coches que se vendan en Estados Unidos puede llegar a subir en más de 12.000 dólares, según la firma de análisis Anderson Economic Group.