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El Banco de España señala que la productividad crece más en nuestro país que en Europa

El Banco de España, sobre productividad: crece más aquí que en Europa y la brecha es más culpa del capital que del trabajo

El regulador financiero destaca, en la semana en la que la reducción de la jornada laboral se debate en el Congreso, que la brecha histórica de productividad entre Europa y España se debe más a la poca eficiencia del capital —por la falta de inversión en maquinaria, tecnología, investigación, innovación...— que al factor trabajo

La reducción de la jornada laboral llega al Congreso sin los apoyos para salir adelante

El Banco de España ofrece luz sobre la cuestión de la productividad en la semana en la que la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas a la semana se debate en el Congreso de los Diputados.

Por un lado, el regulador financiero destaca en su informe anual que las ganancias de productividad han sido más intensas en nuestro país que en el conjunto de la eurozona desde la pandemia. Por otra parte, los economistas de la institución recuerdan que existe una brecha histórica. Aunque en que en ese diferencial en contra de España tiene más culpa la poca eficiencia del capital —por la falta de inversión en maquinaria, tecnología, investigación, innovación...— que el sudor de la frente de los trabajadores, según el mismo análisis del Banco de España.

En este debate, el primer paso es saber por qué es importante la productividad para reducir o no la jornada laboral. Y para dar ese primer paso hay que conocer de qué se está hablando cuando se habla de productividad. En términos llanos, es una forma de medir la eficiencia de los factores de producción: el trabajo y el capital. Una medida que se hace principalmente de tres formas. Una, cuánto valor añadido (PIB) se genera por cada hora de trabajo o por cada trabajador (productividad del trabajo). Dos, cuánto valor añadido se genera por el capital empleado (productividad el capital). Tres, cuánto valor añadido se genera por la suma de ambas factores (productividad total de los factores).

En teoría, la productividad influye en las condiciones laborales porque cuanto más eficiente es la producción más margen da para abordar subidas de salarios o reducciones de la jornada laboral sin impedir que sigan creciendo los beneficios empresariales y, por tanto, siga avanzando la actividad económica en general y la creación de puestos de trabajo.

Quienes pelean para que no se suban los sueldos o no se rebajen las horas que se trabajan cada día —en el Congreso son principalmente las derechas representadas por el PP, Vox y Junts— se agarran siempre al estancamiento de la productividad en España, y suelen argumentar que algunos de los sectores más importantes en nuestro país son poco eficientes (sobre todo, la hostelería) o que los trabajadores están poco formados. Raramente aluden a los errores en las decisiones organizativas de los empresarios, a las malas o escasas inversiones, a las limitaciones de las herramientas de los economistas para medir la productividad.

De hecho, decenas de estudios alternativos a la ortodoxia económica han llegado a conclusiones favorables para incidir en las subidas salariales o en la reducción de jornada que ha decidido el Gobierno y que tiene que aprobar ahora el Congreso. Sobre todo, teniendo en cuenta “que ya disfrutan de una jornada efectiva inferior a las 37,5 horas todos los empleados públicos y, aproximadamente, 1,5 millones de asalariados de los casi 12 millones cubiertos en convenios colectivos. Para los otros diez millones de asalariados, este cambio va a suponer trabajar entre una y dos horas y media menos a la semana, en promedio”, según incide Miguel Artola en un artículo reciente, publicado por elDiario.es, en el que muestra algunos problemas estadísticos de este debate.

En su nuevo análisis, el Banco de España extiende sus enfoques, y, por ejemplo, arranca indicando que “medir la productividad es complejo y se enfrenta, entre otras dificultades, a las relacionadas con la cuantificación en términos reales de la producción y de los insumos, así como con la elección del indicador más adecuado en función de la cuestión objeto de análisis”.

En este sentido, “si bien se han producido avances notables en los últimos años relacionados con la metodología y la información disponible para llevar a cabo estas cuantificaciones, aún persisten importantes lagunas en lo que respecta, por ejemplo, a la medición de la producción real”, continúan los economistas del regulador en su informe anual 2024, publicado este martes. “Especialmente en las ramas de servicios”, según inciden. Los servicios representan cerca del 70% del PIB de nuestro país.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, “en 2024, la productividad aumentó en la economía española más que en la eurozona, en Alemania y en Francia, tanto si esta se mide por trabajador como por hora trabajada, en términos de capital o en términos de todos los factores”, resalta el Banco de España. “Tomando como período de referencia el final de 2019, también se observa un comportamiento más dinámico de todas las medidas de productividad en nuestro país”, continúa.

Cuadro sobre productividad del informe anual 2024 del Banco de España. Cuadro sobre productividad del informe anual 2024 del Banco de España.

“En todo caso, este mejor desempeño de la productividad en la economía española desde el estallido de la pandemia habría permitido cerrar solo una parte relativamente pequeña de la brecha negativa que España ha acumulado, frente a la eurozona Alemania y Francia, desde 1998 en términos de productividad”, matiza.

Mejora la productividad en España

El regulador sostiene que el repunte de la productividad y la reducción de la brecha negativa respecto a otros países europeos que se han registrado en España desde finales de 2019 “pueden deberse a factores coyunturales y/o estructurales”. Entre los primeros, “cabe destacar todos aquellos que afectan al comportamiento cíclico de la productividad y los derivados de las características especiales del proceso de recuperación actual, muy influido por la naturaleza e intensidad de la crisis sanitaria”, detalla el informe anual.

Por un lado, en la medida en que las empresas, apoyadas por actuaciones como los ERTE y los avales públicos, pudieron preservar tanto sus relaciones laborales como su capacidad instalada durante la fase más aguda de la pandemia, la recuperación posterior podría haber producido un uso más intensivo de ambos factores productivos, lo que habría redundado en un mayor dinamismo de los indicadores de productividad.

Por otra parte, “la reasignación de trabajadores hacia sectores, ocupaciones y empresas más productivas, que presumiblemente se ha acelerado tras la pandemia, debería haber contribuido al crecimiento de la productividad, si bien aún resulta difícil cuantificar con precisión esta aportación”. En este sentido, la creación de empleo desde 2019 ha sido más intensa en las ramas de servicios de información y comunicación, favorecida por la aceleración que experimentó el proceso de digitalización de la actividad económica tras la pandemia.

Finalmente, la salida de empresas menos productivas y la entrada de nuevas empresas con niveles de productividad más elevados, que deberían haber sido más intensas en la etapa posterior a la pandemia, podrían haber supuesto también un impulso a la productividad, tal y como se ha documentado en otras economías avanzadas.

“Entre los factores estructurales que habitualmente se señalan como determinantes de la productividad a largo plazo, destacan, principalmente, el capital humano, la inversión en capital —especialmente en activos intangibles, como la I+D y la innovación— y la calidad de las instituciones”, prosigue el Banco de España.

Poca innovación

En lo que respecta a la inversión en I+D, uno de los principales determinantes de la innovación, España se encuentra rezagada respecto a nuestros principales socios europeos. Según la información de Eurostat, en 2023 el gasto en I+D representó un 1,5% del PIB español, por debajo del 2,3% de la eurozona. Este déficit se debe, sobre todo, al sector privado empresarial, cuya aportación se situó en el 0,8% del PIB en España, frente al 1,5% en la eurozona. Por su parte, en el conjunto del sector público y las universidades el déficit era algo menor, inferior a 0,1 puntos porcentuales.

En cuanto a otros indicadores de innovación, de acuerdo con la información más actualizada del 'European Innovation Scoreboard', elaborado y publicado por la Comisión Europea, en 2024, España se situaba en el grupo de innovadores moderados de la UE. En particular, la economía española presenta un déficit innovador, respecto al conjunto de la UE, especialmente significativo en cinco dimensiones: un reducido grado de introducción de innovaciones en productos por parte de las empresas; una baja colaboración entre las pymes en proyectos con contenido innovador; un menor peso relativo del empleo en empresas innovadoras; una posición rezagada en términos de producción de patentes, y un menor peso de las exportaciones de servicios intensivos en conocimiento.

“Las dificultades en el acceso a la financiación representan una barrera significativa para las empresas a la hora de desarrollar actividades innovadoras, dimensión en la que España ha mejorado ligeramente tras la pandemia en comparación con el conjunto de la UE”, remarca el informe anual del Banco de España.

“En términos de capital humano —que contribuye a las ganancias de productividad a través de su complementariedad con la inversión en I+D e innovación—, también se ha producido una cierta mejora en el período más reciente respecto a otros países de nuestro entorno, especialmente en el caso de los grupos de población con menor nivel educativo”, finaliza.

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