Polonia, el país del carbón, genera más del 80% de su electricidad y calefacción gracias a este mineral altamente contaminante, algo que no parece que tenga visos de cambiar a medio plazo pese a la contaminación y las críticas europeas, ya que, según denuncian las organizaciones ecologistas, falta voluntad política.
Desde la década de 1950, el consumo de carbón en Europa occidental ha ido reduciéndose poco a poco, reemplazado por el petróleo y el gas, aunque en Polonia la realidad es otra ya que este mineral sigue siendo esencial para una economía con altas tasas de crecimiento, que encuentra en este carburante una fuente de energía barata.
"Además de su valor económico, el carbón es una cuestión de identidad nacional, especialmente en la región de Silesia, mientras que los gigantes estatales del carbón mantienen un gran poder de lobby, lo que hace difícil cualquier cambio", explicó a Efe el director en Polonia de la organización ecologista ClientEarth, Marcin Stoczkiewicz.
Polonia, que celebra elecciones generales el próximo domingo, ha visto como el carbón ha sido uno de los protagonistas de la campaña electoral, donde el partido gobernante, la fuerza nacionalista Ley y Justicia (PiS), se ha convertido en abanderada de las bondades de este mineral, ajena a las críticas que llegan desde Bruselas.
Mientras, la oposición critica la contaminación y los daños a la salud que causa el carbón, aunque lo hace con la boca pequeña, consciente de que una campaña contra la minería terminaría siendo un regalo político para Ley y Justicia, ya que el sector da empleo a más de 170.000 personas, la mayoría de ellas en Silesia.
Y es que Polonia se encuentra entre los diez primeros productores mundiales de carbón, con unos depósitos con capacidad para suministrar al país al menos durante los próximos 150 años, lo que supone una tentación demasiado grande para renunciar a ellos, lamentan desde ClientEarth.
Un ejemplo de ese amor por el mineral negro sucedió el pasado septiembre, cuando una empresa estatal abrió una nueva mina de carbón de coque en el sur de Polonia, la primera nueva mina que se abre desde 1994, en una ceremonia a la que asistió el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, quien alabó la importancia del carbón.
Ese mismo día, Ley y Justicia anunciaba su intención de promover una ley que permita al Gobierno abrir nuevas minas de carbón sin la necesidad de obtener la aquiescencia de las autoridades locales.
La otra cara de la moneda de esta entrega del Ejecutivo polaco por el carbón es el claro obstáculo que ésta supone para los esfuerzos de la Unión Europea para reducir las emisiones de CO2, como ha afirmado molesto el propio presidente francés, Emmanuel Macron.
En este escenario, la posición de Varsovia pasa por mantenerse en sus trece, como quedó en evidencia durante la apertura de la última Cumbre del Clima de la ONU (COP24), celebrada en la ciudad polaca de Katowice, donde el presidente de ese país, Andrzej Duda, defendió el derecho de su país a usar sus fuentes de energía propias.
El mejor ejemplo de la adicción al carbón de Polonia se encuentra a 162 km de Varsovia, en Belchatów, donde se ubica la planta eléctrica de carbón más grande de Europa, con unas emisiones anuales de CO2 equivalentes a las de toda Nueva Zelanda, donde se emplea carbón bituminoso, una de las variedades más contaminantes.
Sin embargo, algo está poco a poco cambiando en Polonia, donde "la sociedad civil se moviliza cada vez con más fuerza para exigir un cambio en la política energética", asegura Marcin Stoczkiewicz, cuya organización hizo el pasado septiembre algo sin precedentes en el país centroeuropeo: demandar a la central de Belchatów para que deje de contaminar.
Con su demanda contra una de las vacas sagradas de la industria del carbón, ClientEarth, una ONG cuya sede central está en Londres, quiere forzar a la central a reducir a cero sus emisiones para 2035, algo fundamental en un país donde se encuentran 33 de las 50 ciudades más contaminadas de Europa.
"La central de Belchatów ha suministrado una energía necesaria durante décadas, pero los tiempos han cambiado y es hora de que los grandes contaminantes comiencen a asumir su parte de responsabilidad por la crisis climática", afirma el responsable de ClientEarth en Polonia.
"Si no cortamos el uso del carbón, la lucha contra el cambio climático será ineficaz", opina Stoczkiewicz, quien es consciente de que superar la adicción de Polonia al carbón exigirá más movilizaciones sociales, diplomacia por parte de Bruselas y, sobre todo, mucho dinero de la UE para convencer a los polacos de que hay que abandonar este carburante.
Nacho Temiño