Varios ejemplares de Palma de Ceilán que el fallecido paisajista brasileño Roberto Burle Marx trajo de sus viajes a Asia y plantó hace 50 años en Río de Janeiro florecieron este mes, en un espectáculo inédito en Brasil que ha atraído cientos de curiosos y antecede la muerte de estas palmeras.
Las palmeras, cerca de una decena plantadas en el Parque de Flamengo y otras menos en la casa de campo que pertenecía a Burle Marx, abrieron en su copa miles de minúsculas flores de color amarillo apiñadas entre sí, que les hacen llamar la atención desde lejos y han atraído a cientos de curiosos, turistas y botánicos.
Cada inflorescencia tiene cerca de 6 metros, por lo que se ubica entre las mayores del mundo, y destaca como un enorme bulbo sobre las hojas de la propia palmera.
Las flores nacieron rápida y simultáneamente en los últimos días con el inicio de la primavera austral en Brasil.
La única floración en este tipo de palmeras se produce cuando el árbol tiene entre 40 y 70 años, justo antes de su muerte, por lo que el espectáculo solo podrá ser visto hasta comienzos del próximo año, en el verano, cuando las flores se transformarán en enormes cachos de frutos y comenzarán a caer.
La caída de todos sus frutos al piso está prevista para el otoño, a mediados de 2020, y todos tienen potencial para generar nuevos plantones, por lo que Río de Janeiro podrá renovar y multiplicar sus Palmas de Ceilán.
La Palma de Ceilán (Corypha umbraculifera), también conocida como bulí o burí, nativa del sudeste de India y de Sri-Lanka, es una de las mayores palmeras del mundo, con árboles que pueden llegar a los 25 metros y hojas de hasta cinco metros de diámetro.
Los plantones fueron traídos a Brasil a comienzos de la década de 1960 por Burle Marx (1909-1994), un famoso paisajista cuya casa de campo, hogar de una de las mayores colecciones de plantas tropicales y subtropicales del mundo, aspira a ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad el próximo año.
La casa en las afueras de Río, un jardín botánico y museo conocida como "Sitio Burle Marx" y actualmente administrada por el Estado, cuenta con los jardines creados por su dueño y en los que experimentó variaciones de colores, confecciones, combinaciones y texturas con las diferentes plantas que fue coleccionando en sus viajes a África, Asia y Latinoamérica.
Fue precisamente de un viaje a India que Burle Marx trajo varios plantones de la palmera, que sembró tanto en el Parque de Flamengo, una inmensa área de 1,2 millones de metros cuadrados en el centro de Río de Janeiro del que fue el paisajista, como en su finca.
"La floración depende del lugar en que la palmera está plantada, del clima, del suelo y de la insolación. En Asia ella tradicionalmente florece a los 70 años pero aquí en Brasil se produjo más temprano", explicó el biólogo Marlon de Costa Souza, jefe de la división técnica del Sitio Burle Marx.
Las fotografías de las inflorescencias se multiplicaron en las redes sociales y han sido destacadas en noticias en diarios y televisiones, lo que ha provocado una peregrinación de curiosos a los lugares en que hay palmeras florecidas, tanto de cariocas como de turistas.
Igualmente aumentaron el número de visitas al Sitio Burle Marx, la quinta de 405.325 metros cuadrados en las afueras de Río que el paisajista compró en 1949 para montar su colección botánica y que donó al Gobierno brasileño en 1985 para que preservara esa riqueza.
Esta finca cuenta con 3.500 especies de plantas, algunas amenazadas de extinción o que ya desaparecieron en sus países de origen, y muchas raras o exóticas.
Su postulación a Patrimonio Cultural de la Humanidad fue presentada por el Gobierno brasileño en 2015 y el dossier definitivo de la candidatura fue enviado en enero pasado a la sede de la Unesco en París, por lo que su posible inclusión en la lista de bienes del Patrimonio será votada en la reunión que el Comité del Patrimonio Mundial tendrá a mediados de 2020.