A marchas forzadas y algo improvisadas, el Metro de Santiago, el origen de las masivas protestas en Chile contra la desigualdad social, trata de resurgir de las cenizas en que quedaron reducidos sus vagones y estaciones, pero la capital chilena está lejos de recuperar la normalidad.
El subterráneo, donde 77 de las 136 estaciones de su red sufrieron daños durante las protestas, tuvo este martes operativas tres de sus seis líneas de manera parcial, con pasajes a 800 pesos (1,10 dólares), tras anularse el aumento de 30 pesos (0,04 dólares) que hizo estallar el descontento social acumulado.
Después de que el lunes solo funcionase un tramo de la Línea 1, que es la que transporta cerca del 40 % de los casi 3 millones de viajeros que toman el Metro cada día en condiciones normales, este miércoles reanudaron sus operaciones las Líneas 3 y 6.
Bajo custodia militar reabrieron ocho estaciones, entre ellas Ñuñoa, donde confluyen las dos líneas por las que volvieron a pasar los pocos trenes que quedaron intactos al vandalismo que se apoderó de Santiago durante el fin de semana.
"Es insuficiente", aseguró a Efe Gabriel Carrasco, un usuario que había tomado la Línea 6, pero al que el trayecto de casa al trabajo le llevó tres horas, en lugar de la hora y media de costumbre.
El viajero del suburbano afirmó que "la normalidad no existe" porque la periferia de Santiago, donde los disturbios fueron más crudos, "está aislada", justamente "la zona más desprotegida".
"Ellos están obligados a pagar 120.000 pesos (165 dólares) al mes en autopistas o 2.200 pesos (3 dólares) al día en transporte público. Es un abuso porque es la gente que menos gana", agregó.
La reapertura parcial del Metro de Santiago fue aprovechada por buena parte de los miles de manifestantes que este miércoles se concentraron de manera multitudinaria en la Plaza Italia para exigir la salida del presidente Sebastián Piñera tras no convencer con el aumento de pensiones y de salario mínimo anunciado en la víspera.
Allí estaban Nazareth Balis e Ignacia Herrera, dos jóvenes estudiantes de periodismo de la Universidad Católica, que se dirigían a la marcha con pancartas que advertían "Se están violando derechos humanos" y "Piñera, no te hagas la víctima".
"Mi molestia mayor es que el presidente siga en el poder. Tiene que renunciar y una nueva imagen para el país porque está haciendo todo mal, y además seguimos con una Constitución creada en la dictadura", lamentó Balis.
Mientras tanto, los trabajos para recuperar la estación de San Pablo, una de las principales de la Línea 1 al conectarse con la Línea 5, prosiguen sin descanso para rehabilitar la vía después de que el recinto quedara casi íntegramente calcinado.
Ya se retiró el convoy que allí quedó consumido a un amasijo de hierros humeantes y una veintena de operarios se afanaba para reparar los rieles.
"Nosotros podemos reparar la vía, pero... ¿quién va a reponer todo el sistema eléctrico?", se preguntaba uno de los supervisores de los trabajos, quien prefirió mantenerse en el anonimato antes de asegurar que desconoce cómo se ha podido provocar ese incendio, cuyas consecuencias no había visto en 35 años de experiencia.
Al otro lado de la ciudad, la estación de Elisa Correa ardió hasta tres veces durante el fin de semana con tren incluido, el mismo cuyo amasijo de metales retorcidos está al alcance de cualquier curioso que quiera recorrer esa escena de destrucción adornada con grafitis contra Piñera y los militares.
"Milico, te damos de comer y matas a tu pueblo", se leía en una de las secciones del tren que se había salvado de las llamas, pues al menos cinco de los dieciocho fallecidos hasta ahora fueron presuntamente a manos de agentes del Estado, así como con los más de 360 heridos, mucho de ellos por impactos de bala.
"Es un castigo contra nosotros", dijo a Efe un joven que no quiso identificarse mientras recorría el interior del tren, convencido de que las autoridades han primado la recuperación de los barrios pudientes sin tocar todavía esa escena de Puente Alto, uno de los barrios de la periferia donde el viernes estallaron los disturbios.
En el andén, un grupo de adolescentes de 18 años trataba de barrer los cristales esparcidos ante la inacción de las autoridades en ese punto. "Después de toda esta destrucción, hay gente que se preocupa de limpiar y reparar el daño que nosotros mismos hemos hecho", indicó a Efe Agustín Maximiliano.
A pesar de que él y sus compañeros usaban esa línea diariamente, prefirieron sin embargo que siga sin funcionar hasta que "haya un cambio de verdad". "Es por un bien común", concluyeron mientras en el centro de la ciudad buena parte de la ciudad clamaba ya contra el Gobierno.
Los chilenos se lanzaron este miércoles nuevamente a las calles en el sexto día de protestas en el país debido a que la agenda social presentada por el presidente Sebastián Piñera no acabó de convencerlos.
Gran parte del país sigue en estado de emergencia bajo control del Ejército y con toques de queda cada noche en varias comunas y ciudades.
Fernando Gimeno