Mantener el llamado "milagro portugués", avanzando en reformas estructurales sin minar las cuentas públicas, y garantizar la estabilidad hasta agotar la legislatura son los grandes desafíos del socialista António Costa, que gobernará en minoría en Portugal en un contexto internacional de incertidumbre.
Un equipo "reforzado" y ampliado a 19 carteras -cuatro de ellas con "superministros"- y una nutrida colección de secretarios de Estado (50) arroparán a Costa en su empeño por agotar los próximos cuatro años.
Después de que el 6 de octubre los portugueses le dieran la mayoría -a ocho escaños de la absoluta-, el líder socialista dio carpetazo a la "geringonça" -el pacto que le llevó al poder en 2015 de la mano de comunistas y Bloco de Esquerdas- y pisó el acelerador para acortar los tiempos políticos.
Una carrera contrarreloj en aras de la "estabilidad", la palabra más repetida hoy en su discurso de toma de posesión.
Quiere gobernar en solitario, mediante pactos puntuales con la izquierda, que en este curso está más fragmentada y ampliada con la incorporación de Livre y la subida de los animalistas del PAN.
En la oposición tiene a una derecha debilitada y dividida en un Parlamento donde se estrena el ultraderechista Chega con un escaño.
Está obligado a dialogar -y pactar- con sus antiguos socios pero necesita también el contrapeso de la derecha: "Portugal precisa de una democracia viva, con un Gobierno estable y una oposición de derechas que se constituya como alternativa", dijo hoy.
En el horizonte, afianzar el llamado "milagro portugués" y avanzar en reformas estructurales -en especial en sectores básicos como Sanidad-, aunque será difícil porque el país ha cambiado sustantivamente y el entorno internacional también.
Los portugueses reclaman ahora que la transformación llegue a sus bolsillos, de la mano de mejoras salariales y de pensiones.
Consciente de este reclamo -también una de las banderas de su antiguos socios de izquierda-, Costa promete una subida en el salario mínimo -que pasará de los 600 euros actuales a los 750 al final de la legislatura, en 2023- y atención a políticas sociales para atajar la desigualdad y el problema demográfico.
Pero, como recordó hoy el presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo, los recursos son limitados y el Gobierno tendrá que ser cuidadoso a la hora de elegir el destino de los fondos públicos.
Reforzar la inversión pública -sin desviarse de la meta de reducir la deuda al 100% del PIB- requerirá de un esfuerzo notable para un Gobierno en minoría.
Además, la Unión Europea ha mostrado tarjeta amarilla al proyecto de Presupuestos de 2020, que prevé un crecimiento del 2% y un aumento de la inversión pública en más de 6 puntos -del 9,7 al 16,2%-, con déficit cero.
Las cuentas del "mago" de las finanzas lusas, Mario Centeno -jefe del Eurogrupo-, no le cuadran a Bruselas, pero tampoco convencen dentro de casa. El Consejo de las Finanzas Públicas considera que es "poco prudente" y "comporta elevados riesgos".
En sus cálculos, Centeno parece haber menospreciado factores de riesgo como la incertidumbre económica internacional, la desaceleración de la zona euro -destino de dos tercios de las exportaciones portuguesas- o el impacto de la salida del Reino Unido de la UE -el brexit-.
El nuevo Gobierno portugués tendrá, además, que lidiar con la conflictividad social. En la recta final de la pasada legislatura, prácticamente todos los sectores del funcionariado se movilizaron, aunque fueron los de salud y educación los más combativos.
Recién estrenado el curso, serán los policías los primeros en salir a la calle, el próximo día 21.
A medio plazo, Costa piensa en la presidencia temporal de la UE -primer semestre de 2021-, pero también en citas clave en Portugal, como las elecciones municipales y presidenciales.
Y no se olvida de una importante asignatura pendiente: recuperar la confianza ciudadana tras la abstención histórica de los últimos comicios (51%).
Su apuesta: "Un gobierno de diálogo y cooperación, abierto a la sociedad y próximo a los portugueses".
Mar Marín