Joseph Harold Pierre, politólogo:

En Haití no existe tregua. Tampoco paz. Su presidente Jovenel Moise ha sido asesinado en un ataque armado contra su propia residencia, según ha informado este miércoles el primer ministro, Claude Joseph. El crimen sume a la nación caribeña –la más pobre de América Latina– en una mayor incertidumbre y vacío institucional.

El asesinato de Moise, quien gobernaba por decreto desde hace más de un año, se produce en medio de tensiones sobre cuándo terminaba su mandato y tras meses de intensa inestabilidad después de que se convocaran elecciones presidenciales y legislativas para el próximo 26 de septiembre.

Moise no pretendía presentarse a esos comicios: su intención era dejar el poder el 7 de febrero de 2022, al cumplirse cinco años desde su investidura. 

Para ese mismo 26 de septiembre también está prevista la celebración de un referéndum para crear una nueva constitución que sustituiría a la de 1987, pese a las críticas internacionales y de la oposición, que lo consideran un proceso poco inclusivo y poco transparente.

Ni las tensiones ni la inestabilidad son algo nuevo en la nación caribeña, que ha estado sumida en un clima de inseguridad y violencia política desde la década de los años 90, y aún sufre los devastadores efectos del terremoto de 2010, que causó decenas de miles de muertos y que exacerbó su dependencia de la ayuda internacional. 

El economista y politólogo haitiano Joseph Harold Pierre atiende las preguntas de elDiario.es sobre qué ha ocurrido en los últimos meses y cómo se ha llegado a esta situación. 

¿Qué está pasando en Haití?

Lo que está pasando actualmente en Haití es peor de lo que ocurrió durante la dictadura de los Duvalier. Ahora no existen reglas, el Gobierno no tiene control de nada, es una anarquía. El poder político en Haití es sumamente corrupto, no hay una voluntad de transformar el país. Todo está fundamentado en la corrupción y el poder obstruye la posibilidad de hacer justicia y de consolidar el Estado, que es víctima de sus propias acciones.

El problema de Haití no era el presidente Jovenel Moise. Sin embargo, sus decisiones han contribuido enormemente a empeorar la situación del país. Aprobó, por ejemplo, decretos que sirvieron para crear una agencia de inteligencia y para tipificar como "terrorismo" los actos de vandalismo, y eso supuso reducir ciertas libertades y se hizo fuera del orden constitucional.

Jovenel Moise llegó a ser presidente porque hay un vacío de liderazgo político en el país. Llegar a ser presidente en Haití es como ganar la lotería: puedes jugar toda tu vida y no ganar nunca o jugar una vez y que te toque. Es triste, pero es la realidad.

¿Cómo se explica la inseguridad que vive el país?

El Estado nunca ha asumido la responsabilidad de dar seguridad a la sociedad. Es más, ha contribuido a la inseguridad, sobre todo en elecciones, donde candidatos presidenciales y senatoriales han entregado armas a delincuentes y se han consolidado en bandas criminales incontrolables. El sector privado también parece tener bandas para controlar sus negocios.

El Estado como tal no existe. Se concibe como un botín que hay que despilfarrar y hay que usar todos les medios posibles, la corrupción y el crimen, y eso explica que se haya llegado a este punto. El Gobierno no tiene control de nada y la Policía es sumamente débil.

Ahora en el país hay una tensa calma, es como una bomba que aún no ha explotado. 

En 2019, hubo intensas protestas después de que un informe sobre corrupción en el programa de ayudas venezolano Petrocaribe salpicara al presidente Moise y miles de manifestantes reclamaron su salida. El 7 de febrero de este año la situación se agravó porque ese día Moise debía abandonar el poder. Pero denunció un golpe de Estado y se mantuvo en el Gobierno. 

La situación ha ido empeorando en los últimos años. Primero con el manejo de los fondos del programa Petrocaribe y después con lo ocurrido el pasado 7 de febrero, cuando, según el Gobierno, un grupo de personas quiso dar un golpe de Estado y fueron detenidas. 

A lo largo de este tiempo hubo crímenes generalizados en el país y numerosos secuestros. Las bandas criminales tienen más fuerza política que la oposición actualmente, ya que tienen la capacidad de contrarrestar al Gobierno por la influencia que ejercen.

Sin ir más lejos, a principios de este mes al menos 15 personas fueron asesinadas en el país, entre ellas el periodista de Radio Vision 2000 Diego Charles y la activista opositora Marie Antoinette Duclaire, portavoz del movimiento Matriz Liberación.

Además el Gobierno acababa de tomar dos decisiones que tienen unas horribles consecuencias sobre el porvenir del país. El pasado lunes, el Ejecutivo concedió la exención de responsabilidad total y completa a los ex primeros ministros y ministros que sirvieron al país entre 1991 y 2017 –un requisito necesario para presentarse como candidato a las elecciones de septiembre–. Estos políticos obtuvieron el visto bueno del poder judicial, pero se trata de un poder muy politizado y disfuncional. Se trata de una acción con consecuencias nefastas sobre la democracia de Haití.

El lunes, el Gobierno también decidió designar al médico Ariel Henry como nuevo primer ministro en sustitución de Claude Joseph, quien asumió el cargo de forma interina el pasado mes de abril. Joseph estaba muy alineado con el presidente, no tenía experiencia política. Por eso también la Organización de los Estados Americanos (OEA) recomendó a Moise crear un nuevo gabinete con un nuevo primer ministro que tuviera la confianza del pueblo. 

Son acciones que agravan el conflicto entre grupos políticos en Haití y además hay un nuevo calendario electoral. Todo ese combo empeora la situación en medio de una violencia generalizada donde la Policía no tiene fuerza y mandan las bandas.

¿Qué puede suceder ahora?

A nivel político, habrá un gobierno de transición, pero ahora no importa tanto la coyuntura política como la social. ¿A qué nivel llegará la inseguridad? ¿Cuál será el nivel de violencia? Aún es pronto para saberlo, aunque la entrada de fuerzas internacionales podría ayudar a contener la posible oleada de violencia que se puede desatar ahora.