Por qué ni ‘tories’ ni laboristas quieren abrir el melón del Brexit

La economía británica es más pequeña por la salida del Reino Unido de la UE —al menos un 5,5% más pequeña— y se estima que sufrirá la actual crisis más y durante más tiempo que los otros países del G7. Las exportaciones a su principal mercado, el europeo, se han desplomado. El papeleo y el coste de vender a clientes en el continente es tal que muchos pequeños negocios han dejado de hacerlo. El mercado de trabajo ha perdido al menos 330.000 personas por el final de la libre circulación.

Los agricultores se quejan de que se han quedado sin subvenciones europeas que el Gobierno británico no ha compensado como prometió, y los académicos y científicos, sin becas de investigación. 

El Brexit es más impopular que nunca entre los ciudadanos británicos. Una parte de los que votaron a favor de marcharse de la UE en el referéndum de 2016 se arrepiente y la mayoría está descontenta por cómo ha gestionado la salida en la práctica el Gobierno, que eligió un Brexit “duro”, es decir, sin acuerdos que facilitaran los viajes y el comercio como los que tiene la UE con países no miembros como Suiza y Noruega. En Reino Unido, ahora sólo el 35% de los ciudadanos cree que fue una buena decisión salir de la UE (frente al 52% que votó a favor del Brexit). En lugares como Escocia, el porcentaje de los que creen que fue un acierto es todavía menor. El 57% de los británicos dice ahora que votaría a favor de volver a la Unión Europea.

“En lugar de un incuestionado hecho consumado, el Brexit parece ahora ser un tema sobre el que un grupo significativo de votantes se arrepiente”, escribía hace unos días John Curtice, encuestador político de NatCen, el mayor instituto de investigación del Reino Unido al servicio de entidades públicas. 

Sin embargo, donde sí parece un hecho consumado es en la Cámara de los Comunes. Ni el Gobierno conservador ni la oposición laborista están dispuestos a reabrir el debate, renegociar los detalles del acuerdo con la UE y casi mencionar el Brexit para explicar algunas de las calamidades que padece Reino Unido más que ningún otro país europeo. 

En noviembre, el primer ministro Rishi Sunak tuvo que desmentir que estuviera considerando un acuerdo “al estilo de Suiza” con la UE después de que alguien de su Gobierno contara que era así y una parte de los tories se rebelaran de manera preventiva. Keir Starmer, el líder laborista, también aseguró rápidamente que no hará nada para que vuelva la libre circulación si su partido llega al poder y ahora utiliza de manera irónica la retórica de la campaña anti-migración de la campaña del Brexit de “recuperar el control”. Lo máximo que ha dicho Starmer esta semana en Davos es que quiere "una relación comercial más estrecha" con la UE aunque sin entrar en el mercado común. El partido liberaldemócrata, el más europeísta, es ahora demasiado pequeño, penalizado por el sistema electoral mayoritario, para enarbolar una bandera complicada de poner en práctica.

“Si bien la opinión pública está cambiando, se arrepiente e incluso le gustaría volverse a unir a la UE, no hay voluntad política en el Reino Unido o voluntad política en Europa para siquiera abrir esta conversación”, explica a elDiario.es Joelle Grogan, académica y jefa de investigación de UK in a Changing Europe, un think-tank especializado en las relaciones entre Reino Unido y la UE. “Pasará al menos una generación antes de que los estados miembros de la UE consideren permitir que el Reino Unido vuelva a entrar”. 

En este contexto los laboristas no quieren arriesgar su ventaja de unos 20 puntos en las encuestas sobre la intención de voto. Su posición, para casi todos los debates, es dejar que los tories se retraten y esperar así a la convocatoria de elecciones generales probablemente en 2024.

“Los laboristas no están adoptando una postura firme en la que podrían ser acusados ??de ser pro-UE porque en el momento en que lo hagan, entonces los conservadores pueden volver a pelear esa batalla como lo hicieron en 2016, como lo hicieron en 2019”, explica Grogan. 

Los laboristas miran en particular a los votantes tories descontentos, como el resto del país, con las huelgas en todos los sectores de servicios, el precio de la electricidad o los tomates, las esperas para las ambulancias, la atención exclusivamente telefónica de los centros de salud y los cierres de los pubs que no tienen camareros.

Los ciudadanos no citan tanto el Brexit como fuente de sus preocupaciones aunque algunos de estos problemas tengan que ver con él.

“Ahora mismo el tema más importante es la economía. Esto no es sorprendente porque estamos en una crisis del coste de vida. Y luego tenemos la salud en segundo lugar y la inmigración en tercero… El Brexit ocupa el cuarto lugar después de dos años en que todo fue el COVID y el Brexit”, dice a elDiario.es Lukas Paleckis, encuestador político de YouGov.

A la vez, podría haber una oportunidad para los laboristas entre los desencantados. Los que más han perdido la fe en su propio partido para gestionar los detalles del Brexit son los conservadores, según destaca Paleckis.

Pero Starmer quiere el camino más seguro mientras está centrado en conquistar votantes que giraron a la derecha en las últimas elecciones generales. "Aunque el apoyo total para el Brexit ha disminuido notablemente, las personas que están interesadas en el Brexit todavía se concentran en el tipo de escaños competitivos que los laboristas necesitan para conquistar a los conservadores. Y, por lo tanto, no quieren arriesgarse a alienar a esos votantes", explica a elDiario.es Robert Ford, profesor de Políticas de la Universidad de Manchester y autor del libro Brexitland, una mirada histórica y cultural sobre qué llevó al Brexit.

Según una encuesta publicada en diciembre, hay más personas que dicen que si los laboristas defendieran la vuelta a la UE les votarían, pero los potenciales votantes nuevos o más indecisos no opinan lo mismo. Entre los votantes conservadores en 2019 —cuando Boris Johnson arrasó y conquistó a una parte de laboristas e independientes— sólo el 16% dice que una postura contra el Brexit haría que fuera más probable que optaran por los laboristas, mientras que el 48% dice que haría que fuera menos probable que votaran por ellos. 

La respuesta más frecuente es que los votantes no saben qué haría Starmer con respecto a la UE. El incentivo para aclararlo, de momento, no existe, según Ford. Pese a que ha bajado la división, el Brexit sigue siendo "una afiliación tribal tan poderosa que los partidos de oposición quieren asegurarse de que el dragón se queda dormido". "La analogía más cercana de esta psicología en Reino Unido es el nacionalismo", comenta Ford. "En España, tienes un montón de fuerzas regionalistas, fuerzas nacionalistas, y cuando las personas empiezan a ir en esa dirección psicológicamente, pierden la cabeza. Se convierte en 'nosotros contra ellos'".

En cambio, el colapso de los servicios públicos es un tema que genera consenso. "Si eres un partido de la oposición, hay un montón de cosas que van mal y todo el mundo culpa al Gobierno, no tiene lógica cambiar el tema incluso si es a algo más atractivo de lo que solía ser," dice Ford. "Nunca va a ser tan atractivo como que no puedes conseguir una ambulancia y el Gobierno tiene la culpa de ello".

Pero pese a que tanto el Gobierno de Sunak como la oposición de Starmer prefieren hablar de otros asuntos, la realidad es que el Brexit sigue teniendo flecos sin resolver o mal resueltos que seguirán siendo un problema para el país.

En las próximas semanas, se espera un nuevo acuerdo sobre el estatus comercial de Irlanda del Norte, que, según el pacto firmado por Boris Johnson, está en la práctica dentro del mercado común europeo para evitar que haya controles fronterizos en la isla de Irlanda que puedan poner en riesgo los acuerdos de paz de 1998. A la vez, los controles en el mar de Irlanda para el comercio con la UE suponen una frontera de facto entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales) que irrita a los unionistas norirlandeses e impide la formación de un gobierno estable allí. 

El Gobierno conservador se ha metido en otro lío legal al comprometerse a revisar o acabar automáticamente con todas las leyes adoptadas por la legislación europea común durante las casi cinco décadas de permanencia del Reino Unido en la UE. En un arduo proceso, los archivos nacionales han identificado al menos 2.400 leyes y normas que regulan desde la calidad del agua a la prohibición de la discriminación salarial por razón de sexo. Se han revisado o eliminado menos de 400. Las leyes afectadas podrían ser muchas más y, si el Gobierno cumple su promesa de eliminación automática, hay normas que podrían desaparecer y solo ser identificadas como “herencia europea” después de perderlas. 

“Las leyes no son piezas aisladas. Puede ser como un castillo de naipes. Si quitas una pieza, no sabes cuánto podrías afectar a muchas otras piezas de ese edificio”, explica Grogan, la experta en legislación europea y que advierte del caos e incertidumbre que se avecina para las empresas y para los ciudadanos de a pie. 

Pero ni siquiera en este asunto el Partido Laborista ha querido dar la batalla de manera explícita. Sunak está reculando por su cuenta al ver la dificultad práctica, y ahora será un problema para el Gobierno actual.

Ford, el profesor de Manchester, cree que el próximo Gobierno, probablemente laborista, tendrá que afrontar en cualquier caso los problemas del Brexit y posibles soluciones porque el statu quo no funciona para el Reino Unido. La clave puede ser el nuevo electorado que ya se está formando.

"La política cambia continuamente. Las generaciones más jóvenes están creciendo. Por ejemplo, los votantes que cumplieron 18 años desde la votación en 2016 son muy, muy anti-Brexit, muy pro-UE", dice. "Y es muy posible que surja una especie de nueva alineación política tal como sucedió en la década de 2010. Podría ser que en la segunda mitad de esta década haya un nuevo movimiento de placas tectónicas".