Hoy y durante los próximos años construiremos un Mujica quizás proyectado a través de nuestras ilusiones o de nuestros miedos. Quizás lo responsabilicemos de nuestros sueños, o de tantos fracasos. Quizás él nos diría que nadie es tan importante y que la vida no es tan solemne
Obituario - Muere José Mujica, el presidente que hizo historia en Uruguay y se convirtió en referente de la izquierda latinoamericana
No somos más importantes que los gusanos, le gustaba decir al expresidente uruguayo José Mujica. Ese sentido de nuestra intrascendencia lo mantuvo a salvo de los aires de ostentación e imposición que rodean al poder.
Visto desde cierta óptica, su proyecto emancipatorio, y el de tantos, fracasó. Fracasó en el siglo pasado, y fue seguido de 12 años de dictadura que aplicó la tortura sistemática y la desaparición forzada contra militantes políticos y sociales, dirigentes sindicales, estudiantes, trabajadores de la cultura...
Durante su presidencia, entre 2010 y 2015, no hubo cambios radicales en Uruguay –más allá de la destacable aprobación parlamentaria de la despenalización del aborto, del matrimonio igualitario y de la legalización de la marihuana–, y su apuesta por la autogestión, esa “velita prendida al socialismo” como le gustaba decir, no logró consolidar empresas y proyectos sustentables y duraderos. Todavía nos queda mucho a los trabajadores para aprender a ser patrones de nosotros mismos, nos decía Mujica, pero nos convocaba a no cejar en ese intento.
Y a pesar de tantas derrotas, medios de todo el mundo, activistas, personalidades reconocidas de la cultura y de la política peregrinaron durante años por su chacra en Rincón del Cerro, un paraje rural a las afueras de la capital de Uruguay, Montevideo. Uno de los últimos en visitarlo fue el presidente chileno, Gabriel Boric, con quien plantó un olivo. Recibió hace pocos meses una condecoración del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con quien mantuvo una larga amistad, y ninguno pudo ocultar la emoción de las despedidas.
Y a pesar de tantos fracasos, hay frases de Mujica en un muro en España. El expresidente uruguayo es el centro de un libro para niños editado en Japón. Se titula El discurso del presidente más pobre del mundo, y utiliza como base su famosa declaración en la cumbre Río+20 en 2012. En su portada aparece el expresidente uruguayo abrazando una gallina.
“La verdadera dominación es sutil”Mujica generó ilusiones, en un mundo tan falto de ellas. Convenció a muchos y muchas de que podemos y debemos tener otra vida. Y que cada uno de nosotros y nosotras tiene una parte que jugar.
“Eventualmente no sé si se puede construir un sistema mejor, pero no cabe duda de que algo mejor supone una cultura. Mi generación globalmente cometió el error de creer que cambiando las relaciones de producción y de distribución iba a cambiar la sociedad. Y entonces tuvo una visión del cambio excesivamente material y subestimó el valor de la cultura. El capitalismo, en los hechos, ha ido formando una cultura que nos rodea y nos embebe a todos, y estamos manejados por esa cultura. Y nos encontramos con un trabajador corriente que está esperando ganar más para comprar un auto mejor, y etcétera. Y no trabajamos en ese terreno. Entonces, los gobernantes siguieron siendo tipos como todos los gobernantes, con alfombra roja y los tipos que tocan la corneta, el señor y su señoría, igual que en la época de los marqueses y de los condes”, decía en 2021 en una entrevista con el medio cooperativo uruguayo la diaria.
Pero vos no tuviste la alfombra roja, le dijimos. “No tuve, pero me la ponían. Cuando fui a Alemania me pusieron una alfombra roja como de acá a la esquina. Me metieron en un Mercedes Benz que la puerta pesaría como mil kilos, era blindado. Me pusieron 50 motos adelante y 50 atrás. Y yo pensaba para adentro mío: ”Pero ¿y qué...?“. Pero ta, yo no puedo arreglar el mundo, esos son los valores del mundo en el que vivimos. Hay gente que le parece que tiene que ser esplendorosa. Y yo me pregunto: ¿y las repúblicas modernas vinieron para eso, en términos de valores, o para suscribir que básicamente somos iguales, y fueron un grito contra la nobleza, contra todo eso?”.
Cuando te quieres acordar, estás del otro lado del mostrador, advertía Mujica. “No es que te lo impongan, es que te ponen un dulce tobogán de humanas conveniencias para que te deslices suavemente. La verdadera dominación es sutil”.
Nació el 20 de mayo de 1935, en tiempos de la dictadura de Gabriel Terra en Uruguay. En un artículo publicado en el periódico la diaria antes de que asumiera como presidente, recordábamos que aprendió a trabajar la tierra y a cultivar flores junto con su madre, que luego las vendió para sobrevivir. Que estuvo preso durante 12 años, que, enterrado en un pozo, conoció el derrotero diario de las hormigas, que las oyó gritar. Que cuando salió, se comprometió a insertarse en el sistema democrático-representativo. Que fue diputado y senador por el Movimiento de Participación Popular (MPP) de la coalición de izquierda Frente Amplio, luego ministro de Ganadería. Y más tarde, presidente de la República.
Pequeños gestosPero más allá de la enumeración de cargos y datos, las personas se definen por sus pequeños gestos. Mujica vivió como vive su pueblo. Postergó su –a la postre famosa– entrevista a la BBC para atender primero a un medio cooperativo uruguayo: “Arranquen ustedes, que ellos tienen muchas camaritas y cosas”. Una perra coja lo acompañó durante años. Ahora está enterrada en la chacra, y Mujica pidió que lo entierren allí también. Donde vivió durante muchos años, y siguió viviendo cuando era presidente.
Su vivienda en Rincón del Cerro es una casa pequeña, que no se diferencia en nada de cualquier vivienda rural humilde en Uruguay, salvo por los recuerdos de personalidades políticas de distintos lugares del mundo que el Pepe guardaba en su biblioteca. A veces, llegábamos a entrevistarlo y estaba haciendo salsa de tomate. Otras veces andaba en su tractor, o cuidaba las flores en el invernadero. O lo encontrábamos recién levantado de la siesta.
Lo ponían de mal humor el protocolo, la gente pretenciosa, la gente estúpida. Renegaba del autoritarismo, era profundamente libertario (aunque hoy esa palabra se haya resignificado tristemente). Le gustaba leer de historia, de filosofía. Conocía a poetas y novelistas a un nivel que pocos políticos lo hacen actualmente. Le gustaba dar consejos a los jóvenes, como un abuelo medio pesado: uno de los últimos fue que se hagan más mimos, que estén menos con el móvil.
Su actuación en política fue siempre lúcida, hábil, a veces despiadada. No tenía problema en defenestrar a una persona si eso favorecía, a su entender, al proyecto político. En las últimas elecciones, en 2024, logró que su sector, el MPP, fuera el más votado del Frente Amplio. Logró junto con tantos otros que Yamandú Orsi, la persona que él catapultó, sea hoy el presidente de Uruguay.
Y hasta logró que le rindieran tributo en vida, cuando se supo que el cáncer de esófago que sufría se había expandido. Músicos de distintos estilos y géneros –Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Ruben Rada, Joan Manuel Serrat y muchos otros– se unieron en la iniciativa “Unas palabras y una canción para el Pepe”. Mujica despertaba cariño en la gente, y por eso personas de todos los orígenes sociales lo abrazaban, lo tocaban, con la confianza que da el afecto y con la cercanía del reconocimiento de los iguales.
Hoy y durante los próximos años construiremos un Mujica quizás proyectado a través de nuestras ilusiones o de nuestros miedos. Quizás lo responsabilicemos de nuestros sueños, o de tantos fracasos. Quizás él nos diría, con su sonrisa pícara, que nadie es tan importante y que la vida no es tan solemne. Que discurre simplemente, marcha en orgullosa sumisión al infinito, como decía Khalil Gibrán. Que construimos todos los días, como las hormigas.
Natalia Uval es editora de Política y de Opinión en la diaria y docente en FIC-Udelar.