El diálogo gana terreno frente a la violencia en Somalia, pero el grupo yihadista Al Shabab es un "cáncer" que "perturba este escenario", declara a Efe el embajador de la Unión Europea (UE) en ese país, el español Nicolás Berlanga.
Berlanga, que tiene 58 años y se define como un "diplomático del desarrollo", llegó a esta nación del Cuerno de África el pasado 1 de junio y tan sólo dos días después presentó cartas credenciales ante el presidente somalí, Mohamed Abdullahi Mohamed Farmaajo.
"Yo creo que fue un auténtico récord. Y muestra un poco cómo nos ven: como un socio amable, de larga duración y comprometido con el futuro del país", afirma en una entrevista con Efe en su despacho de la misión de la UE, un fortín dentro de la ya fortificada Zona Verde en la peligrosa Mogadiscio, que aloja embajadas, oficinas de la ONU y tropas de la fuerza de paz de la Unión Africana (AMISOM).
Esa rápida acogida no sorprende tanto si se repara en que la UE y sus Estados miembros son el mayor donante de Somalia, con un presupuesto de 3.400 millones de euros para el periodo 2015-2020 en apoyo al desarrollo, la seguridad y la estabilidad del país.
UN PAÍS CON "MUCHÍSIMAS DEBILIDADES"
El embajador, pues, se encontró con un puesto de alta intensidad diplomática ("cuatro meses en Somalia son como cuatro años en otro contexto") y una nación "con muchísimas debilidades" que "está construyendo un edificio (...) sobre escombros".
Efectivamente, Somalia es aún un Estado frágil zarandeado por el caos y el conflicto desde que en 1991 cayera el dictador Mohamed Siad Barre, lo que dejó al país sin un Gobierno efectivo y a merced de milicias islamistas, clanes rivales y señores de la guerra.
En ese entorno, una de las decisiones iniciales que tomó Berlanga, quien ha representado a la UE en otros países africanos como Togo y Camerún, fue abrir una cuenta oficial en Twitter, una "herramienta fabulosa" de diplomacia para presentarse en sociedad.
"Mi primera comunicación fue un pequeño vídeo en somalí, en un somalí bastante rústico y muy entrenado", que sirvió para acelerar la "buena integración" en su nuevo destino, explica el embajador.
Pero no era la primera vez que pisaba suelo somalí. Berlanga ya trabajó en los años noventa en este país como cooperante de Médicos Sin Fronteras (1992-1993) y Acción Contra el Hambre (1996-1997).
¿Qué diferencias existen entre aquella Somalia y la actual? "Son países completamente distintos", responde.
"En la Somalia de los noventa -remarca-, había una convicción de aquellos que tenían poder de que las diferencias sólo se podían solventar a través de la violencia".
"En el 1996-1997 -prosigue-, pasé un año en una ciudad dividida en el norte de Somalia llamada Burao. Y en esta ciudad dividida ir por la calle significaba cruzar miradas afiladas (de milicias) subidas a Jeeps con metralletas. O sea, daba miedo hacerlo".
"Ahora, veinte años después, hay una convicción de que las diferencias se resuelven por el diálogo", señala el embajador, que destaca otras dos novedades: "la presencia de la mujer en la vida pública" y de "gente joven" de la diáspora "muy bien formada".
AL SHABAB, EL "CÁNCER" DE SOMALIA
Sin embargo, el terror de Al Shabab, que describe como "el cáncer de la sociedad somalí" en la actualidad, "perturba este escenario" de resolución pacífica de disputas.
Activo desde 2006, el grupo terrorista -que se adhirió en 2012 a Al Qaeda- cuenta con unos 5.000 yihadistas en sus filas, domina parte del centro y el sur del país, donde opera como un "gobierno en la sombra"; en intenta imponer un Estado islámico ultraconservador.
"Al Shabab, que comenzó como un fenómeno muy ideologizado, se ha convertido cada vez más en un fenómeno de casi un Estado dentro de un Estado" que se sustenta en "prácticas mafiosas" y la extorsión a empresas en el "territorio controlado por ellos", opina Berlanga.
¿Resolver ese problema puede pasar por el diálogo con Al Shabab? "Yo -asevera- no me atrevería a mencionar esa palabra (diálogo). Lo que sí hemos visto en ciudades pequeñas liberadas de la influencia de Al Shabab es que hay un convencimiento que hacer" y se requiere una "presencia del Estado" que aporte beneficios a la población.
"La (posible) derrota de Al Shabab no es una derrota solo militar", remacha Berlanga, al recordar que la UE, como "proveedor de seguridad en Somalia", tiene una misión que entrena al Ejército Somalí para mejorar su capacidad de combatir la violencia yihadista.
Además, remarca, a Europa le interesa una Somalia "pacífica" porque "todo germen de terrorismo" instalado en este tipo de países puede provocar un "efecto de contagio que ya lo hemos visto en otras ocasiones, pues también nos llega a territorio europeo".
El grupo terrorista, que atenta casi a diario en Mogadiscio y amenaza a países vecinos como Kenia, supone una pesadilla para el Gobierno Federal del presidente Farmaajo, en el poder desde 2017.
LA PROMESA DEL SUFRAGIO UNIVERSAL
Dos años después, Farmaajo (apodo proveniente del sustantivo "formaggio", que significa queso en italiano y por el que se conoce al mandatario) ha visto su liderazgo minado por Al Shabab, la disputa entre clanes antagonistas y las desavenencias regionales.
Una de sus promesas, aparte de acabar con la corrupción endémica y aliviar el drama humanitario de millones de somalís, es celebrar en 2020 las primeras elecciones con sufragio universal desde 1969, pero ¿es realista pensar que esos comicios se desarrollarán teniendo en cuenta que el Gobierno no controla todo el territorio nacional?
"A día de hoy, es realista pensar que nuestra posición tiene que ser a favor de esas elecciones bajo sufragio universal", apunta el diplomático español, a quien el propio Farmaajo le aseguró en una reciente reunión que "sigue creyendo en ese modelo".
Las últimas tres elecciones presidenciales (2009, 2012 y 2017) se decidieron en un sistema en el que los parlamentarios, designados por delegados de clanes, eligieron al jefe del Estado, si bien ese método es muy criticado porque margina a los jóvenes y las mujeres.
La UE aboga por "unas elecciones lo más participativas que sea posible" y que den "voz a la gente joven", señala Berlanga, al recalcar que "el gran indicador de éxito es superar ese sistema basado en clanes".
"Si nosotros no favorecemos la participación de las nuevas generaciones -advierte-, esos jóvenes van a estar mucho más propensos a escuchar cantos de sirena extremistas que podrán darles esa sensación de pertenencia y participación".
En un somero repaso a los últimos tres o cuatro años de gestión gubernamental en Somalia, Berlanga detecta "avances muy significativos" como el fortalecimiento del Ministerio de Finanzas, la creación del Ejército somalí y la pujante lucha antiterrorista.
"Desgraciadamente -puntualiza-, en las reformas políticas (...) todavía hay mucho que hacer y es justamente una de nuestras prioridades los próximos meses".
Pese a los muchos retos pendientes, Nicolás Berlanga nota "mucha más esperanza de futuro" en esta Somalia con la que se ha reencontrado veintidós años después.
Pedro Alonso