Los considerados mártires de El Salvador reviven en la memoria colectiva del país con un mural en el que más de 800 personas pusieron su pincelada al cumplirse los 30 años de la masacre de seis padres jesuitas en 1989, una matanza que marcó la guerra civil.
La obra fue idea del pintor y muralista salvadoreño Renacho Melgar, quien consideró en una entrevista con Efe que los mártires deben ser recordados colectivamente porque sus mensajes y sus obras llevaron un mismo fin: construir un mejor país.
El también retratista es el autor del mural colectivo "Mártires", realizado a propósito del 30 aniversario de la masacre de seis padres jesuitas y dos mujeres en noviembre de 1989, muertes atribuidas al Ejército salvadoreño.
El mural de una dimensión considerable será inaugurado este sábado, la misma fecha en la que un escuadrón del batallón élite Atlacatl del Ejército irrumpió en el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) y mató a los españoles Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López y Juan Ramón Moreno y al salvadoreño Joaquín López.
También fueron asesinadas Elba Ramos, colaboradora de los religiosos, y su hija adolescente Celina.
El artista salvadoreño explicó que el mural es producto de un trabajo colectivo, en el que participaron estudiantes de la UCA, trabajadores y personas ajenas a la institución que simplemente querían ser parte de una obra en homenaje a las mujeres y hombres que lucharon por el país centroamericano, en especial en tiempos de la guerra civil (1980-1992).
Detalló que, en principio, el mural tendría como protagonista a san Óscar Arnulfo Romero y al padre Rutilio Grande, asesinados en marzo de 1980 y en marzo de 1977, respectivamente, pero con ocasión del 30 aniversario del asesinato de los jesuitas "se incluyó a todos los que lucharon por este país".
Melgar apuntó que se hizo una invitación colectiva para que "la gente viniera y dejara su pincelada, y la sorpresa fue que más de 800 personas se involucraron en este proceso lúdico y de memoria histórica-colectiva"
"Lo más loco (extraordinario) es que también vinieron familias enteras (...) para mí es muy satisfactorio generar ese tipo de vínculo porque al final las personas que participaron pueden decir ese mural es mío, me pertenece y estuve en el momento que se hizo", expresó el retratista.
El artista comentó que él quería que el mural contara una historia sobre el país, por lo que también incluyó "a Feliciano Ama y Anastasio Aquino (ambos líderes indígenas), a Prudencia Ayala (escritora y activista), y a otros hombres y mujeres que dieron su vida y su sangre para construir el país".
"El mural tiene diversidad de colores, es muy luminoso, los acabados de la imágenes realzan su importancia, pero la verdadera luz que tiene el mural es la colectividad", dijo Melgar.
El pintor aseguró que su obra es "realmente una fiesta colectiva, porque las personas se acercaron a la memoria histórica de una forma participativa y colectiva".
"Para mí este mural resalta a los mártires de El Salvador (...) hombres y mujeres que tuvieron el valor de enfrentarse a su realidad a su momento y a su contexto. Estoy orgullo del resultado, de retratar a los jesuitas, a Romero, a Grande, a Roque Dalton (poeta asesinado), en fin, a todos".
La guerra interna enfrentó al Ejército, financiado por Estados Unidos, y a la guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) entre 1980 y 1992 y dejó un saldo de 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos.
En al menos tres ocasiones la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador ha dicho que la masacre que los padres jesuitas es un crimen de lesa humanidad, pero después de 30 años el sistema judicial sigue manteniendo bajo la sombra de la impunidad la matanza cometida el 16 de noviembre de 1989.
Según el Informe de la Comisión de la Verdad, la cúpula militar del Ejército salvadoreño se reunió la noche del 15 de noviembre para "adoptar nuevas medidas" contra la ofensiva de la guerrilla, entre ellas la "eliminación" de personas supuestamente vinculadas con el FMLN.
Es misma noche, el director de la Escuela Militar, el coronel Guillermo Benavides, transmitió a sus subalternos del Batallón Atlacatl la orden de asesinar a los jesuitas de la UCA.